Adios ,señor Aznar
Están enardecidos, entusiasmados. Muchos seguidores del Partido Popular saborean ya un cierto sabor de revancha. Quedar con la miel en los labios les puede producir una enorme frustración. "Ni revancha, ni frustración", asegura, impertérrito, José María Aznar. "A veces pienso que no. se valora suficientemente el esfuerzo que hemos realizado y que siempre existe la sospecha de la mercancía de contrabando. Y lo siento, porque no es verdad".Es cierto que la campaña de Aznar se ha desarrollado por otros caminos. Miles de ciudadanos, que estos días se han apretujado en plazas y en polideportivos para recibir a su líder, han oído permanentemente un mensaje de conciliación. Pase lo que pase, hay que reconocer que el presidente del Partido Popular se ha empeñado en proporcionar a la derecha española un placer desconocido: el placer de creer que pueden obtener la victoria en las urnas y que muchas otras personas piensan, sincera y realmente, lo mismo que ellos. "Somos más", gritaba Aznar entre el delirio de los populares.
La insistencia ha sido casi obsesiva: ni una sola vez ha dejado de recordar que la única forma de acceder al poder son las urnas, que si llega a La Moncloa necesitará el esfuerzo de todos y que nunca se podrá gobernar en España sin ocupar el centro. Presionados por su líder, sus seguidores han ovacionado la memoria de Azaña, los escritos de Indalecio Prieto y el sindicato de UGT. Incluso han prometido rezar por la salud y el éxito de Julio Anguita. Aznar les ha callado cuando insultaban a sus adversarios: "No, no... No hagáis eso. Los que votaron al PSOE en 1982 eran buenas gentes".
Si alguien se hubiera colocado de espaldas- al orador y de frente al público, hubiera observado un extraño fenómeno: eran los antiguos franquistas, la gente mayor, que reprimía sus ganas de gritar un viva al dictador, quien se emocionaba y se entregaba sin reservas a este extraño dirigente, joven, mal orador, desconfiado y nada carismático. Casi calentaba el corazón ver sus esfuerzos por seguir confiadamente la marcha de la historia.
La mercancía de contrabando no son ellos. Si existe, no son esos labradores de camisa impoluta o esos pequeños comerciantes con galas de domingo que proclaman entusiasmados su derecho a decir que son de de rechas. Si existe, son los jóvenes desengaña dos, ni de derechas, ni de centro, ni de izquierda, que exigen mensajes más radicales. "Si tu padre vota PSOE, échale de casa" aconsejaba una pegatina repartida en Asturias por la asociación juvenil Nuevas Generaciones. "A los socialistas, ni agua ni pan gritaba un grupo de jóvenes en la abarrotada plaza de toros de Valencia. Eso sí, a ritmo de rock. Como los adolescentes que coreaban en Alcalá la canción del grupo Seguridad Social: "No quiero hablar del futuro, no quiero hablar del pasado. No quiero hablar de la guerra, no quiero hablar del parado. Sé que algo no anda bien y que tiene que cambiar".
La campaña electoral más larga y disputada de nuestra historia ha terminado. Las decenas de miles de ciudadanos que han apoyado los mítines del PP guardan su boleto en la mano. Caballo y yoquei están ya en la carrera. "Presidente, presidente", gritaban enfervorizados en el Palacio de los Deportes de Madrid. Un ciudadano más modesto se acercó a su líder y suavemente le susurró: "Adiós, señor Aznar".
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