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Los subasteros copan la puja de los objetos olvidados en los almacenes de Renfe

Vicente G. Olaya

La culpa la tuvo el tráfico. Los coches llegaban lentamente a los almacenes de Renfe donde ayer se subastaban objetos no recogidos. Por eso, un comerciante papelero interesado en un lote de papel cuché llegó tarde. Los subasteros (personas que conocen los más mínimos detalles del género y copan los mejores objetos para revenderlos) dudaron al no verle aparecer: "A lo mejor ya no le interesa". No se atrevieron a adquirirlo. Dejaron que Josep Maria, un ilerdense ajeno a sus triquiñuelas, se llevase las 10 resmas de papel. Fue el único lote interesante y que dejaron escapar.

Las cámaras y los micrófonos les ponían nerviosos. Esta vez la subasta se había difundido en el periódico. "¿Quieres dejar de enchufarme con el aparato ése, que no soy Claudia Schiffer?", gritaba Manuel, uno, de los subasteros. En juego había 11 lotes de objetos enviados a través de Renfe y no recogidos por los destinatarios. "Pero ¿qué ha pasado este año, que han venido tantas cámaras? Esto no es Eurovisión".Los subasteros querían trabajar tranquilos en los locales de Renfe en Méndez Álvaro. Unos 30, mezclados entre las casi 150 personas asistentes, intentaban pasar inadvertidos.

La subasta del primer lote fue rápida. Centenares de libros y el valioso cargamento de papel estucado por sólo 51.000 pesetas. "Eso vale cuatro veces más de lo que han pagado. ¡Qué lástima!", se quejaba un subastero. Era el lote reservado para el que no llegó.

Sin embargo, el segundo lote tenía truco. "Menaje. Hogar. Iluminación. Precio, 30.000 pesetas". "Treinta y una mil, 44.000, 82.000..., 232.000 pesetas7, se gritaba en la sala. "¡Adjudicado!". "Eres un desgraciado. La tetera y los jarrones valen mucho más", se lamentaba un profesional ante el colega comprador. "Te dejo el otro", le replicaba.

Una hora después, la puja se dio por acabada. Los compradores dejaron en caja 1,148 millones más IVA. El lote más caro -cientos de zapatos y mantas- fue vendido por 294.400 pesetas. Su precio de salida era de 30.000 pesetas.

Luego, unos 30 asistentes salían discutiendo de la sala. "¿Para qué pujas tanto? ¿Para salir en televisión o qué?", se gritaban. Un hombre de abrigo azul se dirigió a ellos: Quién ha comprado el papel?". "¿Era valioso?", le preguntó un periodista. "Hombre, como que son 10 resmas de cuché del 120, a 60.000 pesetas cada una. El que las tenga se puede ganar 150 billetes si me las vende", terminó. Si le hubieran visto, los subasteros habrían comprado el lote para él y le habría salido más barato. El ilerdense no le conocía y le puso un precio no convenido con anterioridad.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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