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Supervivientes de una década

Sólo Felipe González, Helmut Kohl y Andreas Papandreu siguen gobernando tras la cumbre de Milán

Hace diez años y medio Felipe González asistió por primera vez a una cumbre comunitaria, en la ciudad de Milán. Una década después, el presidente español es anfitrión de la cumbre de Madrid, tal vez su última cita con los líderes europeos. Entre una y otra convocatorias, Europa ha vivido grandes transformaciones, y sólo otros dos líderes de entonces, Helmut Kohl, el decano de los jefes de Gobierno, y un hombre que se debate entre la vida y la muerte resucitado, Andreas Papandreu, encabezan sus países. El resto quedó en la cuneta. También para el líder español la situación es muy distinta: aquel cuarentón con todo el futuro por construir está ahora en el punto crítico de su carrera.La reunión de Milán, hace una década, significó la puesta de largo del socialismo en la entonces Comunidad Económica Europea. España y Portugal habían firmado poco antes su adhesión, y la presencia de sus dos jefes de Gobierno, Felipe González y Mario Soares, completó el monopolio que los líderes socialistas ejercían en las presidencias de los países mediterráneos: Papandreu en Grecia, Bettino Craxi en Italia y François Mitterrand en Francia. La presencia de Jacques Delors al frente de la Comunidad confirmó la quiebra de la tradicional hegemonía democristiana desde los tiempos de la firma del Tratado de Roma.

González es el único líder socialista que ha recorrido la década completa al frente de su país, mientras sus compañeros renqueaban y caían, acosados por las políticas neoliberales y los escándalos de corrupción.

En algunos casos, como el de Bettino Craxi, el cambio producido en el decenio es dramático: ha pasado de ser un revulsivo que abrió nuevos caminos al centroizquierda a refugiarse en un país extranjero (Túnez) para huir del brazo de la justicia.

Los escándalos aparecidos en el último año en España propiciaron las comparaciones entre uno y otro país hasta el punto de afirmar que España vivía una degeneración "a la italiana". Sin embargo, los contextos nacionales tienen diferencias significativas: en España se ha producido una gravísima crisis de credibilidad en ciertas instituciones. En Italia se asiste a un cambio de régimen.

El sistema italiano estaba viciado en su origen porque contenía el veto implícito a que la principal fuerza de oposición, el partido comunista, accediera alguna vez al poder. Las realidades de la guerra fría otorgaron el control a la Democracia Cristiana durante casi cincuenta años con el apoyo de un grupo de pequeños partidos, de los cuales los socialistas de Craxi acabaron por ser la fuerza más importante. A los comunistas se les permitió controlar al poder municipal.

Un sistema de reparto de favores, comisiones, tráfico de influencias y financiaciones irregulares se generalizó por todo el país hasta involucrar a personajes de todos los poderes públicos.

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Extinta la dinámica de bloques, el régimen saltó en pedazos, y los protagonistas del último medio siglo -Democracia Cristiana, socialistas y los llamados partidos laicos- fueron pulverizados, alterándose el conjunto del mapa político. Craxi huyó del país, pero es incontable la lista de líderes del resto de los partidos citados por los tribunales. El actual procesamiento de Giulio Andreotti, la figura emblemática de la Democracia Cristiana y de la República, es la confirmación de que nadie ha quedado a salvo en Italia. Un outsider, Berlusconi, lideró la recomposición del mapa político, pero es su sucesor Lamberto Dini, jefe de un Gobierno de tecnócratas, quien dirige su país..., al menos hasta enero.

Quien tampoco asistirá a la cumbre es el otro gran líder socialista de la década, François Mitterrand. El triunfo de Mitterrand hace 14 años despertó también una enorme oleada de ilusión: por primera vez la izquierda dominaba el escenario en Francia desde la Segunda Guerra Mundial. Mitterrand pretendió al principio aplicar las reglas del llamado socialismo del sur, una fórmula más radical que la socialdemocracia centroeuropea, a la que se adhirieron Papandreu y, brevemente, González. El experimento fue relativamente corto. El final de ciclo, repleto de escándalos y divisiones internas, ha sido caótico. Jacques Chirac, el sucesor, tiene en sus manos todos los resortes del poder.

Si estos dos socialismos, el francés y el italiano, intentan recomponerse de sus cenizas, con diferente suerte, los otros dos parecen reverdecer tras su paso por la oposición: el Pasok griego regreso al poder hace dos años, y los socialistas portugueses, encabezados por Antonio Guterres, gobiernan de nuevo.

En el caso portugués, Soares compartió la primera cumbre de González en Milán, pero muy pronto cedió su lugar al verdadero protagonista de la última década: Aníbal Cavaco Silva, líder del Partido Socialdemócrata (centroderecha, pese a la denominación).

Tras gobernar durante diez años, en dos ocasiones con mayoría absoluta, Cavaco renunció a presentarse a la reelección en las legislativas hace unos meses, cuando las encuestas mostraron el cansancio del electorado y arreciaron las críticas por la crisis económica. El próximo mes de enero podría retornar al primer plano, tras las elecciones presidenciales. La modesta recuperación de los socialistas en el sur se ve acompañada en dos países del centro y norte de Europa. El danés Poul Nyrup Rasmussen y el holandés Win Kok sustituyeron a los dos grandes líderes del centro-derecha que llenaron la vida política de sus países durante la última década: Poul Schlüter y Ruud Lubbers.

Tanto Schlüter como Lubbers fueron hábiles presidentes de Gobiernos de coalición, en unos Parlamentos muy fragmentados, aunque con personalidades algo diferentes: el danés ha debido conciliar continuamente los intereses de un Ejecutivo cuatripartito (el llamado trébol de cuatro hojas), mientras el holandés impuso la práctica del "precocinado", la negociación previa con sus socios minoritarios antes de enviar las leyes al Parlamento. Su regreso como secretario general de la OTAN quedó truncado en el último momento.

Pero el líder europeo con el que Felipe González ha mantenido una relación más íntima desde aquella cumbre de Milán es el canciller alemán, Helmut Kohl. Kohl nunca fue un líder carismático, pero controla la jefatura de la Democracia Cristiana alemana desde hace 21 años. Eligió el camino de la resistencia a la espera de los errores de sus enemigos y los éxitos de su gestión económica. Hoy marcha en los sondeos por delante de una oposición enfrentada en una grave crisis interna.

El ejemplo contrario es el de los conservadores británicos, que no dudaron en reemplazar a la carismática Margaret Thatcher tras comprobar que con ella al frente perderían las elecciones. Thatcher estuvo en Milán, y ahora el jefe se llama Major. Pero el actual jefe de Gobierno británico tiene los mismos problemas que su antecesora. Los conservadores fueron humillados esta primavera en las elecciones parciales. Para poder continuar, Major echó un pulso a su propio partido, del que salió victorioso, por ahora.

A la cita de González se han unido viejos líderes como el luxemburgués Jacques Santer, presidente de la Comisión, aunque no participó en la reunión de Milán, o Deahene, el sucesor del también democristiano belga Maertens. Y también algún líder poco conocido, como Bruton, el líder irlandés democristiano al que se creía acabado hace unos meses y que sustituye al más carismático, y liberal, Garret Fitzgerald.

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