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Nick Leeson, condenado a seis años y medio de cárcel por un juez en Singapur

Isabel Ferrer

Seis años de cárcel por defraudar a la Bolsa de Singapur y seis meses más por engañar, falsificando documentos, a los auditores del Banco Barings. Ésta es la sentencia dictada en Singapur contra Nick Leeson, el operador que acabó con el bicentenario banco británico de negocios. Una vez sancionado su proceder, el juez Richard Magnus le reconvino diciendo: "Usted ha tejido una red de mentiras y ha abusado de la confianza de sus patronos". El acusado, que ha colaborado con el fiscal, mostró su asombro por la dureza de la pena.

Al agente de Bolsa caído le espera ahora una celda en una prisión de alta seguridad en Singapur. Sus abogados, que disponen ahora de un plazo de 10 días para apelar, abandonaron la Corte en silencio, pero sin ocultar su sorpresa por la condena impuesta. Con nueve de los 11 cargos originales ya retirados por la acusación, esperaban más clemencia. De todos modos, la buena conducta y los nueve meses de reclusión que Leeson ha pasado en Alemania, pueden reducir la pena a tres años y medio.De no haber cooperado, el operador hubiera podido pasar 14 años entre rejas. Fiscal y defensores se mantuvieron en contacto hasta minutos antes de conocerse el fallo. Ambas partes habían solicitado al juez que no dictara una sentencia "disuasoria". En otras palabras, una sentencia demasiado dura. Desde Kent, al sureste de Inglaterra, los suegros de Leeson le mandaron un mensaje de apoyo. Lisa, su esposa, estaba presente en la sala de vistas.

Con este castigo ejemplar, Singapur ha querido demostrar que sabe resolver sus problemas y controla sus operaciones financieras. Ha pesado también la convicción de que el operador engañó deliberadamente a su Bolsa Monetaria Internacional y a la firma Barings. Una osadía que puso en peligro los mercados asiáticos. En el Reino Unido, la resolución se ha interpretado como una advertencia. Una llamada de atención para las firmas cuyas ciegas apuestas en los valores, amenazan don quebrar siglos de prudencia bancaria.

Un portavoz de los titulares de bonos de Barings señaló precisamente ayer que este juicio "es un acto secundario" en la batalla legal desencadenada tras el hundimiento del banco. Jonathan Stone, presidente del grupo de tenedores de pagarés, ha dicho que la vista no ha sabido descifrar los enigmas del escándalo. También asegura que estudiará las demandas que puedan ser presentadas ahora. No se descarta que alguna llegue a involucrar a los propios directivos de Barings. Si Leeson ha desvelado nombres o implicado a otros, de poco le ha servido al final. Los seis años y medio de cárcel han calmado algo los ánimos en círculos financieros londinenses. Pero el peligro no ha pasado del todo. En cualquier caso, Stone lamentó que Leeson no hubiera sido extraditado a Gran Bretaña, al afirmar de "desgraciada" la decisión de la Oficina Contra el Fraude (SFO), el organismo británico especializado en los fraudes financieros, de no pedir la extradición. "Barings es una compañía británica, Leeson es británico, los poseedores de títulos son mayoritariamente británicos. El proceso debería haberse producido en Gran Bretaña", concluyó.

Lo que queda enterrado queda es el prestigio de un banco de negocios fundado en 1769 y que perdió con su operador más de 120.000 millones de pesetas. Después de varios intentos de hallar un comprador, la empresa holandesa ING lo adquirió por 210 millones de pesetas. Una cantidad simbólica, comparada con las pérdidas de una entidad que llegó a ser banquera de la reina Isabel II de Inglaterra.

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