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Reportaje:ELECCIONES EEUU 1996

Ganan los buenos

Una dura política logra reducir el crimen en Nueva York y en todo Estados Unidos

Una de las zonas más famosas -aunque menos visitadas- de Nueva York es un área de unos catorce kilómetros cuadrados en el norte de Brooklyn, que la policía conoce como Precinto 75. Son calles muy cinematográficas, plagadas de bodegas que guardan no se sabe qué, licorerías protegidas por poderosos barrotes y algún que otro extraño local de envío de dinero al extranjero. Negros, latinos y descendientes de antiguas olas migratorias se repartían hasta hace poco el espacio sin mucha competencia foránea. En 1993 se cometieron allí 126 asesinatos; en 1995, según cifras, oficiales, sólo 44.El Precinto 75 ha comenzado a atraer últimamente algunas peluquerías, pequeños talleres y algún que otro restaurante. La gente ha empezado a pasear en horas diurnas y el lugar va adquiriendo visos de habitabilidad. La paulatina recuperación del Precinto 75 es el símbolo del éxito en la lucha contra el crimen en Nueva York: el número de delitos grandes y menores ha descendido en los últimos dos años en torno a un 40%, una cifra que confirma ampliamente la tendencia general en todo el país, donde los actos criminales se redujeron el último año en casi un 10%, que se suma a un descenso del 4% del año anterior.

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"Cuando yo llegué a este lugar, en 1994, era habitual escuchar disparos de ametralladoras, como los que uno recuerda en las junglas de Vietnam. En los últimos meses no se ha vuelto a oír un, sólo tiro", declaró al semanario The New Yorker Isaac Mezzadri, el inspector que está al frente de la comisaría de policía del Precinto 75.

Durante décadas, el crimen había echado raíces de forma tan profunda en Nueva York que hoy resulta imposible imaginar esa ciudad sin las mafias que imponían su ley, el comercio institucionalizado de drogas, las pandillas que gobernaban a tiros los barrios humildes, las amenazadoras pintadas del metro y las escandalosas sirenas de los coches patrulla que recorrían sus calles en un círculo de impotencia.

Eso ha dejado de ser así. Nueva York empieza a ser una ciudad segura. Estados Unidos es un poco más seguro, en un proceso que, de confirmarse en anos sucesivos, puede constituir una de las mayores transformaciones experimentadas en la sociedad norteamericana en la segunda mitad de este siglo.

La población parece haber concedido al presidente Bill Clinton el mérito por esta mejoría, lo que constituye una de las principales razones por las que el presidente marcha con tal holgada ventaja hacia la reelección.

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Es el primer presidente del Partido Demócrata que ha incluido la lucha contra el crimen entre las prioridades de su gestión. Clinton ha puesto en marcha un plan para movilizar 100.000 nuevos policías antes del año 2000, ha aceptado la extensión de la pena de muerte y ha conseguido la aprobación de nuevas leyes sobre el control de las armas de fuego.

Las principales organizaciones policiales, tradicionalmente republicanas, le han prestado públicamente su respaldo en esta campaña.

En los dos debates electorales celebrados, Bob Dole ha insistido, sin embargo, que el mérito no es de Clinton sino de Rudolph Giuliani, el alcalde de Nueva York, un duro fiscal, curtido durante años de actividad anticriminal, que con métodos originales y discutibles ha creado escuela en, la batalla contra la delincuencia. Nueva York es escenario de más de una tercera parte de todos los crímenes de Estados Unidos, y por tanto la reducción de los delitos en esa ciudad tiene un impacto muy considerable en las estadísticas nacionales.

La estrategia de Giuliani, concebida por su primer jefe de policía, William Bratton, (sustituido en abril por Howard Safir), está apoyada en dos pilares fundamentales: mano dura contra los criminales de ahora y drásticas medidas para la erradicación de los potenciales delincuentes del mañana.

Las cárceles de Nueva York -y las de todo el país- han alcanzado niveles récord de población, las sentencias de los jueces son más severas y la presencia policial en las calles más ostensible.

En Nueva York han dejado de existir barrios de acceso vetado a la ley, y los agentes gozan prácticamente de carta blanca para poner orden. Hace dos semanas, la ciudad se sintió conmocionada por el caso de un policía que fue absuelto por la muerte de un joven latino, a quien había apaleado salvaje mente hace dos años en el Bronx.

William Bratton modernizó, al mismo tiempo, el cuerpo de policía, redujo su burocracia, jubiló a los agentes de mayor edad y puso a los más jóvenes y agresivos en el frente de combate. Dotó a la mayor parte de las comisarías de un sistema de comunicación electrónica que permite fijar al instante el lugar del crimen y actuar rápidamente contra sus autores.

Algunos expertos creen que el envejecimiento de las bandas criminales, la saturación del mercado de drogas y la mejora general de la situación económica han contribuido también a que las últimas cifras sobre el crimen sean positivas.

Pero la mayor originalidad de la estrategia de Giuliani es la lucha contra, la pequeña delincuencia. "Los que hoy pintan grafittis en las paredes son los principales candidatos a cometer un crimen, algún día", ha dicho en varias ocasiones el alcalde de Nueva. York.

Con esa idea, Giuliani se ha propuesto actuar enérgicamente contra los pequeños delincuentes, "limpiar" la ciudad y crear el entorno de tanquilidad y belleza que erradique, de forma natural, el crimen.

Eso exige, por supuesto,eliminar a los pobres. Ya es menos frecuente por las calles de Manhattan el trásito de homeless que hasta hace poco era caracteristico de la ciudad. Eso se debe en gran parte, a que las autoridades de la ciudad han rechazado en el último año el 60% de las solicitudes de beneficencia pública (welfare), con lo que los pobres emigran para buscar ayuda en otras ciudades.

El mejor empleo de la limpieza emprendida por Giuliani es la calle 42. Para la próxima primavera está prevista la inauguración allí, en el área de Times Square, de un superteatro en cuya construcción Disney se ha gastado 34 millones de dólares.

El alcalde pretende que la presencia de Mickey Mouse expulse de la zona a los que hasta ahora han sido sus inquilinos: los locales de sexo. Éstos se resisten, y han anunciado una demanda contra la alcaldía por violación de la enmienda constitucional que garantiza la libertad de expresión. Pero la "normalización" de la calle 42, donde otras importantes compañías han anunciado inversiones, parece fuera de duda.

Mucho más dudoso es que la disminución del crimen signfique, en verdad, el comienzo de su erradicación definitiva. Todas las estadísticas oficiales coinciden en que los actos delictivos cometidos por adolescentes han descendido sólo -y muy ligeramente- en los últimos meses. Los adolescentes cometen, además, crímenes de mucha mayor envergadura que anteriormente y están mucho más vinculados a las drogas. Numerosos especialistas temen que cuando esa nueva generación de criminales ascienda a la cúspide del hampa, las cifras de homicidios, robos y violaciones volverán a crecer.

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