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Guerra abierta entre Ruanda y Zaire ante Ia pasividad occidental

Alfonso Armada

El enfrentamiento entre Zaire y Ruanda es ya de práctica guerra abierta ante la pasividad de Occidente. Por segundo día consecutivo, la artillería de los dos países lanzó sus bombas al otro lado de la frontera. El intercambio de fuego fue ayer especialmente feroz entre Goma y Gisenyi, mientras la UE se remite a la ONU para plantearse una intervención y Estados Unidos considera que es un asunto interno africano.

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La guerra civil entre hutus y tutsis que devastó Ruanda resucita bajo una nueva forma en la región de Goma, capital de la provincia zaireña de Kivu Norte, donde más de un millón de ruandeses y los responsables del genocidio encontraron cobijo en el amargo verano de 1994.Un alto responsable de una organización humanitaria, que pidió no ser identificado, declaró ayer que su personal atrapado en Goma pudo ver cómo tropas del Ejército Patriótico Ruandés (EPR, tutsi) se internaron en territorio zaireño e hicieron retroceder a los corruptos e ineficaces soldados del presidente Mobutu, que combaten con milicianos del derrotado Ejército hutu.

Cerca de 200.000 refugiados hutus del campo de Katale quedaron atrapados entre dos fuegos. En Kigali, la capital ruandesa, 150 kilómetros al oeste de donde se desarrollan los combates, entre vendedores de flores y bares concurridos, la guerra parece, sin embargo, una pesadilla lejana.

Tropas de Ruanda cruzan la frontera con Zaire y hacen retroceder a los soldados de Mobutu

La mañana también transcurría apacible en la hermosa villa fronteriza de Gisenyi, levantada junto al lago Kivu, cuando hacia las once las granadas de mortero y los proyectiles de la' artillería emplazados en las inmediaciones de Goma cruzaron el cielo y desataron el pánico entre la población. La mayoría de los 60.000 habitantes de Gisenyi huyeron al interior de Ruanda y el personal humanitario fue evacuado.. La ciudad se convirtió en un lugar fantasmal mientras el fuego de las baterías se hacía más intenso.

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Algunos periodistas vieron a varios interahamwe (los que matan juntos), las temibles milicias hutus que tuvieron un papel relevante en el genocidio de más de medio millón de tutsis entre abril y julio de 1994, que exhibían pinturas de guerra sobre sus cuerpos desnudos y desafiaban a las balas como si por arte de brujería fueran invulnerables. Fuentes humanitarias señalaron que ha habido numerosos muertos y heridos por ambas partes, pero no se ha hecho público ningún recuento fidedigno.

La reacción ruandesa no se hizo esperar. Sus tropas cruzaron la frontera a las dos de la tarde e hicieron callar a las baterías zaieñs y a la artillería del antiguo Ejército hutu. El frente de combate se desplazó al interior de Zaire, a una franja de terreno que las nuevas autoridades de Kigali aseguran que le fue arrebatada a Ruanda en 1910, cuando las potencias europeas decidieron convertir ese fragmento de la región de Kivu en una nueva provincia zaireña. Son los tutsis que residen en esa región, los banyamulenges, zaireños desde hace generaciones, los que combaten contra las tropas de Motubu y las milicias y soldados del antiguo Ejército hutu. Los banyamulenges cuentan ahora con el apoyo decidido del Ejército tutsi ruandés.

Acusaciones de Zaire

Xinshasa volvió a acusar ayer a Kigali de invadir su territorio. Cerca de 100 cooperantes y religiosos están atrapados en Goma, que ha sufrido escenas de pillaje a manos de soldados zaireños y de milicianos de bandera desconocida. El aeropuerto de Goma sigue cerrado y,, por tanto, no se recibe ayuda alguna, mientras la situación humanitaria empeora de hora en hora. El campo de Mugunga, a escasos kilómetros de Goma, alberga ya a más de medio millón de refugiados, huidos de los campos de Kibumba y Katale. Es la mayor aglomeración de desesperados del mundo.

Más al sur, en Bukavu, la capital de Kivu Sur, los banyamulenges han completado la ocupación de la ciudad y han instado a sus antiguos habitantes a que regresen a sus casas. Sin embargo, el olor, que desprenden los cadáveres no enterrados y semiocultos en la floresta actúa de reactivo disuario. Además, el Gobierno de Zaire se resiste a haber perdido Bukavu y emitió un comunicado en el que desmiente la evidencia y asegura que la ciudad sigue "bajo el control de las fuerzas armadas zaireñas", lo que revela que, tan pronto como pueda, ordenará una ofensiva para recuperarla.

La paz está lejos de aparecer en el horizonte, aunque las tropas de Kigali y los rebeldes tutsis zaireños parecen haber conseguido sus objetivos: alejar de la frontera con Ruanda a los refugiados que servían de escudo protector a los soldados hutus del antiguo Ejército ruandés y a las bandas de milicianos que periódicamente realizan operaciones de guerrilla al otro lado de la frontera. El ataque contra Gisenyi, acaso un intento de resucitar en el interior de Ruanda la guerra civil del verano del 94, hizo que los 15.000 tutsis allí refugiados, desde que fueran expulsados de Masisi, al norte de Goma, en abril de este año, comenzarán un nuevo éxodo hacia el interior de Ruanda.

En la capital de Zaire, se vive otra tensión. Mientras el presidente Mobutu Sese Seko lucha contra el cáncer en la plácida y lejana Suiza, su primer ministro, Kengo wa Dondo, vio como la oposición le pedía la dimisión por no haber mantenido una política más dura contra los tutsis. El Parlamento provisional defendió la ruptura de relaciones diplomáticas con Ruanda, Burundi y Uganda, así como el despido de todos los tutsis empleados en el Ejército, en la función pública -o en empresas participadas por el Estado.

Mientras en Kinshasa se desató una auténtica caza del tutsi y técnicos y empresarios de origen tutsi hacían las maletas ante el miedo a un nuevo episodio de limpieza étnica en la región de los Grandes Lagos, la bandera zaireña seguía ondeando en la legación diplomática del régimen de Mobutu en Kigali.

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