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¡Preparen los pañuelos!

'La casa de la pradera' regresa hoy a Tele 5

Michael Landon parecía inofensivo cuando se limitaba a ejercer de hijo menor de la familia Cartwright en Bonanza. Casi todo el mundo pensó entonces que no era mas que un actor correcto que hacía lo que le decían y que no tenía más aspiraciones que llegar a fin de mes. No era así. A la que pudo, Michael Landon demostró que era un hombre con una misión: fabricar series televisivas (protagonizadas por él mismo) dedicadas a ensalzar los valores humanos y familiares. Sus dos obras maestras en ese campo fueron Autopista hacia el cielo (en la que interpretaba a un ángel que iba por ahí haciendo el bien) y La casa de la pradera (en la que daba vida al patriarca de la familia Ingalls, un buen muchacho, excelente marido y me jor padre que en el lejano Oeste se dedicaba, por supuesto, a hacer el bien). La casa de la pradera vuelve hoy (a las diez de la mañana) a la pequeña pantalla de la mano de Tele 5. Es difícil pronosticar si tendrá el mismo. éxito que cosechó en TVE durante los años setenta o si, por el contrario, el espectador medio se habrá hecho más cínico y encontrará risible el amasijo de ternurismos y situaciones emapalagosas varias en que consiste cada episodio de esta serie. En los setenta, las opiniones estaban divididas. Éramos bastantes los que detestábamos cordialmente a la familia. Ingalls y sus lacrimógenas andanzas. Pero eran muchos, más los que gimoteaban a gusto en la sobremesa del domingo con las tramposas y eficaces tramas de La casa de la pradera, dignas de los guionistas más hábiles de la factoría Disney.

Desgracias familiares

A Michael Landon, productor y a veces director de la serie, le encantaba hacer llorar al público. Sabía, además, centrarse en los segmentos de edad más proclives al lagrimón, los niños y los viejos. Por eso en la serie abundaban los abuelitos bondadosos con problemas y los tiernos infantes aquejados de alguna desgracia. Si era preciso, Landon utilizaba para sus fines a los miembros de su familia en la ficción: uno aún recuerda la que se armó cuando la hija mayor de los Ingalls se quedó ciega... ¡Situación que papá solucionó casándola con otro dulce cieguito! Aunque han pasado un montón de años desde el primer pase de La casa de la pradera, es muy' probable que sus efectos lacrimógeno-catárticos se mantengan incólumes. No en vano estamos en la era de los reality shows, cuyos protagonistas y espectadores se hartan de llorar. Y además, tampoco hay tanta diferencia entre La casa de la pradera, de Michael Landon, y Los puentes de Madison, de Clint Eastwood.

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