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AquÍ si se enteran

Aguirre / Mendes, Fundi, LiriaToros de Dolores Aguirre, terciados, serios y cornalones; fuertes, duros de pizufia; con casta, mansos y dificultosos, excepto 5º noble.

Víctor Mendes: bajonazo (pitos),estocada corta atravesada -aviso- y dobla el toro (algunos pitos).

Fundi: pinchazo y bajonazo (silencio); estocada corta baja y rueda de peones (dos orejas

protestadísimas). Pepín Liria: media ,ladeada y rueda de peones (palmas y saludos); pinchazo perdiendo la muleta, pinchazo y estocada caída (palmas).

Plaza de Colmenar Viejo, 29 de septiembre. 4ª corrida de feria. Dos tercios de entrada.

JOAQUN VIDAL

El problema actual del público de toros es que no se entera y, por tanto, cualquier cosa le sirve para pasarse la tarde aplaudiendo, pedir música, pedir la oreja, pedir ¡la-o-tra!, pedir la cabeza del presidente si no accede en el acto a sus exigencias. Y pues sólo pretende satisfacer su triunfalismo, le da igual toro o tora, puyazo en lo alto o zambombazo carnicero, bariderillas asomándose al balcón o tirándose al Pisuerga, toreo reunido o metiendo el pico de la muletaza astrosa, estocada por el hoyo de las agujas o infamante bajonazo.

Bilbao, cuya feria dejó de, aburrir hace tres días, es paradigma de este nuevo público surrealista que ha invadido la fiesta. Colmenar, en cambio, es ejemplo de lo contrario. Aquí sí se enteran. Aquí sale la tora, perpetra pérfido toricidio el individuo del castoreno, parean matadores a cabeza pasada, luego se alivian con el pico o pegan bajonazos echándose fuera, y se dan cuenta de todo, y reaccionan en consecuencia, y le cantan las verdades del barquero al lucero del alba.

En justa correspondencia, si lo que salta a la arena son toros auténticos, lo agradece, y lo aplaude, y da el mérito debido a los lidiadores, y tiene la satisfacción de integrarse en ese espectáculo único en el mundo que constituye la fiesta del arte y del valor. Fue lo que ocurrió en Colmenar, a donde Dolores Aguirre envió una corrida de toros de las de antes; una corrida de toros seria, bien armada, fuerte y correosa. Mansa sin paliativos, ya que los seis ejemplares escapaban a la querencia de chiqueros en cuanto sentían el castigo. Pero con casta también; una casta combativa, que les hacía recrecerse y vender caras sus vidas.

La incógnita fue si esos toros dieron el juego que correspondía a su sangre y su temperamento, ya que recibieron una lidia desastrosa. Capoteados sin orden ni concierto, diestros y peonaje los dejaban a merced de los caballos como si aquello fuera el circo romano y estuvieran echando cristianos a los leones. Peor. Porque no los caballos -gigantescos, acorazados, inexpugnables- sino el feroz sujeto tocado de castoreño que llevaban encima les daba martirio. Para ello, hacía girara su alrededor la mole en que se encaramaba, mientras les apalancaba la puya en el espinazo. Las vueltas mortíferas en torno al toro eran cuantas les diese la gana; cinco sin solución de continuidad y sin dejar de hundir el hierro hasta las entrañas consumó uno de ellos y acabó igual que sus. conmilitones: acorralando al toro contra las tablas.

Alguien habrá de parar los pies a estos matarifes, que han perdido la torería y la vergüenza; que han convertido la suerte de varas en una salvajada intolerable; que le están dando la puntilla a la fiesta, ya de suyo degradada y empobrecida. Con semejante barbarie se corrompe el espíritu de la lidia y todo cuanto sigue resulta devaluado. El toro no sale del trance ahormado sino destruido; muchos desarrollan sentido cuando quizá hubiera mejorado su celo embestidor si se les llega a picar por derecho.

Victor Mendes y Fundi pasaron apuros para banderillear. Fundi, que no se confió con el reservón segundo, reunió un emocionante par de poder a poder al quinto -el mejor de la tarde-, y le hizo una faena tesonera, con sólo tres naturales rápidos y un océano proceloso de derechazos en los que abusó del pico. Mendes se vio desbordado por la casta áspera de su lote pese a que le dio peleona réplica. Pepín Liria ahogó la embestida al aplomado tercero y tampoco pudo domeñar al sexto, que se puso gazapón y desarrolló sentido.

Poco brillantes resultaron las faenas, es evidente; mas el público colmenareño las valoró en su justa medida y siguió con interés las emocionantes vicisitudes de cuanto sucedía en el ruedo. Es decir, lo habitual en las corridas de toros, cuando saltan toros a la arena, y en el tendido hay afición.

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