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La 'reconstruccion' de Bill Clinton

El presidente consolida sus opciones electorales con la imagen fabricada por su último asesor: Dick Morris

Antonio Caño

La batalla del presupuesto es el último escenario en el que Bill Clinton busca su resurrección. En el cuarto final de su presidencia, pero justo a tiempo para aspirar con garantías a la reelección, el presidente norteamericano ofrece una cara nueva, más firme, más convincente, más conectada con las opiniones del norteamericano medio. Su popularidad ronda ya el 60%, y ha establecido. una ventaja de más de diez puntos sobre su más probable contendiente republicano en las elecciones de 1996, Bob Dole. El responsable del éxito parece tener un nombre: Dick Morris.Dick Morris es un asesor político que, poco después del desastre demócrata de 1994, firmó un contrato de, 240.000 dólares (unos 29 millones de pesetas) al año con el comité electoral de Clinton )ara corregir el rumbo de la Casa Blanca y ayudar al presidente a encontrar su propio espacio.Morris definió entonces lo que él llama la teoría de la triangulación, que consiste en colocar a Clinton en el vértice superior de un triángulo, equidistante de los demócratas liberales y los republicanos de extrema derecha. Estos últimos contribuyeron, sin duda, al trabajo de Morris con una serie de propuestas excesivamente ambiciosas que ellos mismos catalogaron, dé forma extremista, revolución conservadora.

Pero Dick Morris animó a Clinton a hacer su propia aportación a esa teoría con públicos reconocimientos de sus exterores durante la primera parte de su mandato. En los últimos tres meses, el presidente ha admitido en varias ocasiones haber gobernado con el timón demasiado cargado a la izquierda. En un discurso público llegó a reconocer que su plan de aumentar los impuestos de la clase media era una equivocación, y, en una conversación telefónica con un columnista conservador, prometió prestar más atención a los valores morales.

Aunque formado en círculos liberales de Nueva York, Dick Morris, de 47 años, se ha consagrado como asesor en campañas a favor de políticos conservadores. Su más conocido y polémico trabajo sirvió para la reelección como senador de Jesse Helms, uno de los representantes de la extrema derecha republicana. Pero también ayudó a elegir a otro ultraconservador, Trent Lott, para la Cámara alta.

"Los asesores políticos son como los abogados, tienen que defender tanto a los culpables como a los inocentes" ha explicado el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Leon Panetta, para justificar la función de Morris. "Trabaja sobre la base de que él le presenta ideas al presidente, y el presidente las ' acepta o las rechaza. Eso sería todo", afirma Panetta.

El punto débil

Pero eso no es todo. Panetta despacha con Morris regularmente para conducir el trabajo de la Casa Blanca. Lo mismo hace el principal asesor político de la Casa Blanca, George Stephanopoulos. Y lo mismo hace el propio Clinton varias veces por semana. Clinton conoce y confía en Morris desde que éste le ayudó a reconquistar el cargo de gobernador de Arkansas después de su derrota en 1980. Desde entonces, CIinton no ha sido vencido ni una sola vez en las urnas.El punto débil de la estretagia de Morris es que ha obligado al presidente a marcar distancias, con los miembros de su propio partido en el Congreso, y éstos han reaccionado en las últimas semanas de forma hostil contra la Casa Blanca. Fueron fuentes demócratas las que revelaron la relación de Morris con un anuncio publicitario de Helms, muy criticado por su contenido racista.

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Los demócratas sienten que Clinton está tratando de salvarse a si mismo, no al partido. Y ésa es, en realidad, la intención de Morris, que cree que sólo si consigue presentarse ante el electorado como una voz ajena a la lucha interpartidista, como el candidato independiente que tanto reclaman las encuestas, Clinton conseguirá ganar unas elecciones en las que está obligado a atraer muchos votos centristas y conservadores.

La prensa norteamericana ha registrado que Morris ha llegado a decir en una ocasión que, para su discurso del próximo año sobre el estado de la nación, Clinton habrá cooptado ya la mayor parte del programa conservador y habrá dejado a los republicanos arrinconados en el extremo derecho.

Pero Morris sabe también que la reelección será imposible sin los votos tradicionales de la izquierda demócrata. Eso obliga a Clinton a una tercera reconversión, y el debate sobre el presupuesto le da la oportunidad de hacerlo.

Al defender programas sociales que los republicanos quieren eliminar, el presidente puede reconciliarse con los grupos que sospechaban de su anterior redefinición.

El problema, como advierte el historiador Michael BeschIoss, es que, con tanto tránsito de la izquierda a la derecha y de la derecha al centro y del centro a la izquierda, "los votantes terminen por no saber con cuál de los tres Clinton van a contar en enero de 1997".

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