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La música se hizo fiesta en la Quincena donostiarra

Los cocineros Arguiñano, Arzak y Perurena se convirtieron en músicos para los niños

La Quincena donostiarra se vistió de fiesta el pasado lunes alargando así el esplendor de una Semana Grande cerrada con unos espectaculares fuegos artificiales norte americanos. Duró poco la calma. The Scholars inauguraba con brillantez el ciclo de cámara en el hotel María Cristina con un programa lleno de belleza, Marta Zabaleta flustraba al piano en el Museo San Telmo entre los cuadros de Montes Iturrioz los actos dedicados a Ravel entre Ciboure, San Juan de Luz y San Sebastián, y Jean Boyer complementaba su curso de órgano con un recital dedicado a César Franck.

Todos estos conciertos coincidían con la gran fiesta musical dedicada a los niños en el velódromo de Anoeta, momentos después de que terminase la comida musical de homenaje a Orlando de Lasso en su cuarto centenario, organizada por la Cofradía Vasca de Gastronomía.La Quincena musical tiene una especial habilidad en implicar a toda la ciudad en sus actos. Es una de sus glorias. Así, Anoeta se quedó pequeño para recibir a niños y mayores dispuestos a hacer por un día de la música un festejo. Cuando fueron apareciendo los solistas de la Sinfonía de los Juguetes de Leopold Mozart, pudimos comprobar lo que ya intuíamos. En San Sebastián los cocineros son tan populares como los futbolistas, y Juan Mari Arzak, Carlos Arguiñano o Pedro Subijana recibían tantas ovaciones como los jugadores de la Real Sociedad, desde el animoso Loren hasta el recién incorporado Luis García. El alcalde Odón Elorza tocaba el tambor y el levantador de piedras Iñaki Perurena la carraca. Los niños enloquecían con sus ídolos convertidos en músicos, con Perurena dirigiendo a la Sinfónica de Tenerife en la obertura de Guillermo Tell. de Rossini con singular gracia, o con los futbolistas bailando un can-can de Offeribach.

Con una sonrisa

Al final de la primera parte del concierto cantaron todos el Himno a la alegría de la Novena de Beethoven, en medio de una sonrisa generalizada. Los presentadores de Clásicos Populares, Fernando Argenta y Araceli González-Campa, junto a José Ignacio Ansorena, eran los anfitriones de este singular espectáculo patrocinado por nuestros colegas de El Diario Vasco.En la segunda parte, la fantasía e intimidad de la cantata Alegrías de Antón García Abril, sustituyó a la excitación participativa. La obra, de casi una hora de duración, encontró en Víctor Pablo Pérez, la Sinfónica de Tenerife, el coro de niños del conservatorio de la Sociedad Coral de Bilbao, el narrador infantil David Abeijón y la estupenda mezzosoprano Lola Casariego, unos traductores idóneos.

Muchos matices se perdían, efectivamente, por las grandes dimensiones del recinto, pero el entusiasmo final compensó con creces en esta ocasión las condiciones acústicas.

Fue la noche de los niños... y de los mayores rejuvenecidos. Habrá que pensar en ir dando la razón a Víctor Pablo Pérez cuando defiende eso de que "la mejor manera de hacer nuevos públicos es organizar conciertos infantiles. Luego son los hijos los que arrastran a los padres a repetir". Lo cierto es que desde la entonación colectivade la inicial (mejor las niñas que los niños) hasta los comentarios de la salida todo fue emocionante, muy emocionante.

Calidad

La vitalidad de un festival veraniego dedicado a la música clásica depende de muchos factores: la calidad de la programación, el carácter lúdico, la variedad de las propuestas, una política de precios al alcance de la población. La Quincena donostiarra sorprende año tras año con la única baza de la imaginación: le reducen el presupuesto, 230 millones de pesetas en la actualidad, y consigue que la mitad de los conciertos sean gratuitos, sin que la localidad más cara del espectáculo más caro, la ópera, sobrepase las 6.500 pesetas; no tiene un auditorio específico para la música y, sin embargo, utilizan con encanto los espacios más variados, desde salones privilegiados de hoteles de lujo hasta velódromos deportivos.En su concentrada programación tienen su sitio desde los jóvenes intérpretes hasta la música antigua en conventos, desde obras del siglo XX hasta nombres de moda como Gardiner o Van Nevel. Todo ello lo hacen con naturalidad, con calor. Así, los visitantes acumulamos en nuestros recuerdos preferidos el sabor con que la banda de Deva tocó la obertura de La Cenerentola esperando en la estación la llegada del tren. Rossini hace un par de años, o recordamos el fuego que puso Mirella Freni en su recital del ano pasado, o... Se dice siempre que una de las razones del éxito del festival de Salzburgo es que todas las orquestas e intérpretes tocan allí de forma distinta. Algo parecido ocurre en San Sebastián.

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