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Europa, ¿qué realismo?

El Tratado de Maastricht marca un hito en la íntegración europea y da rango de ley a políticas ultraliberales. A la vez, el espacio europeo difícilmente podrá consolidarse sin profundizar su legitimidad democrática, sin suficiente dotación funcional y sin un enfoque estratégico orientado hacia los problemas básicos.El proceso de unificación ofrece perspectivas diversas y está penetrado de intereses materiales y posiciones ideológicas. El trasfondo del tratado puede interpretarse como una necesidad estratégica, porque, en el contexto de la globalización, sólo el espacio europeo proporciona la dimensión precisa para recuperar cierta capacidad de control sobre los procesos en curso.

Es cierto que la globalización exigiría, en todo caso, una política económica similar a la de Maastricht, porque la globalización, además de un proceso real, es expresión de la ideología neoliberal. Por ello, no son de extrañar las exigencias de los mercados: independencia del BCE, criterios de convergencia y pacto de estabilidad. Modificarlas o situarse fuera de ellas suscita desconfianza y conlleva tensiones. Es un hecho.

Si adoptamos una perspectiva de medio y largo plazo, el tratado no aborda los problemas reales europeos. Ya el Libro Blanco sobre crecimiento, competitividad y empleo señalaba que Europa, con un modelo de producción y consumo de difícil sostenibilidad, se desangra al infrautilizar su potencial humano y sobreutilizar los recursos materiales, aunque el tratado, en la práctica, lo ignore.

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Es de sobra sabido que ni desde el punto de vista teórico ni desde el empírico puede el planteamiento de Maastricht recabar para sí una fundamentación económica indiscutida, porque la opción elegida no tiene un sólido apoyo en la ciencia económica.

¿Es el tratado reversible? No sería fácil cambiarlo, aunque en política todo sea posible. Requeriría unanimidad de los miembros y lograr de nuevo el respaldo de los respectivos parlamentos. Sin embargo, los criterios de convergencia, a la luz del propio tratado, son interpretables. No tiene por qué haber automatismo.

¿Cuáles son las posibilidades de cumplir el calendario y cuáles las consecuencias de un eventual retraso? El calendario se puede cumplir si no se repara en costes sociales y económicos y se admite la llamada contabilidad creativa. Por otro lado, un eventual retraso puede tener consecuencias en cadena. Un solvente analista titula: Postergado equivale a abandonado. El proceso parece prisionero de una lógica propia que hace ineluctable el cumplimiento de unos criterios arbitrarios.

¿Se acaban los problemas con la llegada al euro o empiezan entonces los de más entidad? La tercera fase es procelosa, y las consecuencias del éxito, inquietantes. Renunciar a la política de tipo de cambio, carecer de política fiscal global y dar plena autonomía a una política monetaria ortodoxa dejan como único instrumento de ajuste al mercado de trabajo, con consecuencias, profundamente asimétricas para los Estados miembros, ya que, si bien algunos van a aplicar la misma política que en el pasado, para otros, hacerlo implicará competir con hándicap. Difícil.

Una brújula para orientarse. No puede negarse que todo esto parece una maraña: una necesidad estratégica frente a un planteamiento arbitrario que vende como necesidad objetiva lo que no lo es. Se imponen costes de acceso y aun mayores de proceso ulterior, pero aplazarlo puede desencadenar una espiral regresiva y conducir al abandono de algo relevante desde una perspectiva histórica. ¿Cómo situarse ante valoraciones tan contradictorias?

Diagnóstico de los problemas europeos. Es lícito que se inicien aquí las discrepancias, pero es sano que se hagan explícitas. Elíjase entre empleo, sostenibilidad, intervencionismo, rigideces de los mercados, inflación, déficit público, cobertura social..., situando el contexto mundial y evaluando sus tendencias.

Selección ponderada de objetivos. En economía no se puede querer todo a la vez. Hay que optar, aunque a menudo las verdaderas prioridades se enmascaren. ¿Acaso hay alguien que desprecie abiertamente el empleo, la sostenibilidad o la equidad? Las propuestas siempre se plantean como distintos caminos para conseguir lo que la sociedad no aceptaría que fuera relegado. Aunque no sea cierto.

Consciencia de las restricciones. Pueden provenir de la correlación de fuerzas de aspectos institucionales y de la exigente dinámica derivada del proceso de globalización. Y no cabe ignorarlas.

Medios proporcionados a los fines perseguidos. No todas las elaboraciones teóricas están bien fundadas. Algunas tienen, por debajo de su brillante envoltorio formal, inconsistencias importantes. Además, en el mundo real, para conseguir algo, hacen falta fuerzas sociales capaces de resistencia, impulso y capacidad política en cada país y en el espacio europeo.

Estrategia. Si hemos sido capaces de razonar de forma explícita sobre diagnóstico, objetivos, restricciones y medios, estaremos en mejores condiciones para optar por Una articulación consistente de prioridades en el tiempo. Nunca fácil, siempre excluyente de algo, siempre con costes derivados. Nada está claro, porque el tema es complejo y no hay soluciones sin coste, pero sí puede afirmarse que frente a la tendencia del neoliberalismo de crear compromisos sociopolíticos de no-return se requiere movilización social frente a los poderosos intereses económicos y políticos que están a favor de la actual estrategia; argumentos y propuestas que sean capaces de proponer alternativas fundadas y creíbles; presión política para combinar pragmatismo y utopía en un nuevo realismo.

Y, en todo caso, un amplio debate sobre lo que está en juego, sobre lo que está pasando, un debate que no nazca prisionero del pensamiento único y que sopese qué es preferible o menos malo, si que la unión monetaria llegue en los plazos, si retrasarla, si distanciarse de su actual formulación. Y atreverse a pensar en un futuro incierto.

Ángel Martínez González-Tablas es profesor titular de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense.

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