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CUMBRE DE MADRID

Temor a que la polémica entre Chirac y Dini envenene el semestre de la presidencia italiana

Las dotes de moderador de Felipe González no pudieron poner paz. La cumbre estuvo salpicada de pequeños incidentes entre el presidente francés, Jacques Chirac, y el primer ministro italiano, Lamberto Dini, que dentro de dos semanas se hará cargo de la presidencia de la UE. El éxito del semestre en que Italia estará al frente de los Quince peligra de antemano, incluida la cita estelar prevista para el 29 de marzo en Turín. Ese día deberá empezar a negociarse la reforma del Tratado de Maastricht para que las instituciones de la Unión puedan acoger a nuevos miembros.

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Fue la única sombra en el Consejo Europeo. Hubo, reconoció González, "cierta tensión bilateral" entre Chirac y Dini provocada por el doble voto de Roma en las Naciones Unidas condenando las pruebas nucleares francesas. Italia es el único peso pesado de la UE que se ha pronunciado contra Francia. "Chirac se ha mostrado indulgente con los socios pequeños que le han llevado la contraria, pero no acaba de perdonar a Dini", comentó un diplomático español.El jefe de Estado francés confesó a su manera ayer que la herida le seguía escociendo. Aseguró ante la prensa "no tener ninguna pelea con Dini" e insistió en que sentía "estima hacia Italia", pero recalcó que la actitud de su Gobierno en la ONU había sido "poco solidaria".

El primer asalto fue el viernes. Anteayer, el primer ministro italiano pidió que la Conferencia Intergubernamental que reformará Maastricht sea inaugurada. por los jefes de Estado y de Gobierno el 29 de marzo en Turín, aunque después se desarrolle bajo la responsabilidad de los ministros de Asuntos Exteriores. A González y al grueso de los líderes les gustó la idea de empezar solemnemente la negociación, pero Chirac no lo consideró útil.

Finalmente, González hizo aprobar un texto en el que dejaba al libre albedrío de la presidencia italiana las modalidades de la convocatoria de Turín. Empeñado en realzar la fiesta mayor de su semestre, Dini dejó inmediatamente claro que invitaría a los jefes de Estado y de Gobierno a la capital del Piamonte. Chirac se apresuró a advertir que, para esas fechas, él estaría muy lejos de Europa y no podría acudir a Turín.

La ministra italiana de Asuntos Exteriores, Susana Agnelli, no resistió entonces la tentación de arremeter contra el líder francés. "Si el presidente francés", ironizó, "está ese día de vacaciones en Mururoa está claro que no podrá venir a Turín". Mururoa es el atolón del Pacífico sur dónde el Ejército francés lleva a cabo sus pruebas nucleares.

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Sentado al lado de su ministra, Dini se esforzó, sin embargo, por restar importancia a su pelea crónica con Chirac. "Su ausencia en Turín", declaró, "no la interpreto como un síntoma de malas relaciones".

La crispación entre ambos políticos viene de lejos. Saltó a la luz cuando en la cumbre de Cannes, en junio pasado, antes de que Italia se opusiese a Francia en la ONU. Chirac acusó entonces al Gobierno italiano de fomentar devaluaciones competitivas de la lira que habían provocado el hundimiento de las exportaciones francesas de carne de vacuno.

Gritos de una ecologista

A Chirac, sus ensayos le valieron ayer más de un contratiempo. Cuando empezó el turno de preguntas en su rueda de prensa, una ecologista neozelandesa acreditada como periodista irrumpió a gritos contra las pruebas en Mururoa. El presidente le pidió que aguardase su turno de palabra, pero la mujer continuó vociferando hasta que agentes de seguridad españoles y franceses se abalanzaron sobre ella para expulsarla de la sala. Como seguía profiriendo gritos, los escoltas le taparon la boca y algunos periodistas les silbaron para mostrar su desaprobación. El jefe de Estado francés intentó entonces relajar el ambiente. "Puede tratarse de una buena intención", declaró.La Conferencia Intergubernamental que convocará Dini se reunirá una vez al mes a partir de marzo, a un nivel de ministros de Exteriores, e informará de sus trabajos cada dos meses a los países candidatos al ingreso. Durará aproximadamente un año, pero es probable que sólo pueda concluir tras las elecciones legislativas en el Reino Unido, en abril de 1997.

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