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A tiro limpio

La delincuencia de los años ochenta estuvo marcada por los atracos, que hoy tienden a disminuir

"Se puede atracar un banco hasta con un dedo. Lo pones así, como si fuera el cañón de una pistola, y te llevas el dinero por la cara". El jefe de uno de los grupos antiatracos de la Brigada Judicial de Madrid a mediados de los años ochenta tenía sobrados motivos para pensar así. En esa década, los robos con violencia o intimidación eran el pan de cada día. En 1986, por ejemplo, se denunciaron en Madrid siete atracos a la hora. La policía se empleó a tiro limpio contra este tipo de delincuentes, muchos de los cuales dejaron la vida en el asfalto. Ahora, las mayores medidas de seguridad en bancos, farmacias y estancos han hecho disminuir sensiblemente esta modalidad delictiva. Además, mucho! atracadores profesionales se han pasado al narcotráfico.Los delincuentes españoles siguen teniendo debilidad por la propiedad ajena. El año pasado, los ciudadanos denunciaron haber sufrido 934.070 hechos criminales. Entre ellos destacan los más de 800.000, robos, 103.000 de los cuales fueron cometidos mediante violencia o intimidación sobre las víctimas. Son todavía muchos atracos, pero la estadística demuestra que es una especialidad en decadencia.

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Adictos al riesgo

La reforma parcial del Código Penal y de la Ley de Enjuiciamiento Criminal emprendida en 1983 por el entonces mi nistro de Justicia, Fernando Ledesma, supuso que varios miles de chorizos tuvieran que ser puestos en libertad. La policía y la Guardia Civil siempre se opusieron a esta excarcelación masiva por creer que se iban a disparar los índices de criminalidad.

Los asaltos a bancos, joyerías, farmacias, estancos y otros establecimientos comerciales fueron noticia permanente. Y José Barrionuevo, entonces ministro del Interior, autorizó a la policía a emplear mano dura y a aplicar la ley antiterrorista a las bandas de delincuentes comunes. Policías y ladrones anduvieron a tiro limpio. En los grupos antiatracos estaban los agentes más duros y de mejor puntería...

A finales de 1983 se produjo la desaparición de Santiago Corella, El Nani, mientras estaba detenido en la Brigada Judicial de Madrid. Por la misma época cayeron abatidos a balazos Antonio Vilariño Sanz, en la plaza madrileña de Neptuno; Miguel García Asperilla y José. Galán Garrido, en la avenida del Mediterráneo, en septiembre de 1980; y Francisco Mora Pastor, y Pedro Martínez Sánchez, acribillados a tiros tras asaltar un banco de Badalona (Barcelona) el 20 de julio de 1983.

En Madrid todavía se recuerda el atraco de película que realizaron en marzo de 1983 dos hombres que se hicieron fuertes en una oficina de Banesto en la calle de José del Hierro, en el madrileño barrio de Ventas. Durante dos horas mantuvieron como rehenes a cinco personas, hasta que los geos de la policía asaltaron la oficina a punta de metralleta.

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En 1985, el entonces fiscal general del Estado, Luis Burón Barba, no pudo ocultar su preocupación por el alarmante incremento de los delitos violentos a la vista de los datos de criminalidad correspondientes a 1984. Ese año se registraron en España 158.542 robos a mano armada, es decir, 433 diarios. 0 de forma aún más gráfica, 18 ala hora. Una barbaridad.

Los maestros del Derecho, se equivocaron. Habían predicho que la criminalidad violenta disminuiría para dejar paso a una delincuencia basada en la astucia y el engaño, y, sin embargo, la realidad de los ochenta demostraba que no se estaba cumpliendo esta previsión. "En España se hacen las cosas por pelotas, más que por inteligencia" señala un veterano policía.

Año especialmente negro fue 1987. Las cifras de la criminalidad se dispararon. Los ciudadanos denunciaron 162.597 robos con intimidación. En las calles se palpaba el miedo. Un total de 14 personas murieron en Madrid en los cinco primeros meses de ese año a manos de sirleros (atracadores con navaja), poniendo al borde de la desesperación a la entonces delegada del, Gobierno, Ana Tutor. Situación similar se vivió en otras grandes capitales..

El miedo hizo que los atracadores tuvieran fácil su trabajo. Tan fácil como aquel suramericano que robó más de una decena de veces en la misma sucursal bancaria con un arma tan simple como una botella llena de agua con un trozo de algodón en su gollete. El individuo llegaba: "Buenos días. ¡Que no se mueva nadie! Si me atacan, moriremos todos achicharrados". Cogía el dinero, salía tan tranquilo y en un jardincillo junto al banco tiraba el cóctel mólotov, que resultaba ser agua de la fuente. Así desvalijó varias veces la misma oficina. Aunque los empleados sabían que la botella sólo contenía agua, jamás se atrevieron a desarmarle: "Y si una vez resulta que es un cóctel mólotov de verdad...", argumentaban.

La inseguridad ciudadana- se convirtió en un caballo de batalla político, mientras que los ciudadanos reaccionaban con las únicas armas que tenían a su alcance: manifestaciones y patrullas vecinales.

La ira de los vecinos se extendió por España como un reguero de pólvora que hoy explotaba en Madrid, mañana en Barcelona y al día siguiente en Valencia.

Los 103.658 atracos denunciados en 1992 suponen un descenso del 5% respecto a los registrados el año anterior', según datos de Interior. Actualmente, en Madrid no se producen al mes más de 10 o 12 asaltos a bancos, cuando "lo normal" a mediados de los años ochenta era que hubiese más de 100. Los bancos convertidos en bunkers y las joyerías y las farmacias transformadas en cámaras acorazadas han hecho que muchas atracadores se hayan reconvertido a un negocio más lucrativo y menos arriesgado: el tráfico de drogas.

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