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Ruiz-Mateos fracasa en su último intento de retrasar el juicio de Rumasa

Lo intentó, pero no lo consiguió. José María Ruiz-Mateos protagonizó ayer una nueva edición de sus habituales pantomimas al acudir al juicio de Rumasa disfrazado de presidiario. El empresario utilizó la vieja estratagema, que ya le había funcionado en una ocasión anterior, de renunciar al abogado defensor para tratar desesperadamente de aplazar una vez más la vista, pero el tribunal se mantuvo firme y el juicio se inició 14 años después de la expropiación. La vista continúa el miércoles con el interrogatorio de 40 testigos.

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, El juicio se refiere sólo a dos delitos de falsedad en documento mercantil, únicos por los que se mantuvo la acusación fiscal de los que autorizaba la extradición de Alemania. La pena máxima es de 12 años de prisión.Y Ruiz-Mateos decidió montarla. La parafernalia se inició en la plaza de Colón, donde estaba en su día la sede de Rumasa. Acudió con un disfraz de presidiario y desde allí hasta la Audiencia Nacional, distante unos 200 metros, fue llevado a hombros, arropado por vanos cientos de partidarios que coreaban consignas contra Felipe González, Miguel Boyer y José María Aznar.

Nada más entrar en la sala, Ruiz-Mateos anunció que renunciaba a su abogado, Marcos García Montes. Era la segunda vez que el ex presidente de Rumasa despedía al letrado en el momento de iniciarse el juicio. La vez anterior le fue designada una abogada de oficio, pero no fue del agrado de Ruiz-Mateos, que volvió con García Montes.

De hecho, García Montes ha presentado numerosas querellas en nombre de Ruiz-Mateos para ejercer la acción popular en casos como Filesa, los fondos reservados, Ibercorp o Roldán. La última la presentó la semana pasada, a propósito de los 200.000 millones de pesetas cuya reclamación por el fisco presuntamente ha prescrito.

El propio abogado, con el que Ruiz-Mateos llegó a representar una escena en público sobre sus elevados honorarios, dijo que no podía continuar porque vulneraría el derecho de defensa y, sin la confianza de Ruiz-Mateos, podría incurrir en delito de prevaricación. El fiscal, Ignacio Gordillo, estimó que no procedía la renuncia y recordó que el letrado podía ser sancionado, mientras que el catedrático Miguel Bajo, defensor de otros acusados, calificó los hechos de "maniobra dilatoria".

El tribunal, presidido por Siro García, entendió que efectivamente se trataba de una nueva maniobra de Ruiz-Mateos y dictaminó que el juicio podía continuar. El magistrado indicó a Ruiz-Mateos que si no confiaba en García Montes podía recurrir a su hijo Alfonso, que es letrado en ejercicio y estaba presente en la vista.

El fiscal procedió entonces a interrogar al empresario, pero éste se negó a responder. Mientras el fiscal dictaba al secretario judicial los 12 fólios de preguntas que tenía previsto formularle, Ruiz-Mateos fue haciendo comentarios del tipo: "Qué ruido más molesto", "que sueño tengo", "cómo me estoy divirtiendo" o "no te creas nada Teresa", dirigido a su esposa que estaba entre el público.

Al concluir, Alfonso Ruiz Mateos se dirigió al Tribunal y aceptó hacerse cargo de la defensa de su padre, aunque pidió dos días para estudiar la causa. El empresario se levantó y abrazó a su hijo, mientras increpaba a García Montes.

El tribunal acabó expulsando de la sala a Ruiz-Mateos. Los familiares iniciaron el desalojo y un sobrino del empresario, Isidoro Ruiz-Mateos, dirigió un corte de mangas al tribunal, por lo que fue detenido y puesto a disposición del juzgado de guardia.

Ruiz-Mateos permaneció detenido hasta que concluyó el interrogatorio de los otros acusados, José Díaz Hidalgo, Carlos Quintás Álvarez, Manuel Sánchez Marín y Luis Romero Agarrado. Luego volvió a hombros a la antigua sede de Rumasa. Nada más dejar la Audiencia, perdonó a García Montes, que daba su palabra de honor de que la pelea anterior no había sido un montaje.

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