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LA MAESTRANZA

'Juampedros' de almíbar

Antonio Lorca

Los novillos de Juan Pedro Domecq no son artistas; están conservados en almíbar, y tienen el sabor del turrón blando de calidad suprema. Los juampedros son chicos lucen cabezas para no asustar, muy justas las fuerzas, recorrido largo, el hocico por los suelos, nobleza a raudales y orejas para regalar.Esos novillos, tan artistas que de toros de lidia sólo les queda el nombre, exigen, a su vez, toreros con . personalidad, con alma propia, con gusto y unas maneras exquisitas. De lo contrario, el almíbar se vuelve empalagoso.

La novillada que se lidió en Sevilla era, según la jerga taurina, de lujo. Por la ganadería, la más comercial entre las comerciales; por el trapío de los animalitos (los tres primeros eran tres gatos); por sus pitoncitos: gachos unos, y otros que había que buscar con lupa, y, para rematar, por su comportamiento extraordinario. Una novillada, en fin, impropia para la Maestranza, pero deseada por los toreros, y dispuesta para lanzar a cualquier aspirante con cualidades.

Domecq / Sánchez, Rivera, Chicuelo

Novillos de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación (los tres primeros, Impresentables), blandos y muy nobles; 3º, bravo; 6º, manso integral.José Ignacio Sánchez: estocada (vuelta); estocada (oreja). Francisco Rivera Ordóñez: estocada (vuelta); media (oreja). Chicuelo: estocada (oreja); pinchazo hondo, descabello, estocada caída y tres descabellos (ovación). Plaza de la Maestranza, 8 de mayo. Más de media entrada.

Una oreja cada uno consiguieron los tres novilleros, pero no hay que olvidar que hubo 10 orejas para elegir (el 6º fue un manso imposible). Se vistieron de luces el salmantino José Ignacio Sánchez, un novillero experimentado y llevado con mimo; Rivera Ordóñez, con mimo doble, y un debutante Chicuelo, bisnieto, nieto e hijo de toreros sevillanos, y al que Sevilla acogió con cariño de madre. Los tres probaron el turrón blando, y ninguno lo comió con apetito. Los tres se dejaron escapar una ocasión de triunfo grande. El gran triunfador fue el Betis, que recibió una gran ovación cuando el público conoció su ascenso a la Primera División.

A José Ignacio Sánchez le tocó un primer novillo tan bueno, que parecía de juguete. Y todo lo que le hizo careció de vida y resultó aburrido. El salmantino toreó con gusto, pero pecó de excesiva compostura y resultó, a veces, mecánico y frío. En el cuarto, se lució más en los de pecho que en el toreo fundamental. A pesar de la oreja, su paso por Sevilla no dejó huella.

Rivera Ordóñez tuvo el lote más blando, pero no de menos calidad. Su primero no asustaba. ni a las moscas y el torero no dijo nada. Emocionó algo más en el otro en una faena con altibajos.

Chicuelo no toreó por chicuelinas, pero no es un torero vulgar. Se gustó en verónicas personalísimas, y ante el novillo más encastado consiguió muletazos por ambas años de gran calidad. En el sexto, un manso refugiado en toriles, nada pudo hacer.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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