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La justicia de los pobres

Algunos jueces lamentan la falta de dedicación y la inexperiencia de los abogados de oficio

"¿Yo voy a ir verle? Que venga él a verme a mí". La frase, en tono ufano y de indiferencia, resume la dedicación que prestan a sus clientes no pocos abogados del turno de oficio de Madrid, "A veces, los jueces nos vemos obligados a hacer de abogados defensores", subraya Ramón Sáez, titular del Juzgado de Instrucción 38 de la plaza de Castilla.Al que no tiene dinero suficiente (quien no gane más de dos veces el salario mínimo interprofesional, fijado actualmente en 60.000 pesetas), el Estado le garantiza un defensor. La lista de Madrid la engrosan unos 3.700 abogados, y a ellos acuden cuatro de cada cinco madrileños con problemas ante la justicia. "Hay honrosas excepciones", sostienen fuentes judiciales, pero el desinterés e incluso la inexperiencia definen a muchos de los letrados que se hacen cargo de los pleitos de los pobres.

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El siguiente caso ocurrió hace algo más un año en la Sección Quinta de la Audiencia Provincial: "Oiga, yo no quiero a este abogado. Acabo de conocerle en el pasillo, y me ha dicho que yo diga lo que quiera y que él haría lo que pudiera". Se lo dijo a los jueces sin empacho: se enfrentaba a una pena muy dura, estaba encarcelado y reclamaba a su defensor una mínima entrega. "Lógicamente, suspendimos la vista", recuerda un magistrado de esta sala.

Andrés Sanz Cabezuelo, presidente nacional del sindicato CSIF-Justicia, asevera que hay "una justicia para los pobres y otra para los ricos". Culpa de ello a la Administración, que no libra "los fondos suficientes".

La escena del abogado de oficio aleccionando apresurado a su defendido -minutos antes del juicio y frente a la sala de vistas- sobre lo que debe responder si le preguntan tal o cual cosa se repite con frecuencia en la plaza de Castilla. De algunas puertas de juzgados cuelgan carteles donde se advierte que no se dejarán ver las diligencias el mismo día del juicio.

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J. M. H., de 20 años, llegó esposado hace unos días al Juzga do de lo Penal 10. Allí le esperaba su abogado, al que no conocía ni de vista. Ya dentro de la sala, intuyó que el hombre con toga negra sentado a la diestra del juez era su letrado. Pese a todo, los familiares del preso excusaron al abogado: "Lo está haciendo bien, creo", confesó uno. Como quien paga es el Estado, cualquier detalle -una simple llamada previa al juicio, si es que ésta se produce- les basta.

A Raúl, un joven con pendiente y jersey verde, le tocó una letrada poco avezada (al desinterés se suma ocasionalmente la inexperiencia). Raúl conoció a su abogada el mismo día del juicio, pero no le importó. "Me ha llamado un par de veces por teléfono", explicó, satisfecho. Los nervios (el turno de oficio es un campo de prácticas y fogueo para muchos abogados noveles) la traicionaron. Su alegato final fue improvisado, tartamudeante y apenas duró tres minutos.

El de Raúl no es un caso aislado, ni siquiera extremo, aunque pone en tela de juicio el funcionamiento y la calidad de la justicia gratuita. Ramón Sáez, titular del Juzgado de Instrucción 38, hace un retrato poco halagüeño: "El abogado de turno de oficio suele ser joven, con cierta inexperiencia y demasiado respeto al poder de los jueces. Muchas veces, no utilizan todas las herramientas legales a su disposición y no defienden de manera valiente". Sáez, miembro de la Asociación Jueces para la Democracia, asegura que son una excepción los abogados de oficio que son conscientes de la importancia de su papel y lo hacen bien.

Coartadas

Los abogados, sin embargo, tienen sus coartadas. "Hay casos en que llegamos al juicio sin conocer al cliente, es cierto", admite María Jesús Riera-Pastor. Tras cinco años de carrera y tres en el turno de oficio, no vacila, sin embargo, en culpar de esa incomunicación a los clientes. "En los delitos menores (lesiones, tráfico de pequeñas cantidades de droga ... ) no vienen al despacho hasta el día anterior al juicio, si es que vienen. Son ellos los que se despreocupan", remacha.

Otros, además, argumentan que con las alrededor de 25.000 pesetas que paga el Estado (depende del caso y la envergadura) no cubren ni los gastos. "Cuatro visitas a Carabanchel, si el cliente está preso, más los oportunos escritos y...". "Es una limosna; si [el Ministerio] quieren un turno de oficio de nivel europeo, también tienen que remunerarlo a nivel europeo", reinvidica el letrado Gregorio Espinosa. Un magistrado de la Audiencia de Madrid difiere de este criterio: "Si no les interesa, que no se apunten al turno de oficio".

"La Constitución reconoce la igualdad de los españoles ante la justicia, pero eso es una declaración formal", sostiene Marcelino Rodríguez, portavoz de la denominada Coordinadora de Abogados del Turno de Oficio. "El problema tiene otra faceta: la justicia gratuita no incluye el pago de peritos, por ejemplo, en los accidentes de tráfico".

Ante la oleada de críticas, el Colegio de Abogados de Madrid, responsable del turno de, oficio, mantiene el tipo: "En términos generales, el sistema es muy bueno", afirma Jesús Santaella, vocal de la Junta. "El índice de quejas contra los abogados de oficio es mínimo". "El año pasado alcanzó apenas un 0,2% de las 100.000 intervenciones gratuitas que se efectuaron en Madrid", añade.

Para mejorar y garantizar la calidad de la asistencia gratuita, cada cual tiene su propia teoría. La Asociación Jueces para la Democracia, de carácter progresista, apuesta por un sistema anglosajón. O sea, un cuerpo de defensores públicos controlados por el colegio de abogados y dependiente del Ministerio de Justicia. Llevar los casos de los pobres sería su única misión. Para Santaella, "es una barbaridad" crear un cuerpo oficial. "El Colegio de Madrid", explica, "exige una antigüedad de dos años y cursos de formación que incluyen ejercicios prácticos".

"Con el actual sistema, para ser abogado de oficio basta con apuntarse a la lista", subraya, por su lado, Javier Martínez Lázaro, titular del Juzgado de lo Penal número 4. María del Prado Torrecilla, juez de vigilancia número 2 y portavoz de la Unión Judicial Independiente, aboga por que todos los letrados (sin excepción, mejores y peores) participen obligatoriamente en el turno de oficio.

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