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FERIA DE GUADALAJARA

Sombrerazos, los justos

Gran novedad en la mal llamada corrida de los rejoneadores: dieron los sombrerazos justos. Por estas. Y a veces, muchos menos que los justos. Por estas también.No se crea que la observación es baladí. La gracia de los rejoneadores en la que llaman con incierta intención su corrida, suele ser emprenderla a sombrerazos saludando a las autoridades y a las representaciones, a los conocidos y a los desconocidos, al malvado cervecero que vende caliente la mercancía y a la pudorosa señora de los lavabos, al tendido de sol y al de sombra, a la plaza entera, al mundo, al universo hasta sus ignotos confines... Y no lo hacen por cortesía propia de la buena crianza, sino porque les reporta inmediato beneficio: sombrerazo que dan, ovación cerrada que reciben, de forma que banderillas prendidas en lo alto o en lo bajo, reuniones al estribo o a toro pasado, toreo o destoreo, poco importan para alcanzar el triunfo.

Terrubias / Cuatro rejoneadores

Cinco toros de Terrubias y 3º de Castillejo de Huebra, despuntados para rejoneo; dieron juego. Javier Buendía: silencio. Fermín Bohórquez: oreja. María Sara: dos avisos y silencio. Miguel García: oreja. Por colleras: Buendía-García, oreja; Bohórquez-Sara, oreja. Plaza de Guadalajara, 15 de septiembre. 2ª corrida de feria. Cerca del lleno.

He aquí, entonces, el busilis de la corrida de rejoneadores celebrada en Guadalajara: si los rejoneadores corridos triunfaron sin dar más sombrerazos que los justos, algo debió suceder. Y sucedió, en efecto: intentaban torear a caballo (y algunos hasta lo lograron), ensayaban las suertes con ortodoxa disposición (y algunos lo consiguieron), estuvieron sobrios, medidos en la duración de sus actuaciones, vibrantes, vistosos, lucidos y simpáticos. Ole con ole, pues, para la corrida de los rejoneadores ensombrerados.

Uno de ellos, que fue ella -la rejoneadora María Sara- ni siquiera iba ensombrerada, ya que cogió el sombrero, hizo así, lo lanzó al tendido y dejó al descubierto su blonda cabellera. Bien que resultó la menos afortunada: torpona e indecisa en las reuniones, ocupó el tiempo de su primer toro dando pasadas en falso, clavó desigual, escuchó dos avisos, y habría acabado la tarde en fracaso de no ser porque la corrigió en el turno de colleras prendiendo tres banderillas en la modalidad del violín.

Una revelación constituyó el jovencísimo rejoneador Miguel García (muy conocido en su casa a la hora de comer) a quien correspondió el peor toro; un manso de los que se niegan a embestir, y. así permaneció largo rato mientras el tal García trotaba a su alrededor. Sin embargo cuando García consiguió clavar un rejón de castigo, el toro se puso a brincar por todo el redondel. Y como no era consentidor y le dio rabia la afrenta, se arrancó furioso al caballo. La bisoñez del rejoneador hizo temer lo peor, mas sorprendió al público -y, naturalmente, al toro con un toreo sobrio, medido y eficaz. Y pues banderilleó en lo alto y luego descordó al toro de un rejonazo trasero, se ganó la oreja.

Templadísimo Buendía en sus intervenciones, espectaculares las de Bohórquez con sus entradas de frente, ambos clásicos del rejoneo corrido dieron gusto al público y complacencia a la afición. De manera que todos contentos. Bueno, el primero apuntaba a los bajos y el segundo dejó un vigoroso par a dos manos en el mismísimo suelo -entre otros desajustes-, pero nadie es perfecto. Además, no corrigieron los fallos a sombrerazo limpio. Acontecimiento histórico que se produjo una tarde otoñal en Guadalajara. Por estas.

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