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FERIA DE VALDEMORILLO

Casta y nobleza

, Casta y nobleza exhibieron los toros. He aquí dos valores de primer orden que la modernidad pretende soslayar. Una marginación y también un menosprecio totalmente injustos puesto que la casta y la nobleza dan categoría trascendente a los mamíferos. Uno está seguro de que- los primates tomaron conciencia de su condición humana en cuanto comprobaron los muchos bienes espirituales que los nobles sentimientos reportan. Luego creyeron que evolucionaban y lo que les sucedía en realidad era que habían entrado de lleno en la involución. Por eso hay por ahí tanto rebeco y va tocando las narices tanto cabestro.A los encastados y nobles toros de Lampreia sólo les faltaba presencia. Bueno, también les faltaban toreros que los supieran torear pero ésta es distinta cuestión. Lo de la falta de presencia, sin embargo, no debe denunciarse sin matices. Hubo, ciertamente, toros chicos anovillados, mientras otros igualmente chicos no estaban anovillados e imponían respeto. Ése es el trapío. Doctores en Tauromaquia y aficionados eruditos suelen decir que los toros no han de ser grandes ni chicos; basta que guarden las proporciones correspondientes a su encaste. Y algo aún se debe añadir: que tengan expresión y hechuras de toros.

Lampreia / Sánchez, Núñez, Ortés

Toros de Antonio Lampreia, chicos, de encastada nobleza.Sergio Sánchez: estocada -aviso- y dobla el toro (silencio); estocada (vuelta con protestas). Rodolfo Núñez: tres pinchazos y estocada (aplausos y saludos); dos pinchazos, estocada y cuatro descabellos (vuelta con protestas). Regino Ortés: estocada trasera ladeada y rueda de peones (silencio); estocada trasera caída (aplausos). Plaza de Valdemorillo, 8 de febrero. 5ª corrida de feria. Dos tercios de entrada.

Los taurinos, por enredar y para que valgan los toros regordíos de su conveniencia, retan a la autoridad a que especifique por escrito qué historia es ésa del trapío, sabedores de que la definición es imposible. El trapío no se define: se ve.

Anovillados o con trapío, bonitos de estampa, variados de capa, los toros de Lampreia embistieron con encastada nobleza, sin caerse además, excepto el último, que sí se cayó, y no podía embestir. Fueron toros para desplegar todas las esencias del toreó y para que cualquier torero con ganas y con arte alcanzara un señalado triunfo.

Y, sin, embargo, todo eso se echó en falta. Unicamente Rodolfo Núñez interpretó a modo el arte de torear. Lo hizo por la derecha. Tres tandas de redondos en cada uno de sus toros las instrumentó con templanza, ajuste y ligazón y, naturalmente, le resultaron muy bellas. Se echó en ambas faenas la muleta a la izquierda -sólo para una serie; se notaba que no le iba la mano- y desveló ahí que el toreo al natural se le resistía.

Sergio Sánchez cuarteó vulgar los pares de banderillas y dio la nota de color citando sendos pares sentado en una silla. Torero voluntarioso y bullidor, quizá a Sergio Sánchez sólo le falte sentir el toreo, acaso entenderlo. Pegó muchos pases, reiterativos pases infinitos, y siempre les faltaba algo; ora el temple, ora la profundidad; ora la longitud, ora la ligazón. En cambio con la espada estuvo certero y de su mano -y de su corazón, que sin él quiebra la suerte suprema- salieron las mejores estocadas de la tarde.

El toreo se puso de perfil con Regino Ortés y de esta manera el joven diestro desaprovechó la boyantía excepcional del tercer torito. El arte de torear y el rito del toreo podían desarrollarse plenamente con aquellas embestidas nobles y repetitivas, y pues no surgía, la afición se lo tomó a ofensa personal.

El sexto toro carecía de resuello, salió molido de las varas., se aplomó, y se le esfumó entonces a Ortés cualquier posibilidad de desquite. No es que dijera nada el hombre, pero si se quejó, no tenía ninguna razón. Poco antes le había tocado la lotería y tiró el billete a la basura. Señor, señor: qué ocurrencias.

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