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Entrevista:CUMBRE DE MADRID

Espero que el Consejo Europeo fije el nombre de la moneda única

Alexandre Lamfálussy, de 71 años, guardián de la ortodoxia monetaria europea, está convencido de qué la cumbre de Madrid dará un gran impulso a la moneda única.

Xavier Vidal-Folch

El barón Alexandre Lamfalussy, natural de Hungría (1929) y ciudadano belga, preside con prudencia el Instituto Monetario Europeo (IME), embrión del futuro Banco Central Europeo (BCE). Economista especializado en cuestiones monetarias y del crecimiento económico, fue presidente ejecutivo de la Banca Bruxelles Lambert, miembro del Comité Delors para la Unión Monetaria y director general del Banco Internacional de Pagos de Basilea. Accedió a la presidencia del IME en enero de 1994.Lamfalussy está convencido de que el Consejo Europeo de Madrid resolverá el viernes y sábado las diferencias aún existentes entre los Quince sobre el "escenario del paso a la tercera fase de la moneda única": el nombre de la nueva divisa, la fecha de emisiones de deuda pública en ella denominadas y el momento en que debe hacerse la criba de los que accedan a ella y los que queden fuera. En esta entrevista con EL PAÍS, realizada en la sede del IME en Francfort, apunta también ideas para combatir las previsibles turbulencias monetarias.

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La criba para acceder a la moneda única será en abril de 1998, después de las elecciones francesas

Pregunta. ¿Cumplirán los Quince el compromiso de bautizar a la moneda única?

Respuesta. Lo espero ansiosamente. El nombre es importante. No podemos convencer a los ciudadanos de que la moneda única tiene interés si ni siquiera tiene nombre. Hay que confirmar el ecu u otra apelación. El problema del ecu-cesta es que se ha depreciado respecto a las monedas fuertes, y muchos alemanes asocian el ecu al temor de tener que entregar sus marcos y recibir a cambio una moneda débil. Cuando les explicamos que el nuevo ecu ya no será el ecu-cesta, sino otra realidad, alegan que a nuevas realidades corresponden nuevos nombres. El problema del nombre es políticamente delicado, por eso hasta los ministros lo han dejado sobre la mesa de los jefes de Estado y de Gobierno. Esperemos que se pronuncien. El IME sólo quiere que sea un nombre sencillo y que en todas las lenguas se pronuncie parecidamente.

P. Algunos temen que la coexistencia de monedas nacionales con la europea hasta el 1 de enero del 2002 impida la aproximación de los tipos de ínterés.

R. Todavía hay que definir con exactitud la fórmula, pero habrá una equivalencia jurídica absolutamente cierta entre las diferentes monedas cuyo tipo de conversión se ha fijado y la moneda europea. Equivalencia implica que si usted firma un contrato en moneda nacional, su valor en moneda europea será siempre el mismo. Como acreedor podrá exigir del deudor un reembolso equivalente; Las monedas que participan en la unión monetaria son sustitutos perfectos. No puede haber diferencias de tipo de interés en función de la moneda de referencia, aunque sí según la calidad del deudor.

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P. Ante Madrid, Francia planteaba que todas las emisiones de deuda se denominasen en moneda única desde 1999, mientras Alemania pretendía que cada Estado decidiese cuándo, empezar.

R. Lo natural es que la mayor parte de las emisiones de deuda, si no todas, se hagan en moneda única. Así será desde el 2002. En el período transitorio 1999-2002, lo lógico es que las emisiones a largo se hagan en moneda única, porque se reembolsarán después de la total implantación de ésta. Pero puede imaginarse que los certificados del Tesoro a muy corto plazo puedan emitirse aún en moneda nacional. Las grandes emisiones en moneda única crearán mercados de capitales mucho más líquidos.

P. Si las emisiones tardan, los mercados dudarán de la irreversibilidad del proceso.

R. Lo único cierto es que el BCE anunciará y ejecutará su política monetaria en moneda única desde el primer día. El resto son previsiones. Yo preveo que ese hecho provocará que el mercado interbancario opere inmediatamente en la moneda europea. ¿Por qué debería hacerlo en moneda nacional si la refinanciación será en moneda única?

Cierto: se puede coger una tabla de conversión, y multiplicar y dividir, pero sería una fatiga inútil. También preveo que el mercado de cambios con los países terceros pase a moneda única, porque el BCE operará en ella. Y que los Gobiernos juzgarán que es su interés emitir deuda en moneda única. Pero todo esto no se impondrá, será voluntario, consecuencia lógica de que la política monetaria común se cifre en moneda común.

P. También se ha discutido, ante Madrid, sobre la fecha de la criba entre los países que entrarán -los in-, y los que se quedan fuera -los out-. Bonn propuso el primer trimestre de 1998; París, diciembre de 1997.

R. Esta discusión no logra apasionarme. Faltan aún dos años, en los que pueden pasar muchas cosas. El principio aceptado por la mayoría es que la decisión debe tomarse contando con cifras fiables. Se encontrará la fórmula.

P. Preocupa que las turbulencias se recrudezcan en el periodo intermedio, sobre todo para los países out.

R. Hay tres turbulencias posibles. Una, de ahora hasta la fecha de la criba (final de 1997-inicio de 1998): los mercados tratarán de adivinar quién será elegido y a qué tasa de conversión. Ésta es la más difícil de evitar. Contra ella sólo disponemos de la prudencia. Otro periodo complejo será el año entre la fecha de la criba y la medianoche del 31 de enero de 1998 en que se fijen irrevocablemente los tipos de cambio: se conocerán los países elegidos, pero aún no la conversión. Este periodo será manejable. Una buena elección de los países que pasen en la primera ola eliminará incertidumbres. Además puede preverse que se anuncie no el tipo de cambio, sino el método de su cálculo: por ejemplo, que éste se decidirá en función de. la media de los cinco anos anteriores. En esa hipótesis, cuando empiece 1998, ya has establecido cuatro quintas partes de la cifra final.

P. Quedan las turbulencias de los out.

R. Habrá dos categorías. Los que cumplan los criterios de convergencia y no quieran apuntarse, y los que querrían incorporarse pero no cumplen todavía. Las relaciones entre las monedas incorporadas y las que temporalmente están fuera constituyen el problema más grave. por resolver. No hay que decidirlo en Madrid, pero sí a tiempo, dentro del año próximo. Nadie está interesado en un ataque especulativo masivo a las monedas no elegidas. Propongo seis objetivos: pre servar el buen funcionamiento de la moneda única, evitando variaciones bruscas y duraderas de los tipos de cambio; y trazar criterios claros para el reenganche de los out, porque el Tratado define la unión monetaria como un club abierto. Ese camino sólo puede ser la convergencia, pero convendría enfatizar en ella, realizando análisis de sus progresos cada año y no cada dos. En un año deberemos responder a tres preguntas: ¿Esta relación debe articularse en un ámbito comunitario o mediante un acuerdo de los bancos centrales? ¿Deben ser iguales los márgenes de oscilación para países con diferentes déficit, si se opta por un mecanismo intergubernamental como el actual SME? ¿Debe ser el sistema multilateral o confeccionado a medida?

P. Los países out pueden sufrir un trauma nacional que les bloquee políticamente proseguir con el rigor y la convergencia.

R. Si yo fuera de ellos, me molestaría que me dijesen: "Seguid con vuestros esfuerzos, que ya entraréis algún día". Habrá que ofrecerles un incentivo: una fecha-objetivo y claridad en los criterios. Los que inicialmente queden fuera no pueden quedarse sin perspectiva.

R. No entro en este juego, y no por razones diplomáticas, sino porque es imposible hacer previsiones válidas sobre eso a dos años vista. Ese período nos puede dar sorpresas, buenas y malas. Hace tres años, en Alemania ningún experto secundaba al Gobierno en su previsión de que rebajaría el déficit al 3% del PIB.

P. ¿Qué opina de las posibilidades de España?

R. España ha recorrido un buen trecho de convergencia. Ha demostrado, sin duda, una buena evolución, y está en la buena vía. El nivel de la deuda pública no angustia. El de inflación está controlado en torno al 4%, Así, su problema más grave es la reducción del déficit público al 3%, tarea que exige mayores reformas en el gasto. Ha hecho cosas valientes con los gastos de inversión y en los ingresos. Pero las posibilidades de este esquema están agotadas. Tendrá que afrontar el núcleo duro del gasto. Eso requiere no sólo voluntad política de hacerlo sino capacidad política. El consuelo para España es que casi todos sus socios están en la misma situación. Mire el casó de Francia.

P. ¿Detecta en los dirigentes españoles, del Gobierno y la oposición, esa voluntad?

R. Todos, de un lado y de otro, me aseguran que son conscientes del problema, tal como yo lo veo, y que quieren resolverlo.

P. Los alemanes tienen miedo al ecu.

R. Se disipará si se les explica bien que no cambiarán el marco por una moneda más débil.

P. Felipe González sostiene que el Reino Unido se apuntará en el último momento para salvar la plaza financiera de Londres.

R. Creo que es su interés, y los británicos son muy coherentes a la hora de perseguir su interés. Pero su oposición es muy política, discuten sobre la transferencia de soberanía, y yo veo difícil que esto cambie de aquí a 1998.

P. ¿Cuáles serán los beneficios para el ciudadano?

R. En el 2002, todos: comodidad, ahorro de comisiones para el cambio de divisas. Antes, él establecimiento de tipos de cambio fijos ya eliminará incertidumbres, todos sabrán que compran las otras monedas siempre a igual precio. Más genéricamente, el avance a la moneda única invertirá este clima de falta de confianza de los inversores y consumidores que afecta a la economía europea. El mercado único ya cambió actitudes y la moneda única aún provocará más cambios psicológicos.

P. ¿Y EE UU? Una moneda fuerte europea competirá con el dólar como moneda de referencia mundial. ¿Aceptará Washington?

R. La utilización intemacional de la propia moneda no sólo reporta ventajas: también acarrea a veces inconvenientes. Si yo fuera norteamericano tendría el máximo interés en una Europa políticamente fuerte. La URSS se ha descompuesto, pero Rusia tratará de ocupar su papel. Tenemos la incertidumbre del mundo musulmán. A EE UU le interesa una Europa más unida. No debe darle mucho gusto tener que intervenir en la antigua Yugoslavia.

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