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Tribuna:POLÍTICA ECONÓMICA
Tribuna
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Decálogo para otra Europa

En estas líneas se pretende ofrecer un escenario económico alternativo a las políticas liberales y a los límites del enfoque keynesiano, que, si bien no escapa al déficit democrático de las instituciones de la Unión Europea y a la correlación de fuerzas políticas que las compongan, tiene el interés de promover la renovación de objetivos, contenidos programáticos, prioridades e instrumentos a utilizar. Esta visión la hemos sintetizado en 10 puntos:1. Abandono de los actuales criterios de convergencia nominal y su sustitución por una política común de reactivación económica enmarcada en la coordinación de las políticas nacionales de los Doce. En consecuencia, deben supeditarse los aspectos monetarios, las limitaciones presupuestarias y en concreto el paso hacia una moneda única a nuevos objetivos económicos que, en especial, deben situar el empleo como prioridad absoluta. Se trata de orientar la inversión de forma selectiva hacia proyectos generadores de empleo, socialmente útiles y ambientalmente sostenibles.2. El reparto del empleo. La reordenación del tiempo de trabajo mediante la reducción efectiva, drástica y generalizada de la jornada laboral adquiere en el contexto europeo una significación evidente. La propia Comisión de la UE reconoce que en los últimos 20 años el PIB europeo aumentó un 80%, mientras que el empleo sólo creció un 9%, poniendo en evidencia que tan sólo con la expansión de la actividad económica es imposible hacer frente de manera radical al problema del desempleo.La consecución de un marco laboral que establezca criterios homogéneos en los países de la UE, en cuanto a edad mínima para trabajar, jubilaciones, jornada y derechos laborales, entre otros, se muestra como una reivindicación social objetiva. Asimismo, la extensión y mejora de la protección social, de programas de formación continuada y la gestión activa del empleo desde las instancias públicas son elementos insustituibles a la hora de abordar verdaderas reformas estructurales en el ámbito laboral europeo.3. Democracia económica. La participación de los trabajadores/as en el seno de las empresas, el reforzamiento de los sindicatos y de los comités de empresa europeos, el derecho a la información y a la corresponsabilidad en la toma de decisiones, así como la articulación de mecanismos que aseguren- la constitución de fondos colectivos de capital, son puntos esenciales para profundizar en el desarrollo democrático de una sociedad y evitar que el proceso de acumulación responda sólo a la lógica del beneficio individual.

4. Impulso de una armonización fiscal comunitaria con claros elementos de progresividad y de control de los movimientos de capital, que supere la tendencia regresiva de sistemas tributarios basados fundamentalmente en impuestos sobre las nóminas e indirectos sobre el consumo -incluso sin discriminar su clase- y en desfiscalizar las rentas del capital. Por otro lado, consideramos prioritaria la incorporación de los costes ambientales a las estructuras impositivas europeas, mediante la implantación de impuestos sobre la energía y tasas de aplicación ecológica, así como el carácter finalista o de afectación -fondos recaudados a programas concretos- de ciertas figuras tributarias.

5. Abogamos por la existencia de una verdadera hacienda pública europea, lo que supone lograr la suficiencia financiera del presupuesto comunitario, que la contribución al mismo se realice atendiendo a criterios de equidad y solidaridad y que tenga un marcado contenido redistributivo. El raquítico peso que supone el presupuesto actual . aproximadamente representa el 1,2% del PIB europeo o el 2% de los gastos públicos de los Estados de la Unión- y su desigual reparto -tanto en materia de gastos como de ingresos- es un instrumento ineficaz para asegurar los mínimos requisitos de cohesión económica.

De la misma forma, la descentralización y la coordinación de las acciones regionales, la participación social en las mismas y la reestructuración de los fondos estructurales y de cohesión hacia proyectos social y territorialmente articuladores son pasos decisivos hacia una auténtica unidad económica y social.

6. Reforma de la PAC. La mayor partida del presupuesto de la UE sigue siendo absorbida por la Política Agraria Común, que distribuye el gasto en sentido contrario a la cohesión: más para las explotaciones más ricas de las regiones más prósperas (el 20% de los agricultores recibe el 80% de las ayudas). Es preciso, por tanto, corregir la actual distribución en favor de las explotaciones familiares y asociativas, dedicando más recursos comunitarios (y financiados solidaria e íntegramente por el FEOGA) para fomentar el desarrollo rural integrado, gestionado con la más amplia participación social.

7. La puesta en marcha de políticas activas en Europa que avancen hacia la reconversión progresiva de los sectores industriales, el I+D, energéticos y de transporte, haciéndolos compatibles con un desarrollo sostenible. A nuestro juicio, el medio ambiente no requiere tanto una política sectorial específica como una integración horizontal de nuevos criterios en todas las políticas. En este sentido, se debe superar la inercia de considerar como proyectos prioritarios las grandes redes transeuropeas de transporte y de energía, en detrimento de otros basados en criterios ambientales y de desarrollo regional y local. La apuesta inequívoca por potenciar vigorosos programas de ahorro y eficiencia energética y de fomento de las energías renovables es un aspecto clave en el diseño de esta estrategia. Por otra parte, es preciso profundízar la capacidad de maniobra pública en estos sectores.

8. Ante los planteamientos anteriores, no parece razonable que el futuro Bancó Central Europeo esté desprovisto de un efectivo control democrático, atento sólo a la estabilidad de las variables monetarias y financieras y al margen de los problemas de la economía real y sus efectos sociales. Por tanto, es necesario invertir la dinámica que independiza a las autoridades monetarias de los parlamentos de los países de la UE, avanzando en su lugar hacia la democratización del sistema financiero en su conjunto y a la adecuación de las actuaciones en la política monetaria a los mecanísmos generales de regulación económica.

9. Más allá del 0,7% del PIB. Pensamos en Europa como el terreno idóneo para el cambio indispensable hacia un nuevo modelo de desarrollo y de cooperación, que sólo puede tener éxito en nuestra parte del mundo si está basado en la solidaridad global efectiva. Es preciso incrementar la ayuda al desarrollo en la dirección centro-periferia, para acelerar la superación de los déficit sociales que padecen las tres quintas partes de la humanidad, propiciando el desarrollo de las capacidades endógenas de estos países.

10. De la misma forma, la UE debe establecer un nuevo tipo de relaciones económicas internacionales, condonando la deuda externa, superando de manera progresiva los fenómenos de dependencia e intercambio desigual y alzando su voz en la escena internacional para cuestionar los fundamentos económicos del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del GATT.

Que seamos capaces en el marco europeo de avanzar hacia un modelo de desarrollo social, económico y ecológico ampliamente sostenible depende de que se acepte o no una cultura más solidaria y colectiva, una cultura que desde la izquierda asuma valores alternativos para hacer frente a los tres desafíos que presenta la actual crisis mundial: paro estructural masivo, creciente pobreza y desigualdad social y destrucción ecológica. De la respuesta que se dé a los problemas va a depender el carácter de la sociedad que se dibuja para el futuro y que desembocará en una Europa de uno u otro signo.

Salvador Jové Peres y Luis Miguel Sánchez Seseña pertenecen al área de economía de Izquierda Unida.

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