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El retorno de los balladuristas estrecha el cerco a Juppé

Enric González

Alain Juppé está cada vez más solo frente a su propia mayoría parlamentaria. Enemistado desde siempre con los gaullistas duros (Charles Pasqua, Philippe Séguin); peleado con los liberales desde que expulsó del Gobierno a Alain Madelin; criticado por tecnócratas cómo Raymond Barre, y en precaria alianza con los centristas de François Bayrou, al primer ministro francés sólo le faltaba el retorno en bloque de los balladuristas. El regreso a la Asamblea Nacional del ex primer ministro Édouard Balladur -pendiente de una segunda vuelta electoral el domingo próximo- y de sus fieles más significados, Nicolas Sarkozy y François Léotard, completa el cerco de quienes esperan hacerse con el puesto de Juppé.Los primeros ministros, cuando son impopulares, suelen quejarse de que la gente no percibe correctamente su tarea de Gobierno. En el caso de Juppé los problemas de comunicación parecen especialmente graves. Para algunos, en particular en el lado sindical, los presupuestos que ha preparado para 1996 son excesivamente restrictivos e injustamente severos con los funcionarios, los pequeños ahorradores y los consumidores medios. Para otros, mayormente en el lado financiero, y en el de los liberales de Madelin, Juppé es demasiado condescendiente con el gasto público y con los déficits. El ex primer ministro Raymond Barre afirma, como el recién destituido Madelin, que Juppé debería "reducir el gasto público, aunque doliera", ya que "el verdadero problema es la hipertrofia de la función pública". Pero el líder del sindicato Fuerza Obrera, Marc Blondel, piensa en una huelga de todos los funcionarios contra la congelación salarial y se erige en defensor de las conquistas sociales, algo muy caro al francés medio. "Juppé está en serias dificultades", dijo el domingo la dirigente socialista, Martine Aubry. "Se diría que padece esquizofrenia".

Pese a su trepidante arranque, con oleada de terrorismo islámico, controversia sobre los ensayos nucleares e intervención en Bosnia, la presidencia de Jacques Chirac sigue siendo juzgada por su efectividad en las cuestiones sociales. Chirac ganó las elecciones con la promesa de reducir la "fractura socia" y el público francés espera resultados. Pero Juppé, de momento, ha preparado un presupuesto restrictivo, con más impuestos a pesar de la atonía del consumo y ayer anunció que los sacrificios deberían durar por lo menos "dos o tres años más". Mañana, el primer ministro se enfrentará a una de las primeras pruebas serias. de su mandato: tendrá que convencer a su mayoría parlamentaria, escéptica cuando no crítica, de las ventajas de su proyecto presupuestario.

El primer ministro ha aumentado la fiscalidad sobre el ahorro (lo que Chiriac llamaba despectivamente. "el dinero que trabaja mientras su dueño duerme") pero, según una encuesta publicada ayer por el diario Infomatin, el 41% de los franceses cree que la política de Juppé perjudica especialmente a las clases más desfavorecidas, y sólo un 31% considera que su política es equitativa. Juppé achaca todos los problemas al bienio de Édouard Balladur durante el que él ejerció como ministro de Exteriores, por el "desastroso" estado en que dejó las finanzas públicas. Con el retorno de los balladuristas a la vida parlamentaria, Juppé tendrá que matizar las críticas a su antecesor.

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