_
_
_
_
_
Entrevista:

"Me habría sentido mejor fusilando"

Es el primer arrepentido de los horrores sucedidos en la Escuela de Mecánica de la Armada, entre 1976 y 1983, mientras duró la represión de la dictadura militar. Lo contó en 1995, en El vuelo. El mismo, oficial de la Marina, participó en los llamados vuelos de la muerte. Luego Scilingo vino a España y se presentó en la causa abierta por Garzón sobre los desaparecidos españoles. Eso le condujo a la cárcel de Carabanchel. Allí se ha realizado esta entrevista.Pregunta. Las Madres de Mayo no le creen arrepentido.

Respuesta. No puedo esperar que ellas me defiendan. Pero he dicho todo lo que sé, aunque las Madres creen que sé más.

P. Tiene cien folios que iba a presentar y no presentó.

R. Había dos formas de presentarme ante el juez; con un escrito o hablando. Y hablé.

P. Los cien folios ¿están guardados?

R. Sí, pero en ellos sólo hay detalles. No tiene sentido ocultar nada.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

P. ¿Es militar de vocación?

R. Sentía orgullo de estar en la Armada, creí que era una institución digna... Y no digo que no lo sea... Estaba convencido de que todo lo que se hacía era perfecto, que mis superiores siempre tenían razón. Lo que aprendí de chico en la Escuela Naval me llevó a creer que lo que se hacía en la ESMA estaba bien; porque si no, posiblemente no lo hubiese hecho.

P. Era teniente de navío y pidió ir a luchar contra los subversivos.

R. Fui voluntario para combatir a los comunistas; ¡Es que era una guerra! Imagine que en España..., que a usted le cuentan de una guerra y le dicen ... ; pero no, usted es periodista, usted va e investiga.

P. Usted también tiene derecho a pensar.

R. Pero si todas las informaciones militares le dicen que hay zonas tomadas, atentados..., eso es la guerra. No lo dudé. Luego sí, por el silencio que se produjo.

P. ¿Ahora cree que aquello fue una guerra?

R. Fue una farsa. No hay guerra cuando un bando tiene una baja y un herido, y en el otro lado hay 4.400 desaparecidos.

P. ¿Cuánto tardó en llegar a esta conclusión?

R. Mi primer asombro fue al ver cómo estaban los detenidos, los secuestrados. Pregunté al subdirector, me dijo que eran muy peligrosos, la única forma de tenerlos. Y tienes que creerlo; ya le digo, era una guerra.

P. Y cuando les miraba a los ojos, ¿veía tanto peligro en aquellos presos?

R. ¡Si tenían capucha! Nunca les vi la cara.

P. Hizo dos vuelos de la muerte; ¿era voluntario, por sorteo, una orden?

R. Me destinaron. ¿Cómo iban a ser voluntarios los vuelos de la muerte?

P. ¿Sabía lo que pasaba en esos vuelos?

R. Sí, era una metodología decidida.

P. Y obediencia debida.

R. No quiero ampararme en eso; sino en la creencia de las explicaciones que daban mis superiores y las jerarquías religiosas; que eran muertes cristianas, que había que negar información al enemigo, que no se podía fusilar por razones políticas.

P. Mirando hacia atrás ¿se considera un estúpido?

R. Pero, por supuesto. Es el problema más grave que tengo.

P. Aparte de considerarse un asesino...

R. Por supuesto. La cuestión es cómo pude aceptar esa situación. Pero fíjese, usted me dice estúpido, pero no fui el único.

P. ¿Qué sintió al ver caer los presos al mar?

R. Pésimo. Volví y me tomé dos vasos de whisky. Y no dejé de hacerlo hasta ser un alcohólico.

P. ¿Hablaba con algún colega?

R. No, enseguida pasabas a ser sospechoso. Yo, lo que pensaba era que no era lo bastante fuerte para entenderlo. Me hacía preguntas; por ejemplo, cómo me sentiría si en vez de los vuelos, me hubieran ordenado fusilar.

P. ¿Y qué se respondía?

R. Que mejor; pero hubiera preferido no hacer nada.

P. Y cómo se arrepiente, ¿de pronto como San Pablo?

R. No. Llega el momento de los juicios y dicen: los comandantes van a aceptar la responsabilidad, pero todo es político. Hasta que en 1994 dije: no lo soporto.

P. ¿Usted torturó?

R. No, lo diría. No hay motivo de ocultar.

P. ¿Lo sabía?

R. Decían que había que sacar la información en 30 minutos, o se quedaba vieja. Nos daban explicaciones técnicas.

P. Los castrenses ¿qué decían?

R. Después del primer vuelo, fui a ver al capellán: padre, ayer hice un vuelo.... Él me dice, vamos a caminar, y me cuenta que no he cometido pecado, que he cumplido los preceptos bíblicos de eliminar la cizaña.

.P. Parece mentira que entre sus compañeros no hallara a nadie con quien hablar.

R. ¿En una guerra? Sólo un compañero me dio a entender que se sentía mal. Desde 1975 habíamos recibido instrucción para captar a los infiltrados, o sea, todos éramos sospechosos. Si mi señora se entera siete anos después.... Yo pasaba las noches borrado, tirado en el living de mi casa. Me atormentaba la duda de que aquello podía ser un problema personal mío. Sabía que todo el que va a la guerra no vuelve bien. Seamos claros, matar no es normal. No quiero que me interprete mal, pero podía suceder que uno fuera más flojo, más débil, que aquello no fuera una aberración. Personalmente no entendía por qué tenía que ser incapaz de asumir una situación que los demás asumían.

P. ¿Se creía simplemente un cobarde?

R. Claro. Y cuando lo planteo en la Armada me hacen estudios psicológicos. Le cuento al psiquiatra, y me responde que con problemas políticos no se puede meter. Y me ofrece una psicóloga de veintitantos años para terapia. Hasta que un día me dije, no, esto no está bien. Luego he visto que al contarle todo al periodista Verbitsky, detalles que nunca pensé que contaría a nadie, que eso me había servido de psicoanálisis.

P. ¿Y cuánto dura eso de creer que no era un buen militar?

R. Dura... En 1991 le mando una nota al presidente.

P. ¿Quería salvar la cara de la Armada?

R. Sí. Creía que la Armada tenía vergüenza de decir la verdad. En 1984, dos oficiales van a rendir cuentas al Congreso, porque si no, no les ascendían, y pienso que es el colmo. ¿Cómo dos? Es un problema general. En una carta, al jefe* de Estado Mayor, le digo que es un problema institucional, que tienen que dar explicaciones y que si él no lo hace, lo voy a hacer yo. Me envió decir, off therecord, que eran tales las aberraciones cometidas que no se podían decir. Así confirmé que no habíamos hecho un pacto de silencio, sino de vergüenza.

P. Pero es extraño que tardara tanto en darse cuenta....

R. Un médico que lo explicó; tenía el ser humano disminuido, anteponía la actitud militar. Amedida que fue pasando el tiempo, ganó el hombre.

P. ¿Qué piensa hoy del Ejército, en general?

R. En Argentina hay que hacer una reforma de la enseñanza militar. Si yo llegué a hacer lo que hice convencido, y los planes de estudios no cambian, no hay nadie que garantice que dentro de veinte años no vuelva a pasar lo mismo.

P. ¿Y de los enemigos de entonces?

R. Eran terroristas. No los defiendo, pero si los 4.500 que murieron en la ESMA hubiesen sido terribles subversivos, estaría en análisis la metodología con que se les eliminó, pero la Armada podría decir: pero mire, los que murieron eran culpables.

P. Cuando escribió al presidente Menem ¿pensó que le haría caso?

R. Totalmente. Pensé que la Armada estaría en contra, y los familiares de los desaparecidos, pero Menem estuvo detenido; creí que buscaría la verdad.

P. Tiene la impresión de haberse pasado la vida confiando en personas equivocadas?

R. Escúcheme, si todas las autoridades dicen, perfecto, y los curas y los obispos, ¿por qué tengo que dudar? Es como si dudara que usted es periodista.... ¿Por qué no creer a mi presidente? En el decreto presidencial del indulto se dice que ese indulto es la aportación del Gobierno para lograr la convivencia y la reconciliación, pero que no se logrará hasta que los actores no se sinceren y reconozcan sus errores.

P. Pero es cierto, ha confiado en las personas equivocadas.

R. Yo estaba dentro de un esquema militar.

P. ¿Los militares no miran a su alrededor?

R. En efecto.

P. Y cuando en 1994 se decide y habla con un periodista, es porque no queda otra solución.

R. No entraba en mi mente, pero al fracasar dentro del esquema militar, lo pensé. Me encontré a Verbitsky, pensé que era cosa de Dios, hablé con él. Pero era zurdo y me preocupé. No dormía pensando que había cometido el error de mi vida.

P. ¿Era contárselo al enemigo?

R. Eso le quiero decir. Yo era un ente, no era un hombre. Iba con mis colegas y tomaba; era famoso por eso. Y siempre pensando cómo pude llegar a esa situacion de la ESMA, a aceptarlo. ¿Me entiende? Es que si usted lee la Biblia, lo de la cizaña.... Porque yo lo leí después, usted no lo creera, fui a buscarlo en la Biblia, y descubrí que hasta los curas habían mentido. Porque la Biblia dice que cuando llegue la cosecha, bajarán los ángeles y separarán el trigo de la cizaña, y que si se hace antes, se corre el riesgo de arrancar también lo bueno.

P. ¿Leía usted libros?

R. No, era muy militar. Ahora leo El nombre de la rosa.

P. ¿Le importa que le crean?

R. No me interesa. Quiero que me crea Garzón, y pienso que me cree. A lo mejor le parece un disparate, pero me sentí muy bien hablando con el juez.

P. Luego de hablar, ¿Dios le perdonó?

R. El tema es muy serio para ser perdonado, pero estoy contento. Tengo dos salidas; seguir preso, y salir libre con posibilidad de' sufrir un atentado. Pero después de haber llegado a un juez, que era lo que necesitaba....

P. ¿Para que le creyeran?

R. Para creer en mí mismo. Entré en la Armada para ser oficial y me convertí en un asesino. Quise a la institución, pero no acepto la actitud que han tenido.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_