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LAS VENTAS

Emoción a raudales

Los torazos de José Escolar y el pundonor de los diestros produjeron emoción a raudales. Torazos cárdenos más serios que guardias de asalto; diestros de consolidada torería con más valor que el Guerra. Guardias de asalto, torería, el Guerra... Son términos coloquiales antiguos hoy en desuso, no tanto porque ya no existan ni aquel cuerpo armado, ni esa mística, ni este padre de la Tauromaquia, sino porque no encuentran referencia ni en los toros ni en los toreros que suelen pisar la candente.Ni siquiera emoción a raudales se dice ya... Las corridas de toros consisten en un torucho de alma borrega que le valga a la egregia figura para componer posturas pegando derechazos, y pueda entonces el público pedir una oreja, luego "¡la-o-tra, la-o-tra!", con alborotado frenesí. Es lo habitual en todas partes, menos Madrid.

Escolar / Mejía, Manrique, Norte

Toros de José Escolar, de gran trapío y con casta; 1º, 2º y 6º nobles; resto broncos y con peligro.Manolo Mejía, de Mexico, que confirmó la alternartiva: estocada trasera ladeada (silencio); media (palmas y también protestas cuando saluda). Jorge Manrique: estocada corta y rueda de peones (división); bajonazo (escasa petición y vuelta). Julio Norte: pinchazo bajo, bajonazo tirando la muleta y cinco descabellos (silencio); pinchazo hondo, estocada baja y rueda de peones (vuelta por su cuenta). Plaza de Las Ventas, 3 de julio. Media entrada.

En Madrid (no siempre) salta al ruedo el toro-toro y si el torero-torero no pisa la candente echando el resto, va aseado. La afición madrileña exige el toro-toro, el toreo lo mira con lupa, analiza el estado de la cuestión y emite su veredicto con absoluta crudeza. "Aquí sólo somos del que lo hace", dice cuando se le pregunta por sus preferencias.

Alguno más estricto se atreve a precisar "Somos del toro", lo cual deja perplejos a los turistas que se acercan al coso venteño con ánimo de penetrar la España castiza y olé, impregnarse de la liturgia taurina y cocerse al sol. Ocurre entonces que si sale el torucho de alma borrega no entiende nada, pero si lo que sale es el toro de trapío, más serio que un guardia de asalto, empieza a comprender y sentir esta fiesta singular llamada del arte y del valor.

La emoción a raudales alcanzó a todos. Los toros de Escolar, cárdenos, corpudos y agresivos, igual los mansos que los bravos, vendían cara su lidia y su vida, mientras los toreros les oponían un valor heroico. Poquitín menos el mexicano Manolo Mejía, que no acababa de fiarse de aquellas moles impresionantes, aunque fueron suyos los mejores detalles de técnica torera. Su primer toro se le fue sin torear, por las precauciones dichas y cuando en las postrimerías de la faena se percató de la nobleza del animal y le reposé los derechazos, ya era tarde.

Al cuarto lo pasé al natural, tiró luego de redondo y el toro le pegó un volteretón terrible. Por menores porrazos se llevan a los mundialistas en camilla. Mejía, en cambio, se incorporó sin mirarse, y con la tranquilidad propia del que viene de tomarse un carajillo, le fue combinando al toro agresor pases de tirón y ayudados para llevarlo suavemente al tercio, cuadrar y matar. Técnica torera de buen cuño se trajo de México Manolo Mejía para citar dando el medio-pecho, traerse al toro toreado, cargar la suerte... Le llega a añadir al concierto un ápice de decisión, y los aficionados madrileños saludan con alborozo su advenimiento.

Esa decisión que le faltaba al hermano mexicano derrocharon Jorge Manrique y Julio Norte. Aquel se gustó en los redondos al noble segundo toro -si bien la mano izquierda ni la estrenó-, y al bronco quinto, que le tiró un derrote espeluznante, le montó la faena casi entera por naturales, porfiando, consintiendo, aguantando su embestida reservona. Y hecho el alarde, aún intentó derechazos, pese al peligro que el torazo tenía por ese lado.

Mayores fatigas había pasado Julio Norte frente al tercero, un manso violento que desarrolló sentido y se lanzaba al bulto con ferocidad manifiesta. Julio Norte no le perdió la cara y esperó una ocasión más propicia. Le llegó en el sexto. El toro tomó una vara impresionante: arrancado de largo al caballo, Antonio Vallejo lo detuvo mediante un puyazo memorable, que obligó al toro a levantar los cuartos traseros hasta la Luna mientras los delanteros empujaban su brava codicia contra el peto. Lo malo fue que Vallejo metió el hierro traserísimo. Si acierta en el morrillo, lo sacan a hombros y la historia lo sitúa a la diestra del Badila.

Pastueño el toro, Norte lo toreó en redondo y al natural con esmero, y ahora, por primera vez en la corrida, el raudal de la emoción era estrictamente estético. Menuda tarde de toros pasaron los aficionados, los curiosos, los turistas y Estrellita mujer objeto, cuya ambarina melena refulgía al sol. Eso es una tarde de toros y no las de San Isidro.

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