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Un asunto interno pero menos

El Giro, que hoy comienza, atrae sólo a los equipos italianos, pero el máximo favorito es un ciclista ruso

No estarán ni Jalabert ni Zülle, primero y segundo en la clasificación UCI; no estará Bartoli, actual líder de la Copa del Mundo; tampoco Riis, el último dominador del Tour, ni Ullrich, segundo en los Campos Elíseos; también se quedan en casa Museeuw y Olano, los dos últimos campeones del mundo; ni siquiera saldrán Rominger y Boardman, los dos últimos plusmarquistas de la hora. Más doloroso aún: ni siquiera Bartoli (tercero) y Tafi (noveno), los mejores italianos en la lista UCI, serán de la partida. Sólo tres de los 25 primeros de la famosa lista -Tonkov, Leblanc y Ferrigato- participarán. En resumen, la carrera que comienza hoy en Venecia es un Giro mediocre, aunque también fascinante si se mira el perfil montañoso de su recorrido. El perfil: es justamente la dificultad del recorrido uno de los motivos que han contribuido a mantener lejos de Italia a algunos de los posibles protagonistas. La otra razón -sin duda, la principal- es que la revolución del calendario promovida por el presidente de la UCI, el holandés Hein Verbruggen, ha terminado por penalizar no poco el Giro en favor de la Vuelta.Explicándolo mejor: la decisión de retrasar el Mundial al mes de octubre ha logrado que la ronda española -que se corre en septiembre- revista un valor especial como preparación para la cita del arcoiris. ¿Y el Giro? Se queda a caballo de mayo y junio y, sin duda, penalizado por la nueva distribución de la temporada, que se divide ahora en tres grandes fases: clásicas de primavera, Tour y Mundial. Para lograr un número mínimo de corredores en la salida la carrera rosa ha tenido que recurrir a aumentar a 10 el número de ciclistas por equipo, algo insólito en las grandes pruebas de la última década. Serán 18 los conjuntos participantes, pero 16 de ellos de afiliación o patrocinio italiano.

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Y por si eran pocos los protagonistas de valor absoluto en la línea de salida, la semana pasada se produjo una baja más, la de uno de los históricos del Giro, Claudio Chiappucci. El Diablo vio cómo le retiraban la licencia por dos semanas como mínimo al haber sobrepasado el límite máximo de hematocrito fijado en 50.

Los italianos se conformaban, y hasta se contentaban, con lo que había. Tenemos el Mortirolo y tenemos a Pantani, decían. El Mortirolo continúa. Pantani también saldrá, pero ¿hasta dónde llegará? El pirata nuevo apodo del ciclista que asombró subiendo en el Giro y en el Tour del 94, vuelve a una gran ronda por etapas dos años después del increíble accidente en el que chocó contra un coche todoterreno en el descenso final de la clásica Milán-Turín del 95. Pantani está pedaleando fuerte, se exhibió a comienzos de temporada en Murcia y Valencia, pero aparece menos competitivo la víspera del Giro. Habla ahora de cansancio, y de haberse pasado con los kilómetros, de bulimia competitiva.

Así que los italianos tienen el Mortirolo, el Campolongo, el Pordoi y el Bracco. Tienen todos, sus Dolomitas y también el Terminillo de los Apeninos, pero qué corredor italiano podrá con ellos mejor que el ruso Pável Tonkov, el ganador el año pasado de otro Giro diseñado para Pantani. Ellos hablan de todos sus secundarios, de todos sus escaladores pequeñitos, limitados y veteranos. Ninguno llega a 1,80, ninguno pasa de 65 kilos. Qué lejos del modelo Induráin, Riis u Olano.

Hablan de Zaina, segundo en el 96, y de Gotti, quinto. Hablan de los dos jinetes de la apoteosis del Mortirolo 96, de los que en compañía de Tonkov y Ugrumov hundieron a Abraham Olano. También estará por arriba el francés Leblanc, reciente ganador del Giro del Trentino, aunque aún sea una incógnita -y ya tiene 30 años- su comportamiento en una carrera de tres semanas.

No se habla tanto de otro ruso, del rubio que derrotó a Miguel Induráin en el 94. No es -que se haya perdido tanto la confianza en Evgeni Berzin, sino que el ciclista ruso de Viborg ha mostrado en los últimos años una cierta limitación en la alta montaña. Y este año, su dominio, la contrarreloj, bien poco pinta. Sólo habrá 57 kilómetros en ese ejercicio, distribuidos en un tramo de 18 (tercera etapa) y otro de 39 (18º). Demasiado poco para equilibrar los tres finales en alto -Terminillo, quinta etapa, Cervinia, 14 a, y Tonale, 20ª y los 25.000 metros de desnivel altimétrico.

Igual que en 1995, la participación española será prácticamente simbólica. Se reducirá al Kelme y a Félix García Casas y a Jaime José Hernández, que corren en el Festina, equipo en el que tendrán libertad de acción ya que acude a Italia sin líder. En el equipo dirigido por Álvaro Pino destacan Edo -sorprendente ganador de una etapa al sprint el año pasado-, Domínguez -grande en las contrarreloj: intentará la sorpresa en la primera de las cronometradas- y el escalador Marcos Serrano, que intentará dejarse ver los últimos días.

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