_
_
_
_
_

El candidato de Milosevic gana las elecciones presidenciales serbias entre acusaciones de fraude

El escenario previsto se ha consumado, y cuarto intento, Slobodan Milosevic ha conseguido, para alivio occidental y no sin ser acusado de fraude masivo, imponer a su candidato, Milan Milutinovic, del partido socialista gobernante, como nuevo presidente de Serbia. Según datos provisionales de la comisión electoral, el ministro de Exteriores ex comunista ha obtenido el 58% de los votos, contra el 38% de su rival, aspirante fascista Vojislav Seselj, jefe del Partido Radical. La participación habría sido del 50,53%, 53 centésimas por encima el umbral de validez constitucional.

El portavoz radical Dragan Todorovic ha acusado a los socialistas de "haber robado al menos 100.000 votos en Kosovo", la provincia serbia de absoluta mayoría albanesa, "para inflar las cifras de participación y lograr superar la barrera del 50%". En Kosovo, como sucedió en la primera ronda del 4 de diciembre, los albaneses de origen, casi dos millones a los que Milosevic mantiene en estado de apartheid, no han acudido a las urnas. Su jefe, Ibrahim Rugova, ha declarado que "cualquier anuncio de una participación aquí superior al 1% será un puro fraude". Mientras los ex comunistas celebraban su triunfo con champán, los radicales aseguraban que pueden probar el engaño electoral y que recurrirán ante la autoridad competente.La anterior elección presidencial, en octubre pasado, en la cual Seselj ganó al entonces candidato de Milosevic, Zoran Lilic, fue invalidada porque los votantes no superaron el 49,07% del censo. Nadie de buena fe creyó entonces en Serbia en este porcentaje providencial para Milosevic. Y nadie parecía creer ayer en los efectos contrarios de la misma providencia, siempre en el filo del 1%. La dirigente liberal Vesna Pesic, cuyo pequeño partido boicoteó los comicios, resumió así el resultado: "El nuevo presidente se limitará a cumplir las órdenes de su jefe [Milosevic]".

Alivio occidental

A diferencia de los comicios de octubre, esta repetición no ha sido fiscalizada sobre el terreno por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). El foro europeo consideró lacónicamente el pasado seis de diciembre que la televisión oficial serbia había estado absolutamente al servicio de Milutinovic en la primera vuelta. A una nueva y decisiva dosis de lo mismo atribuyen los expertos una parte de los veinte puntos que el ministro de Exteriores parece haber sacado ahora a su rival de extrema derecha, un gigantón de gélidos ojos azules en cuya oficina de Belgrado ocupan lugar destacado fotografías de Jean-Marie Le Pen y VIadimir Zhirinovsky.Los resultados de los comícios presidenciales, que se arrastraban sin conclusión desde septiembre, cuando se inició la saga, han sido recibidos con alivio por la diplomacia occidental y garantizan a Milosevic que seguirá mandando en Serbia, como desde hace 10 años, ahora a través de su testaferro Milutinovic, de 55 años, un cofrade de toda la vida. A Estados Unidos y Europa, que difícilmente se harán eco del supuesto fraude denunciado por los radicales, les garantizan al menos la tranquilidad de no tener que lidiar formalmente, en el umbral del tercer milenio, con un personaje como Seselj, abierto organizador hasta no hace mucho de partidas de pistoleros encargados de exterminar en Bosnia a musulmanes y croatas; y todavía hoy ferviente partidario de una Gran Serbia que haga frontera con una Gran Alemania.

Slobodan Milosevic, durante diez años jefe supremo de los serbios, hubo de catapultarse en julio pasado, por imperativo constitucional y tras agotar dos mandatos, desde la presidencia republicana serbia a la federal y, sobre el papel, decorativa de Yugoslavia: la propia Serbia y la minúscula Montenegro.

Para mantener su absoluto control -denominado "socialismo en una familia", la suya- sobre el depauperado país balcánico, Milosevic necesitaba de dos presidentes a su medida, uno en Serbia y otro en el apéndice montenegrino. La elección en la república adriática el pasado octubre de un relativo rival político de Slobo, el joven y teórico reformista Milo Djukanovic, que tomará posesión el mes próximo, ponía en peligro los planes del jefe panserbio y hacía imprescindible colocar en Belgrado un peón de absoluta confianza.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

El triunfo ayer de Milutinovic, un antiguo comisario político que depuró de elementos liberales la universidad de Belgrado en los años setenta, aporta ahora el imprescindible aceite a la correa de transmisión del presidente yugoslavo. Que por si acaso hizo reelegir este mes a su vicario Dragan Tomic como jefe del Parlamento serbio, o lo que es lo mismo como presidente en funciones de la república. Sólo para el caso de que la participación no hubiera llegado este domingo al 50%.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_