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La vicepresidencia, fin de trayecto

Hay quien sostiene que fue el infarto sufrido en el verano de 1993 el responsable de una merma palpable en las ambiciones políticas de Michael Heseltine, el nuevo vicepresidente del Gobierno británico. Con 62 años, su carrera política no parece reservarle mayores honores que los que le otorgó Major ayer. Probablemente Heseltine no los desea. Uno de los más veteranos y carismáticos miembros del Partido Conservador, su presencia dentro y fuera de los sucesivos Gobiernos de Margaret Thatcher y de John Major ha contribuido a prestarles siempre algo de color y de brillantez entre montañas de grisura. Sin embargo, Heseltine, el hombre que acabó con la Dama de Hierro en noviembre de 1990, es un ministro lleno de enemigos. Para empezar resulta a menudo insoportablemente vedette y para terminar es un exagerado aficionadollevar la contraria. Sus intervenciones en la Cámara de los Comunes son temidas más por sus compañeros de Gabinete que por sus adversarios laboristas. Nacido en Swansea en el seno de una distinguida familia, Heseltine estudió en Oxford con la mira puesta en Downing Street, su obsesión desde adolescente.

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Quizás consciente de que su perfil demasiado marcado hace de él un primer ministro poco digerible para la derecha del partido, ha optado por ofrecer su fuerza a John Majo para mantenerle al frente del Gobierno y de los tories, pero quedándose la manos libres para dirigir la ofensiva final contra lo Laboristas. Heseltine con su melena rubia y sus pobladas cejas del mismo color es, en cierto modo, e primer ministro que el Reino Unido querría tener pero no se atreve a elegir.

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