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EURO 96

El premio a la clasificación

Clemente concede a Amor unas horas para viajar a Barcelona y conocer a su segundo hijo

Ramon Besa

Le gusta dormir entre ocho y nueve horas, y la noche del martes quiso que no fuera una excepción. No lo consiguió plenamente. No es que estuviera tumbado en la cama recreándose con el recuerdo del gol que selló la clasificación española para Wembley. Nunca ha presumido de su tarea y, consecuentemente, busca el marco con la misma naturalidad que regresa sobre sus pasos. El relato suyo es sólo futbolístico: "Yo acompañaba la jugada, pues es lo que me corresponde. Venía desde atrás y busqué sitio cuando el balón fue a la banda izquierda para Sergi. Había que prever el rechace o el remate y, tras tocar Alfonso, vi que se imponía cabecear y asegurar el balón. Tuve claro que si no la metía abajo se me iba hacia arriba".Tampoco es que allí, en la oscuridad de la habitación, con el estómago aún trabajando la cena y el cuerpo fundido por todo el esfuezo de veinte minutos y la tensión de 24 horas, fuera el mejor refugio para idealizar su gesta desde que Clemente le mandó a calentar hasta que se refugió en el córner izquierdo. Podía haber contado una película y, sin embargo, confiesa que no sabe siquiera lo que la pudo leer en sus labios: "No gente sé lo que dije y si me fui a aquella esquina, donde había más seguidores rumanos que españoles, fue para despejar el área y perder un par de minutos que nos venían muy bien".

Quizá en la intimidad, en aquel cuarto del Oulton Hall que comparte con Andoni Zubizarreta, le pidió, al capitán -quizá eso puede que sí- cómo eran las tripas de Wembley. Él estuvo en la grada cuando el Barca ganó la Copa de Europa, por culpa de una sanción, y bueno de Zubi dejó que fuera Alexanco quien recogiera la Copa. El sábado, en cambio, los dos compartirán vestuario. "No sé si jugaré", dice. "Estuve contra Bulgaria, calenté y no salí al campo ante los franceses y sí tuve la suerte de disputar unos minutos con los rumanos".

No dirá jamás, por ejemplo, que soñó con marcar aquel gol y que la victoria contra Rumania estaba escrita en el cielo: "Yo, cuando calentaba, tenía mis dudas sobre lo que pasaría, porque el partido estaba muy peleado y los rumanos sólo hacían que tocar y tocar la bola. La cosa estuvo complicada. Y, en el campo, además no teníamos la misma noción que en el banco sobre lo que sucedía entre Francia y Bulgaria".

Puede que entre el gol, la jugada, los gestos y la nostalgia le robaran algo de sueño, pero Guillermo sólo quería dormirse -"cada cosa debe hacerse en su momento ya aquella hora sólo me apetecía sobarme"- porque ansiaba que amaneciera pronto en Leeds para coger el avión y viajar a Barcelona. Quería sorprender a su esposa Marta y conocer a su segundo hijo, Daniel, nacido el lunes. No había reparado que en Barcelona toda la prensa le estaba ya aguardando en el aeropuerto y Marta le esperaba con los diarios en una mano y Daniel en la otra. Amor nunca tuvo madera de héroe. El niño, como le conocen sus amigos del vestuario, incluso ahora que ya ha cumplido los 28, siempre ha vivido más de ilusiones que de recuerdos.

Durante todo el día de ayer, la clínica Sagrada Familia, conocida entre otras cosas por ser la que atiende a las lesiones de los jugadores del Barça, soportó un constante trasiego de periodistas que aguardaba la llegada del héroe inesperado de Leeds. Mientras algún miembro del personal sanitario sonreía con desdén por la expectación, una persona, con el pelo ya canoso, dirigía miradas de complicidad. Toni Torres, ex jugador azulgrana, padre de Marta, se felicitaba por ser abuelo por segunda vez y comprobar cómo su yerno había alargado la vida de España, informa Angels Piñol.

Amor, que recibió el permiso de Clemente para exprimir su día de fiesta viajando a Barcelona, llegó al aeropuerto de El Prat a las 15.30 en un avión que le trasladó desde Manchester. La soledad del vuelo se transformó en loor de multitud cuando aterrizó en Barcelona. La sorpresa que quería dar a Marta se desvaneció. El jugador, con el uniforme de la selección y refugiado tras unas gafas de sol, arrastraba una poderosa maleta para hacer más liviano el viaje de regreso. "Espero, de todas formas, que no sea el domingo y que podamos vencer a Inglaterra en Wembley", afirmó. Sin haber querido emular a Bebeto en el Mundial acunando los brazos en honor a su hijo ni a Caminero, que se levantó ante Francia la zamarra en la que se leyó el nombre de su hija, Amor no quiso dedicarle el gol solo a Daniel: "También a mi mujer y a Alexandre, el mayor a quien tengo muchas ganas de ver".

Guillermo Amor, conocido por su ponderación, no permitió que nadie se acercara ni por asomo. a la habitación 207. En esta ocasión solo subieron, y muchos, ramos de flores.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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