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FERIA DE SAN ISIDRO

En el barrizal

Llovió copiosamente en Madrid y a la hora fijada para comenzar el festejo parecía seguro que no se daría la corrida. Pero se dio. La dieron 35 minutos después, en un barrizal y bajo un intenso aguacero. 0 sea, que aquello era de locos.Aunque no tan locos ni tan inadvertidos, si bien se mira. En el mundillo taurino, si de llevárselo se trata, el más tonto hace relojes. Y un atento observador podía apreciar que el graderío estaba casi lleno, que aquellas 20.000 almas cándidas (paraguas arriba o abajo) habían pasado antes por taquilla, que en caso de suspender la empresa habría de reintegrar hasta la última peseta, y que eso, para quien le han puesto la miel tan cerca de los labios, no es plan. De donde se deduce que las inclemencias de las taquillas son más determinantes que las del tiempo.

Ventorrillo/ Canales, Uceda, Pireo

Novillos de El Ventorrillo, con trapío, la mayoría rebasó ampliamente los 500 kilos, varios sospechosos de pitones; mansos, con casta y nobles. 1º, que derribó, excelente.Canales Rivera: estocada (oreja); estocada ladeada (escasa petición y vuelta con protestas). Uceda Leal: estocada (vuelta); estocada (vuelta con protestas). El Pireo: media trasera perdiendo la muleta y descabello (palmas y también pitos cuando sale a los medios); estocada -primer aviso-, dos descabellos -segundo aviso- y cinco descabellos (vuelta por su cuenta). Plaza de Las Ventas, 17 de mayo. 7º corrida de feria. Cerca del lleno.

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"La novillada ha salido fabulosa", dice Medina, el ganadero

El atento observador no podría entender, sin embargo, qué papel jugaba ahí la autoridad, representada por el presidente, que lo era, a la sazón, el señor Valderas. "Valderas, que no te enteras", le gritaron en diversos pasajes de la función, y debía de ser cierto, pues ni siquiera se enteró de que estaba lloviendo y el ruedo se había convertido en un barrizal.

Salió al ruedo cuando anunciaron por megafonía que el festejo se aplazaba, lo paseó mayestático, parlamentó brevemente con los toreros y se marchó tan serrano, seguramente con la satisfacción del deber cumplido. O vaya usted a saber con qué satisfacción. En cambio del público se debió de acordar más bien poco. Al público, ya se sabe: que le vayan dando.Y le daban. Se dio la novillada, le dieron al público. En cuestión de dar depende de por dónde, naturalmente- los taurinos tampoco sn maricos. La lluvia fue arreciando a medida que avanzaba el festejo 3, quien no estuviera conforme podía irse con el paraguas a otra parte. Ahora bien, nadie se fue, porque la novillada salía interesantísima. Los novillos de Francisco Medina, muchos de ellos con más trapío que los toros con los que las figuras perpetran por ahí sus gestas, sacaban casta, genio en los primeros tercios, boyantía en los últimos e invitaban a los, toreros a que les cortaran las orejas y salieran a hombros por la puerta grande.

La invitación -mucho se lamenta- no fue atendida. Hubo una oreja y gracias. Los toreros no estaban por la labor de torear según mandan los cánones. A los toreros -el escalafón entero, novilleros incluidos- les ha dado por pegar pases con desmayado ademán y lo que resulta es una cursilería de mucho cuidado. Les viene la inspiración de las figuras, que emplean la técnica del pasa-torito mientras meten adentro los riñones, sacan atrás los hombros, bajan la mano, ponen un aire sansirolé y a eso quieren llamarlo arte. Buen arte están hechos.

Canales Rivera fue el único que transgredió las normas. Cruzó el ruedo, capote al hombro, a la manera de su llorado tío Paquirri, se arrodilló delante de chiqueros, recibió a sus novillos con largas cambiadas, y el riesgo asumido, el barrizal donde se sustanciaba, la lluvia inmisericorde que caía, elevaron a altos grados la emoción de la tarde. Luego lidió y capoteó bien, muleteó decidido, mató estupendamente marcando los tiempos del volapié y se ganó una de las orejas que los novillos ofrecían en convite.

El estilo dicho de los desmayos impidió a Uceda Leal triunfar pues su lote poseyó la pastueñez que inspira el toreo puro y, contrariándolo, excesivos pases esmayaítos pegó, desangelados e inconexos. Al animoso Pireo, más bullidor que templado y reunido, le ocurrió otro tanto. Ahora podrán echar la culpa al toro, al público, al presidente, al barro, a la espá. Pero si se hubieran dedicado a torear de verdad, habrían salido por la puerta grande. Así de claro, así de sencillo.

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