"Yo soy el director de orquesta"
Samaranch está en su despacho del primer piso en el viejo edificio del Castillo de Vidy. No quiso cambiarse cuando, se construyó el nuevo, obra del ya miembro honorario del COI, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Es el despacho al que acude todos los días mientras se encuentra en Lausana, desde su vivienda en el hotel Palace. Y el lugar donde confiesa sentirse feliz nada más abrir la puerta porque su trabajo es su vocación. Faltan apenas dos horas para que el comité de selección decida las cinco ciudades finalistas para organizar los Juegos del 2004 y él está a punto de despachar con el director general del COI, François Carrard. Samaranch no ha estado en el comité por pertenecer al país de una de las candidatas, Sevilla, y no sabe nada de lo que va a suceder, pero tiene que ir a presidir el acto. Con su naturalidad habitual incluso le pregunta a Carrard para confirmarlo: "¿Sabes tú algo?". "Rien du tout', (nada de nada) es la contestación de su director con un gesto muy elocuente.Y no lo sabe, pero es de lo poco que se le escapa. Y tampoco es sustancial para él. Tiene muy claro hasta dónde puede llegar y por qué se ha ganado a pulso el poder que al final siempre ejerce. En el fondo, le temen y le admiran. No necesita enterarse de muchas cosas quizá porque se las cuentan. El no lo dice, pero también se intuye. Y confiesa: "He sido un gran coordinador. Cuando hay éxitos los comparto y cuando hay fracasos ayudo. Doy la cara. Yo, delego. Soy como un director de orquesta. Me siento y la gente toca".
Es una manera muy musical de decirlo, pero también se podría contar de otra forma, que él nunca hará. Su astucia le ha dicho siempre que al enemigo o al rival, si es valioso, vale más tenerle controlado y contento en casa, que intrigando fuera. Por eso ha colocado sucesivamente en distintas comisiones del COI a personajes que podrían haberle hecho sombra. Al final, ninguno lo ha conseguido y simplemente se han ido quemando en beneficio de la composición olímpica, una obra ya multimillonaria e imparable. Pero sobre todo, a la vista de que sigue sin despuntar ningún sucesor, de la poderosa batuta del director de orquesta.
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