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Cerrado por seísmo

La segunda ciudad más afectada intenta recuperarse

"Era una preciosa mañana de invierno y estaba desayunando mi arroz con ciruelas". En ese momento, relata Hanako Hirata, "se oyó un tremendo ruido -gatta gatta- y toda la casa empezó a temblar. En un primer momento, pensé que eran los niños brincando en el piso de arriba En cuestión de segundos, Hirata descubrió con horror que no era el juego de unos niños sino la fuerza de la naturaleza lo que, en esa mañana del martes, estaba sacudiendo con fuerza su casa y la de sus vecinos en la populosa ciudad de Nishinomiya, al este de Kobe. Nishinomiya ocupa, tras Kobe, el segundo lugar en el número de muertos y heridos tras el terremoto del martes.Hanako Hirata tuvo suerte. "Se derrumbó parte del techo pero la casa no sufrió demasiados daños", aseguró ayer. Mientras se dirigía al gimnasio de la escuela elemental Kawakari que sirvió de refugio a su barrio comprobó que muchos de sus vecinos lo habían perdido todo. Pero ni la fuerza del terremoto ha modificado sus hábitos. Ayer por la mañana, en una muestra del tesón japonés, Hirata cogió su bicicleta y se dispuso a iniciar su trabajo diario: reparte yogures y productos lácteos. "Sí, hemos sufrido un terrible terremoto", comenta sin perder los nervios, "pero hay que seguir trabajando".

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No todos pudieron hacer lo mismo. En las pocas tiendas que abrieron ayer en Nishinomiya se alineaban largas colas de pacientes compradores. Una larga nota manuscrita justificaba, en la puerta de un supermercado ubicado en uno de los barrios más afectados por el seísmo, el cierre. "Rogamos humildemente que acepten nuestras disculpas pero no tenemos género y nos vemos obligados a cerrar. Sentimos mucho cualquier molestia que ello pueda causarles".

Katsuo Minami, taxista de 31 años, estaba trabajando cuando tembló la tierra. "Trabajaba en el primer turno y, en el momento del temblor, estaba a sólo 800 metros de la casa de mi abuela, que tiene 91 años".

Una terrorífica escena de destrucción inundaba la estrecha calle donde vivía su abuela. La fachada del edificio de apartamentos donde vivía su abuela se había desplomado. "Trepé entre los escombros hasta el segundo piso y ahí estaba ella, sana y salva, tumbada en su tatami". Cuando la llevó al hospital más cercano, los médicos le despidieron con el argumento de que tenían demasiados heridos graves como para hacerse cargo de una anciana en perfecto estado de salud.

Como la mayor parte de los ciudadanos de Nishinomiya, Katsuo Minami muestra un gesto admirablemente sereno tras el desastre. Ha perdido casi todo, pero exclama: "¡Estamos vivos! ¿Sabe? Todos murieron en el bloque vecino al de mi abuela!".

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