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Fiesta en familia

El homenaje a Manuel Soto, 'El Sordera', reúne en el escenario a su estirpe

Manuel Sot., El Sordera, cantaor gitano del barrio de Santiago, de Jerez, continuador y origen de una saga flamenca que tiene su primera memoria en Paco la Luz, recibe hoy el Galardón Puerta de Alcalá, otorgado a su trayectoria artística. Con tal motivo, se reúnen con él sobre el escenario los continuadores de su estirpe: sus hijos Vicente, Enrique y José, y su sobrino, José Mercé.El barrio de Santiago, de Jerez, es uno de los orígenes, para algunos el origen, del cante gitano. Allí nació en 1928 Manuel Soto, en la casa de los Sordera. "Vengo de una familia muy buena. Paco la Luz, tío de mi abuelo, creó un cante por siguiriyas que lleva su nombre; mi abuelo, el Sordo de la Luz, cantaba muy bien, y a pesar de su sordera nunca perdió el compás. Por la parte de mi mujer, había también mucho arte, Juana y Fernanda Antúnez, el Gloria y las Pompis, ¡nada menos! Es una casta muy valiosa, que se puede pensar, por los apellidos, que viene desde Manuel Torre, la misma de Rafael de Paula. El Morao también es de mi familia. En fin, los viejos, que eran gloria de Jerez".

Mediados los años cincuenta, Manuel Soto viene a Madrid contratado para una fiesta en la Feria del Campo. "De allí me llamó Gitanillo de Triana. Después, al Tenis Club de San Sebastián, con Paco Cepero y Manolo Sanlúcar, que eran dos chiquillos".

Madrid entonces "quitaba el sentido, yo no he visto cosa más buena. Todos los días una fiesta después de trabajar, con Bambino y Gaspar de Utrera. Me llevé en Madrid 15 o 16 años sin dormir mas de dos horas o tres". Era el Madrid de la época dorada de los tablaos: Torres Bermejas, El Duende, Zambra, Las Brujas... Duró, en su apogeo, lo mismo que la dictadura, y marcó la transición del flamenco del campo a la ciudad. Según Caballero Bonald, miembro del jurado que le otorgó el galardón, "Sordera es un representante muy neto de los estilos de Jerez, en el que confluyen riquezas de tradición y de solera que le hacen merecedor de la distinción". Y Fernando Quiñones apostilla: "Es uno de los últimos ejemplos del cante clásico, de la transición del siglo XIX al presente, imprescindible, por estar, además, ligado por sangre a la tradición del barrio de Santiago". Aquella época dorada tuvo un dios: Manolo Caracol. "Cuando arrancaba a cantar, la gente se rompía la camisa, no se podía aguantar. Era más que un artista. Era un genio. Me acuerdo que me buscó para inaugurar Los Canasteros. Me mandó llamar en la Feria de Jerez. Me pagó dos corridas de toros y nos pasamos dos días bebiendo. No me dejaba hasta que no le firmé. Su carrera artística activa duró 36 años, hasta 1980.

Del flamenco que hoy piensa que "existen buenos artistas. Algunos muy buenos, y cada uno tiene que tener su sitio, porque el flamenco no es un arte que se aprenda, aunque todo se puede aprender; es un arte de la inspiración, del pellizco, que, aunque se tenga, nadie puede asegurar que aparezca todos los días".

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