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Blair viaja a Washington para expresar su lealtad al presidente

Tony y Bill. Bill y Tony. Así de familiar era anoche el lenguaje que usaban los encargados de preparar la crucial cumbre angloamericana en Washington en momentos en que Bill Clinton, acosado por el escándalo en la Casa Blanca, tiene urgencia de demostrar garra en el golfo Pérsico. Para ello necesita más que nunca la lealtad de Tony Blair.

Blair y su esposa Cherie tomaron anoche el Concorde hacia Estados Unidos para ser los huéspedes de los Clinton en lo que se perfila como el más público espaldarazo europeo a la integridad que Clinton insiste en haber mantenido a pesar de las acusaciones de infidelidad en el caso Lewinsky. Blair, que en los últimos días se ha dedicado a defender a su "amigo", el "gran presidente norteamericano", lleva a Washington dos argumentos: Londres ama a Clinton y Londres está de acuerdo con todo lo que haga EE UU en la inminente crisis en Irak. Incluso ha acuñado, el mote de "dictador malvado" para referirse a Sadam Husein. Esta es una innovación si se compara lo que George Bush, el hombre que lanzó una guerra contra los iraquíes en 1991, llamó escuetamente "el malo" y su antecesor, Ronald Reagan, solía incorporar a Husein en la lista de "perros salvajes del desierto".

Retórica aparte, la situación de Blair es complicada y difícil. El primer ministro se enfrenta por primera vez a una rebelión seria en las filas de su partido gracias a los furiosos pronunciamientos de parlamentarios izquierdistas como Tony Benn, que hace cuatro días dijo que había llegado la hora de dejar de actuar como "perros falderos de Washington".

Excombatientes frustrados

A ese desdén a la política londinense hacia Oriente Próximo se suma la dramática decisión de más de cien excombatientes británicos que devolvieron públicamente sus condecoraciones obtenidas durante la campaña de 1991 afirmando que la guerra fue un absurdo y un engaño. Para muchos de ellos no ha habido reparación alguna después de haber sufrido el llamado síndrome del Golfo, las enfermedades derivadas de su inconsciente exposición a armas químicas.Blair, que partió al mismo tiempo que su Ministro de exteriores Robin Cook tomaba el avión a Kuwait y Arabia Saudí para coordinar posiciones frente a la crisis de Irak, eligió al The New York Times para proyectar, en una entrevista publicada ayer, la idea de que el Reino Unido, que ocupa actualmente la presidencia rotativa de la Unión Europea, es el "puente" natural entre el viejo y el nuevo continente. Simple como es ese mensaje, no resulta sin embargo exento de críticas. El columnista Simon Heffer decía ayer en el diario Daily Mail que los británicos entienden los propósitos de los preparativos militares aliados en el Golfo, pero quieren saber más. "Necesitamos saber qué tipo de compromisos va a adquirir Blair en Washington", subrayó.

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