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Clinton llega a Moscú con la intención de limar diferencias con el Kremlin

Antonio Caño

ENVIADO ESPECIALEl mundo rinde homenaje hoy en Moscú a la enorme contribución rusa a la victoria sobre el nazismo. Una fecha como esa, que debía ser aprovechada para consagrar la alianza imprescindible entre este país y Occidente, sirve, por el contrario, para poner en evidencia las tensiones que hacen esa alianza inviable. El presidente norteamericano, Bill Clinton, llega hoy a Rusia con la esperanza de calmar en lo posible esas tensiones.

Bill Clinton viene, en cierta medida, como líder del bloque occidental a indagar sobre preocupaciones comunes: seguridad europea, arsenales nucleares y Chechenia. A esa agenda, el presidente norteamericano le ha añadido un problema de interés particular: la venta de tecnología nuclear rusa a Irán.

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Clinton y los principales dirigentes europeos estarán ausentes del desfile militar que forma parte de los actos conmemorativos de hoy. Es un gesto para protestar por la intervención de las fuerzas armadas rusas en Chechenia, donde distintas organizaciones han denunciado abusos de los derechos humanos.

Ese desplante no tiene solución. Y el malestar que eso produce en Rusia, tampoco. Al margen de eso, tanto Rusia como Estados Unidos han hecho esfuerzos para que las diferencias actuales no terminen por arruinar del todo la misión de Clinton.

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Los rusos se han esforzado en las últimas semanas por dar a Moscú el aspecto más festivo posible para hacerle olvidar a sus ilustres visitantes que se encuentran en un país en guerra. Incluso han colocado algunas pancartas en inocente azul que claman "por un mundo sin armas ni guerras". El presidente norteamericano, por su parte, envió la pasada semana una carta a Borís Yeltsin en la que le ofrecía garantías de que la extensión de la OTAN no significaría un movimiento hostil a Rusia, y en la que incluso admitía la posibilidad de que este propio país pudiera algún día sumar se a la Alianza Atlántica.

En una entrevista que publica el último número del semanario Time, Yeltsin advierte que hay ciertas fuerzas políticas en Estados Unidos y Rusia que tratan de abrir una brecha entre los dos países, pero asegura que tanto Clinton como él son firmes en el propósito de que ese intento no dé resultado.

Fuera de esa buena voluntad, que siempre es útil en una reunión en la que la relación personal cuenta, ni Clinton ni Yeltsin pueden ocultar el hecho de que ésta es la cumbre más difícil que han celebrado hasta ahora.

El campo de maniobra de ambos es muy limitado. Cualquier concesión del presidente ruso en los temas de Irán, ampliación de la OTAN, START Il (cuya ratificación estaba, en principio, pendiente de esta cumbre) o Chechenia minaría su autoridad ante su propia opinión pública. Cualquier concesión del presidente Clinton sería, probablemente, desautorizada por su propio Parlamento.

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