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47º FESTIVAL DE BERLÍN

Kragh-Jacobsen y Chris Marker traen nuevas incursiones en la memoria histórica

Vanguardismo tristón de Raoul Ruiz y Kira Muratova

El danés Soren Kragh-Jacobsen, con La isla de la calle del pájaro, en concurso, y fuera de programa, el documentalista Chris Marker, con Level 5, elevan ya a 12 las incursiones de esta Berlinale en la memoria histórica, en las viejas raíces de lo que nos ocurre hoy. Esto es más que un azar o que un amaño de los programadores del festival. Está ocurriendo aquí y fuera de aquí, pues la batalla del cine contra el olvido es ya un rasgo de la respuesta del arte actual a la agresión de la realidad que se avecina. Sin embargo, el francés Raoul Ruiz, con Genealogías de un crimen, y la ucrania Kira Muratova, con Tres historias, prefieren seguir en sus limbos posmodemos.

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ENVIADO ESPECIAL

La isla de la calle del pájaro es una emotiva transposición lírica del mito por excelencia del espíritu de la supervivencia, que es Robinson Crusoe, a uno de los más espantosos escenarios de muerte organizados por los .hombres: el gueto de Varsovia durante los últimos meses de su aplastamiento por el ejército nazi.En La lista de Schindler, Steven Spielberg recompuso en brillantes.ráfagas algunas de las tretas de supervivencias que aprendieron los niños (sus pequeños cuerpos les permitían escurrirse, por inconcebibles rendijas) en el gueto de Cracovia, más pequeño y sin el hacinamiento de proporciones inimaginables que alcanzó la encerrona en el barrio judío de la capital polaca.

Ahora La isla de la calle del pájaro dedica sus dos minuciosas horas de buen cine a la peripecia de uno de los ocho o diez obstinados y astutos niños que, cuando en 1944 fueron abatidos los muros y cortadas las alambradas de la encerrona genocida -en la que en dos años perecieron por hambre y muerte violenta centenares de miles dé personas-, emergieron vivos de sus escondrijos bajo los escombros. El ingenio, el tesón y las ganas de vivir que escondía el famélico rostro de uno de ellos, llamado Alex, es la cantera argumental de esta película, que levanta la tapadera de un estercolero contemporáneo que hay quienes se empeñan en olvidar y quienes responden a este empeño con un puñetazo de evidencias.

En distinto registro estilístico, pero en convergencia moral, se sitúa el filme experimental de Chris Marker Level 5. Este veterano conjugador de entretejidos de documento clásico e innovaciones técnicas audiovisuales propone esta vez, mediante una encuesta y un procesamiento de imágenes llevado a cabo por un sistema de intercomunicación visual (para entendemos, una especie de Internet), la recomposición del complejísimo laberinto de la crucial batalla de Okinawa, terrible matanza donde se decidió el curso de la batalla del Pacífico entre Estados Unidos y Japón en la II Guerra Mundial.

Y, de vuelta a la ficción pura (y dura), ahí queda Genealogías de un crimen, película que se autopiropea como thriller psicológico (calificación demasiado rotunda para un juego lleno de indecisiones de estilo) del que es culpable el chileno-francés Raoul Ruiz, y del que este cronista se autopermitió no ver el final, ya que aun viéndolo no había entendido el principio. Ruiz ha hecho ya (nadie sabe cómo y algunos no sabemos por qué) 43 películas, pero sólo en la 41, Tres vidas y una sola muerte, ha probado el favor del éxito.

Oportunista

Parece que tal favor le ha agradado y se ha decidido a paladearlo, dándonos una auténtica paliza de doble juego a dos barajas: una de luz y otra de sombra, una de inteligibilidad y otra de galimatías, una de seriedad y otra de humor, es decir: una de cal y otra de arena, que es el primer ungüento mágico del oportunista.Ruiz quiere mantener boquiabiertos a sus 12 o 13 incondicionales, pero -apoyado sin rubor en Catherine Deneuve, que está en su mejor momento como mujer y como actriz, y ella sola crea grandes audiencias- busca la manera de compaginar el tono vanguardista y el rito eclesiástico que le pide su exigua parroquia con las tragaderas del hombre común. Y así quiere matar Ruiz dos pájaros de un tiro, que es el segundo ungüento mágico del oportunista. Este, y otros cronistas apuestan a que la pócima le funciona y el lunes que viene se lleva un premio.

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