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Franco Baresi baja la bandera

A los 37 años y con tres Copas de Europa, el gran líbero del Milan decide abandonar el fútbol

"Todavía no consigo hacerme a la idea: he dejado de correr tras los adversarios para siempre...". Franco Bares¡ es un hombre emocionado cuando pronuncia sus primeras palabras como ex futbolista. El tiempo suficiente para colgar las botas y ponerse el traje de directivo de alto rango: porque, desde esta semana, el capitán se ha convertido en vicepresidente del Milan, encargado de la cantera. Un paso enorme y repentino para permanecer unidos -club y futbolista- aún más allá de los 20 años que han pasado juntos.Está emocionado y abrumado, ante una increíble cantidad de micrófonos, blocs de notas, cámaras de televisión, flashes. Las frases se suceden entre pausas y risitas porque hablar siempre le ha resultado mucho más difícil que jugar al fútbol. Al lado de un locuaz Galliani y de un Braida insólitamente taciturno, Baresi ha empezado disculpándose: "Os he hecho esperar todos estos días, pero quería estar bien seguro, tenía muchas cosas en qué pensar. Por fin me he decidido a decir que basta, no juego más. He preferido hacer las cosas con calma, porque necesitaba sentirme tranquilo en mi fuero interno. Pues bien, ahora lo estoy, aunque me cuesta creerlo".

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Detrás de estos días de larga espera está una negociación nada fácil con los dirigentes milanistas, que con mucho gusto le habrían enviado a Monza para que enseñase su experiencia y su trabajo, antes de volver a llamarlo a la casa madre. Pero Baresi no ha aceptado, tentado como estaba por la idea de jugar en otro sitio, puede que en el extranjero: otras dos temporadas, una ficha elevada y tensiones reducidas al mínimo. Le ha tocado a Berlusconi. encontrarle una colocación que incluye un retoque del sueldo inicial (de 23 a 30 millones de pesetas al año): naderías para un hombre acostumbrado a ganar varios cientos de millones cada temporada.

El malhumor ha quedado ampliamente mitigado con el ascenso a vicepresidente, que le sitúa -por lo menos en cuanto al cargo- al mismo nivel que Paolo Berlusconi, Gianni Nardi y del mismo Galliani. Respecto a los dos primeros, Baresi tendrá un cargo ejecutivo, es decir, supervisor de la cantera: por así decir, un regreso al futuro junto a Tassotti, que entrenará a las promesas.

Un paso atrás, masticando palabras mordaces para contar los días de la decisión más dura: "Intentaba comprender cuál sería el momento oportuno para dejarlo, y no por una cuestión de resultados. No ha sido esta temporada poco positiva la que me ha hecho parar, sino mi conciencia. Algún adversario ha empezado a echarme, el carné de identidad es el que es, no puedes cambiarlo... He llegado a la conclusión de que para ser grande también hay que saber hacer esto: dejarlo.

Baresi no se limitará a ser un directivo de despacho, "porque lo que de verdad quiero es intentar transmitir a los chicos ciertos valores humanos y de carácter. Además, creo que haré el primer curso de entrenador, el de tercera categoría, aunque de momento no me apetece mucho ser técnico. Tengo muchas ideas en la cabeza, pero, de momento, la emoción prevalece sobre todas ellas. Estoy tan emocionado como al principio: es gracioso... Me voy de vacaciones sabiendo de antemano que después de algunos días de descanso me entrarán ganas de jugar".

El resto ya está almacenado en el baúl de los recuerdos: el momento más bello -"la final de Barcelona con el maravilloso Milan de Sacchi"_ y el más triste -"el descenso"-, los agradecimientos ecuménicos y el reconocimiento del otro mito milanista -"Rivera sigue siendo uno de los más grandes"-, y así sucesivamente, hasta el pequeño gran disgusto de toda una extraordinaria carrera: "Me falta el Balón de Oro. Pero una vez quede segundo, en igualdad de méritos con Van Basten. Es como si lo hubiese ganado".

"Cuando un campeón anuncia que concluye su carrera es un día muy triste. Para Franco ha sido el momento más difícil de su extraordinaria trayectoria, porque decir lo dejo es un poco como acortarse la vida". Hay, en la voz de Nils Lied-holm, la misma emoción con la que el 23 de abril de 1978 siguió desde el banquillo del Milan los primeros pasos de Baresi el día del debú, primer acto de una carrera difícilmente repetible. Liedholm fue el primero de la larga serie de entrenadores que tuvo: de Bearzot a Sacchi y a Capello.

"Siempre ha guiado al equipo en silencio, incluso cuando era muy joven y entre los compañeros figuraban personajes importantes. Pero a él le bastaban pocas palabras para entender y hacerse entender. Esto es lo primero que me llama la atención al pensar en su carrera jugada, desde aquel primer día, a un altísimo nivel. Ha conseguido mantener la diferencia por su gran capacidad para soportar el dolor, prerrogativa de los grandes. Después, la velocidad, extraordinaria en los años de su juventud y a la que después ha añadido la capacidad de intuir lo que iba a pasar. Por eso parecía que el balón iba siempre hacia donde estaba él".

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