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FÚTBOL SÉPTIMA JORNADA DE LIGA

El Atlético sufre el 'efecto Sabas'

El Betis logra inmerecidamente un punto en el Calderón con un gol del ex rojiblanco

Santiago Segurola

El efecto Sabas anuló el ejercicio fundamentalista del Atlético, que desbordó al Betis por todos los flancos. Como en sus mejores días, los rojiblancos jugaron como iluminados, con una determinación que intimidó al Betis, que pasa por equipo sólido, con tablas, de los que no se arrugan. Pues se arrugó, hasta que Simeone, que había liderado el trepidante ataque del Atlético, se retiró del partido. Se fue Simeone y apareció Sabas, especialista en modificar partidos en diez minutos. Es un jugador que funciona mejor en los intervalos cortos, cuando viene del banquillo y alborota un poco. Esa capacidad se conoce como el efecto Sabas y el Atlético sabe mucho de ello. Esta vez lo sintió en su cuerpo, después de un partido que debió ganar por decisión y ocasiones.El Betis no hizo negocio con su primer gol, que presuntamente iba a determinar el desarrollo del partido. A pesar de su fama de equipo defensivo y contragolpeador, se sometió al Atlético y cedió dos goles en diez minutos. Alguien se olvidó los vídeos en en su casa porque el Atlético remontó a su manera. Dos tiros de córner y dos goles. Así de sencillo, como tantas otra veces. Los defensores y el portero del Betis asistieron pasivos o hipnotizados a los lanzamientos de Pantic, que es una mina en el Atlético. Y el encuentro, que parecía dispuesto para el Betis, viró a rojiblanco.

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Más que nunca, el mérito del Atlético estuvo en su capacidad de sacrificio, en el esfuerzo colectivo, en su animosa forma de interpretar el fútbol. Desarmó al Betis con una presión extenuante y bien dirigida que impidió el tráfico de la pelota en el medio campo. Si la intención del Betis era enfriar el partido, no lo consiguió. Se vio metido en un torbellino, incapaz de encontrar el tempo, abrumado por la tenacidad de su adversario, que le hizo capitular sin remedio.

Antes de que la maquinaria del Atlético se pusiera en marcha -es decir, un fútbol rápido, impetuoso, de vocación atacante-, el Betis puso en guardia a la hinchada del Manzanares. Aproximadamente fueron cinco minutos, interpretados principalmente por Finidi, que amenazó con laminar a Toni por su banda. Su primera escapada fue a toque de cornetín, recién comenzado el encuentro. Progresó como un felino por la derecha, sacó dos cuerpos al lateral y metió un centro que no alcanzó Alfonso. Luego se produjo el gol y otro par de, irrupciones de Finidi, que parecía incontrolable. Pero el Atlético arregló su tontera con el primer córner. En caso de duda, es un equipo que siempre guarda la carta de Pantic en estas cuestiones.

Resulta asombroso que un año de goles en tiros de falta y de córner no haya provocado las contramedidas de rigor. Debe ser que la magia no está en la pizarra y los ensayos, sino en el pie de Pantic. Le sucede como a Koeman. Tiene algo especial para lanzar la pelota y no hay nadie que lo impida. En cualquier caso, los defensores del Betis hicieron muy poco por salvar el resultado. Y el portero también. Prats se quedó en la raya en los dos lanzamientos y en otro más que estuvo a punto de elevar la cuenta del Atlético.

El segundo gol resumió bastante bien el estado del encuentro. Un córner, un cabezazo y el gol. Pero un cabezazo de Simeone, o sea en plan Belauste, arrollando a todo el mundo. Todo coraje Simeone, como el juego de su equipo en aquellos minutos. Porque el Atlético sabía que el Betis flotaba y no estaba en condiciones de detener la. ofensiva del equipo. Estaba a punto de caer. Sólo se necesitaba un noqueador, un tipo con pegada y poderío. Simeone, naturalmente.

Con los dos goles, el Atlético volteó el resultado y el partido. Nada volvió a ser como al principio, excepto los últimos diez minutos del partido, cuando el Atlético perdió gas y al Betis le dio por asomarse al partido. Sucedió que Simeone no estaba entonces en el partido, que Finidi se puso a jugar y que entró Sabas. Pero antes de que el miedo invadiera a la hinchada y de que Sabas mar cara el empate, el Atlético, llevó la dirección del encuentro con la máxima autoridad. Tuvo ocasiones -sobre todo en el juego alto, donde la estatura de Ríos y Vidakovic no resultó determinante y pareció a salvo de cualquier contratiempo. Le faltó puntería para resolver el encuentro. Es de cir, dejó vivo al Betis, que volvíó a meterse en el partido, primero de forma discreta, de la mano de Finidi, que fue interceptado brutalmente en alguna ocasión, y después de forma colectiva. El último trecho resultó tan dividido que no importó la inferioridad del Betis, sin Vidakovic por expulsión. El resultado quedó pendiente de la moneda. Podía caer para un lado o para otro. Cayó para el Betis, favorecido por el efecto Sabas y por la fortuna. No debió empatar el partido, pero a veces el fútbol se vuelve caprichoso.

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