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El ex presidente Echeverría declara que se enteró por teléfono de la matanza de 1968

Juan Jesús Aznárez

"¿Culpable yo? Me enteré por teléfono". Burlados por el magisterio y la desvergüenza del ex presidente mexicano Luis Echeverría, dos diputados de la comisión encargada de investigar la famosa matanza de Tlatelolco, ocurrida en 1968 en la plaza de las Tres Culturas, abandonaron la residencia de quien fuera ministro del Interior durante aquel picadillo de estudiantes. Entre la astracanada y el esperpento, la negación de responsabilidades de Echeverría fue, en esencia, una farsa de soberbia escenificación, ovacionada por los palmeros asistentes, y demostrativa de los usos y costumbres imperantes en siete decenios de partido único.

"Sonó un timbre. Lo atendí. Tenía una llamada telefónica. Entonces me enteré de que había una terrible balacera en Tlatelolco. Así fue". Su hija María Esther terció, flamenca. "Muy cierto papá".La cita con los diputados era a las cinco de la tarde, pero para entonces todo estaba dispuesto en la casona de San Jerónimo de Ciudad de México, incluido el recibimiento de Echeverría a la prensa, de pie, sonriente en el quicio de la calle de Magnolia, 131. Un circuito cerrado transmitió a un patio contiguo sus exculpaciones. "¿Es usted el culpable de la matanza del 2 de octubre? No, ¿por qué? Faltaría más". Siempre a su vera, embelesado por su pericia en las respuestas, aplaudía el rancio cronista Miguel Reyes: "¡Así se habla, señor presidente!". ¿Y la matanza fue un exceso?, preguntó alguien tratando de cerciorarse de que, efectivamente, 400 cadáveres merecen su inclusión en esa categoría. "Pues, sí", respondió Echeverría. Los diputados llegaron a la residencia 40 minutos más tarde de lo previsto. "¡Adelante caminantes!", les invitó el anfitrión, visiblemete complacido por la masiva atención, que acomodó en una pinacoteca habilitada como salón de sesiones. Acompañaban hijos, nietos, sobrinos, y edecanes. Observando el protagonismo del resucitado cacique, los focos y el gran tumulto periodístico, y teniéndolo como un acto político tramposo, Pablo Gómez Antes, líder estudiantil en el 68, y López Romero, protestaron: "Esto está preparado que sea un foro de lucimiento personal y no vamos a entrar. Nos vemos en la Cámara".

Tomaduras de pelo

"Ahora estamos un poco cansados. Mejor les pido a los señores diputados, nos veamos mañana o cualquier día que ustedes quieran, ya con la cabeza fresca y desayunados", dijo el prócer. Antes se había colado en el domicilio Rosario Ibarra, portavoz de un pequeño grupo de deudos de muertos o desaparecidos, quien recordó las reiteradas tomaduras de pelo sufridas a manos de Echeverría cuando le preguntaban por su paredero. "¡Vivos los tuvimos, vivos los querernos!", gritaban. "Tenían razón esos muchachos [los estudiantes] en pedir un cambio. Eran hijos de desempleados, de obreros. ¿Cómo no iban a estar disconformes si a la educación, a las universidades, las tenían en la miseria?", justificó quien fuera presidente entre 1970 y 1976, y responsable de los cuerpos de seguridad la noche del ametrallamiento a quemarropa. Muy de mañanita, chorros de agua a presión lavaron la plaza de las Tres Culturas, anegada por la sangre de los mexicanos seducidos por la miseria doméstica y el mayo francés.Carentes de héroes nacionales, dijo Echeverría, abrazaron estandartes extranjeros como Fidel Castro o Ernesto Che Guevara. Alzados contra la penetración" económica extranjera, reclamaron el nacionalismo de Benito Juárez.

- Usted era secretario de Gobernación [ministro del Interior], insistió la prensa.

- Pero no era jefe del Ejército.

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-¿Fue entonces el Ejército el que ordenó disparar?

- Fue una dirección del Comando Supremo de las Fuerzas Armadas, del presidente de la República.

- ¿Fue Díaz Ordaz, [presidente en 1968] entonces?

- Pues sí.

- ¿Él ordenó disparar?

-No, él no ordenó disparar. El ordenó la presencia del Ejército. Decían que el secretario de Gobernación no le informaba. Bueno, había 50.000 estudiantes en el Zócalo y yo no le informaba que estaban ahí, que querían entrar al Palacio Nacional, y yo no le informaba; había disturbios y yo no le informaba...

- ¿Usted está limpio?

- Yo sí. Absolutamente. Somos humanos.

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