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RIMITTI

"El sufrimiento es una buena escuela"

Se sintió fascinada por la música la primera vez que acudió a una boda acompañando a los hijos del capitán francés para el que trabajaba como sirvienta. Aquel acontecimiento cambió su vida. "Acababa de cumplir 16 años y tenía poco que perder. Dejé de fregar suelos para ponerme a cantar", explicó Rimitti, la cantante argelina de 71 años considerada como madre del Rai. Desde entonces su voz rota no ha dejado de sonar. Ayer debutó en Gijón, en su primera actuación en España, y esta noche canta en la madrileña Sala Caracol.

"El origen de todo lo que canto es beduino, del oeste argelino, de Orán, considerada la capital de la música rai", dice Rimitti moviendo arriba y abajo sus manos tatuadas de henna. Cuando ella empezó no había ni coches, ni micrófonos ni medios de amplificación. "Cantaba a viva voz y eso me enseñó mucho. No me gustaba mucho repetir las canciones que, cantaban los otros, de modo que empecé a pensar en los problemas que había visto en mi vida y a cantar sobre ellos con melodías nuevas. Eran temas que conocía bien, los problemas de las mujeres encerradas y sin derecho alguno, de las huérfanas sin padres, sin educación, de las mujeres que sufren. Canté para las costureras, para las obreras en las fábricas de sardinas enlatadas... El sufrimiento es buena escuela", dice con cierta lejana amargura. Y en ese sufrimiento ha estado la base de su éxito.Su primer disco se escuchaba en los gramófonos que había que accionar manualmente, pero no siente nostalgia ninguna de aquello. Ahora, tras grabar un compacto con músicos de Red Hot Chili Peppers y Robert Fripp, asegura que "cada época tiene su encanto.. Yo canto para agradar a la gente y queda a juicio del público si este último trabajo con músicos del pop es bueno o no", afirma con modestia.

Lugar de cita

La pensión en la que ha permanecido alojada en Madrid la mítica cantante argelina está situada muy cerca de la Puerta del Sol, punto de cita obligado de muchos de los árabes afincados en esta ciudad. A la entrada del portal un hombre, sentado en las escaleras, se calienta con una estufa. Arriba en la pensión el decorado no es menos barroco. Entre sofás de skai, cuadros con paisajes, una nevera y una bicicleta elástica, Rimitti se siente como en casa. Es una leyenda viva, pero su comportamiento es el de la típica señora árabe: todo saludos y amabilidad con el extranjero.Su cara endurecida es una muestra de las dificultades pasadas. Su infancia en el Orán de los años 30 no fue nada fácil. "Soy huérfana y desde pequeña tuve que trabajar en condiciones muy difíciles, en tareas domésticas o en el campo". A pesar de que estaba muy mal visto que una chica tan joven fuera vagando de pueblo en pueblo con unos músicos, ella por lo menos no tenía la presión de una familia o un grupo social. "No tenía a nadie y eso me dio cierta libertad. Tocaba principalmente para las comunidades judía y española que había y con lo que me pagaban compré instrumentos musicales".

La ciudad argelina era en esa época una encrucijada cultural donde se mezclaban tradiciones e influencias de todo tipo. De entonces recuerda con cariño a una colonia española, establecida allí tras la Guerra Civil con la que aprendió unas pocas palabras en español. En los bares con los mostradores de aluminio y baldosas reproduciendo patios sevillanos escuchó un nombre que se le quedó grabado: "Franco", repite todavía.

A través de los exiliados españoles conoció también el flamenco. Reconoce que hay una forma de sentir el cante que une ambas tradiciones. "Lo que expreso lo hago con las tripas, con el corazón y es la forma en que ellos también lo hacen. He visto llorar a los cantaores mientras cantan y ésa es también la forma en que yo llego hasta el fondo de la música que hago".

Las hembras fueron sus primeras admiradoras, se convirtió en una especie de líder de las mujeres oprimidas, pero los hombres también celebraban su música. "Comprendí que ellos también querían que hablara de sus problemas y fue lo que hice. Yo canto para todos los que sufren".

"Soy la madre legítima del rai", afirma con claridad y orgullo. "Porque el rai es puro nervio y también una melodía. Yo arrojé esa semilla que ha dado sus frutos en toda una generación de cantantes de rai, que son para mí como mis hijos. Yo no sé escribir pero puedo cantar de memoria cualquiera de los temas que he compuesto en los últimos 50 años".

La situación política de su país le preocupa, aunque prefiere no hablar demasiado sobre el tema. "Mucha gente está sufriendo en Argelia, mi país, pero también en otras partes el mundo. Yo rezo todos los días para que vuelva la paz. La situación es intolerable, pero no somos nosotros los que decidimos sino Dios. Y le ruego piedad por todas las mujeres argelinas".

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