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Tres en raya infernal en Mostar

Croatas y musulmanes se desangran en Herzegovina, mientras los serbios observan cómodamente desde la altura

Miguel Ángel Villena

ENVIADO ESPECIALFueron aliados hasta el mes de mayo y consiguieron expulsar a los serbios hasta las colinas al este del río Neretva. Ahora, croatas y musulmanes se combaten, se asesinan, se desangran mutuamente con terrible fiereza en toda la región de Mostar, en la Herzegovina. Con el telón de fondo de la discusión de los mapas de Bosnia en Ginebra, la guerra ya es un inmenso enjambre donde todos pugnan por conquistar más territorio.

Mostar, la segunda ciudad en importancia de Bosnia-Herzegovina tras Sarajevo, con más de 100.000 habitantes antes de la guerra, vive diariamente uno de los capítulos más horribles de esta contienda. En una más de las trágicas paradojas de Bosnia, los serbios observan ahora con prismáticos desde los montes cercanos cómo se destrozan sus antiguos enemigos. Entretanto, los cascos azules españoles que cubren esta zona están replegados en sus cuarteles y los convoyes de ayuda humanitaria a Bosnia central y a Sarajevo están interrumpidos.

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Unos 50.000 croatas y otros tantos musulmanes convivían en Mostar hasta abril de 1992. Derrotados los serbios al principio y obligados a refugiarse en la zona montañosa ateste del corredor del Neretva, las dos comunidades citadas mantuvieron una relativa colaboración militar hasta la primavera pasada. Pero el estallido de las hostilidades coincidió con la discusión de los mapas y con un progresivo acercamiento de serbios y croatas en otras zonas de Bosnia.

Descrita en una guía turística de 1990 como "una ciudad oriental encantadora", Mostar representaba una de las más genuinas mezclas de fronteras entre la tradición centroeuropea y la cultura otomana. Hoy, en Mostar ya no queda piedra sobre piedra, los edificios históricos están destruidos, y de modo muy especial las mezquitas y las iglesias católicas, en una demostración de que esta guerra tiene también algo de fanatismo religioso. Un antiguo aeropuerto utilizado por los croatas como campo de prisioneros para los musulmanes o fábricas convertidas en inmensas prisiones por unos y otros, componen hoy el paisaje de esta región.

Frente de guerra estable

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En una nueva burla de estos Balcanes, donde la historia aparece teñida de trágicas ironías, los serbios observan complacidos desde hace cuatro meses las batallas entre sus viejos rivales desde sus cómodas posiciones en Nevesinje o Stolac, a poco más de 20 kilómetros de Mostar. En esta capital, el frente no se ha movidei ni un milímetro en el último mes. Porque mientras- los croatas asientan su superioridad en la artillería, los musulmanes cuentan con una infantería más numerosa que impide, casa por casa, que sus adversarios consoliden posiciones. Cotidianos intercambios de fuego horadan cada día un poco- más las dos orillas del río Neretva y unos edificios donde apenas queda superficie. libre para más balas.

Sólo el viejo puente de piedra, una impresionante construcción del siglo XVI, se mantiene a duras penas en pie. El resto de puentes sobre el río Neretva, "como en un dramático símbolo, han sido volados por unos u otros a lo largo de 16 meses de guerra, sin que los esfuerzos de las tropas e ingenieros de Unprofor hayan servido para repararlos. Los combates en Mostar y en toda su región hasta Bosnia central han obligado a suspender casi en su totalidad los convoyes de ayuda humanitaria. Inutilizado este corredor del Neretva, que discurre sobre buena parte de Bosnia desde el sur de Sarajevo, hasta el Adriático, ACNUR ha de desviar sus expediciones por una ruta montañosa y escarpada. Minas, agresivos controles militares y los combates han reducido el número de convoyes al 30% de los que se llevaban a cabo durante el pasado invierno.

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