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BRIHUEGA

Joselito-Ponce: una posible competencia

En Brihuega se enfrentaron dos maneras diferentes de concebir el toreo -las de Joselito y Enrique Ponce-, como para que público, y sobre todo aficionados, pudieran tomar nota sobre si es o no posible una competencia para animar el cotarro actual.La sobria plasticidad, a veces incomprendida, del toreo de autoestima que realiza Joselito, complementado con su excelente manera de matar, siempre con belleza, y en los rubios, colisionaba con otros gustos inclinados hacia un toreo, como el de Ponce, de extrovertida expresión y platerescas hechuras, al que sin duda le conviene un recorte en los engaños para mejorar su innegable plasticidad.

Dos formas de hacer el toreo convergentes en la ortodoxia, pero divergentes en su concepción, y sobre todo en la manera de explicarlo. Aquí está el gran aliciente, la disyuntiva entre la sobriedad del discurso de Joselito, o la luminosa oratoria de Ponce. El que cuaje la competencia entre esta pareja de grandes toreros, requiere la presencia de los mismos en las grandes cátedras, y frente al toro en su plenitud. Si esto ocurre, no cabe duda de que en Brihuega más que a un mano a mano se habría asistido a una auténtica proclama taurina. El tiempo lo dirá.

Ruiz / Joselito, Ponce

Cuatro toros de Juan Ruiz Palomares; 1º, de Bernardino Giménez; 4º, sobrero, de Jiménez Pasquau: desiguales de presentación, blandos, mansos, sin complicaciones. Joselito: metisaca, pinchazo y media (división); media contraria (silencio); estocada (dos orejas). Enrique Ponce: media (oreja); pinchazo y estocada (silencio); estocada (dos orejas). Plaza de Brihuega, 18 de abril. Tres cuartos de entrada.

Los toros no tuvieron exceso de presencia. Dos de Ruiz Palomares levantaron sospechas. Todos mansearon, aunque tercero y sexto lo hicieran con claridad, y ninguno quiso aguar la fiesta con malas intenciones.

Joselito, hasta el quinto, sólo dejó entrever la contrariedad que le producían sus mansos enemigos, y fue en la última carta donde mostró la sabiduría de su toreo en una faena bien construida a la que le faltó temple. Viendo el madrileño que se iba de vacío, preparó con mimo para la muerte al toro, y dibujé en el ruedo brihuego el más perfecto volapié que su corazón le permite, y que de por sí valió las dos orejas.

Ponce, que hizo al segundo una faena de preciosista bisutería, apretó fuerte en el último con una labor imposible en tablas, donde dio pases que el toro no tenía. Tras adornarse sin alharacas, y para no quedarse sin puerta grande, en el mismo terreno donde Joselito dio la anterior lección magistral, se perfiló en corto, puso la mano en el pecho, se fue tras la espada, vació lento y con dominio y enterró en las péndolas una estocada al encuentro que nada tenía que envidiar a la de su leal competidor. La salida a hombros merecida de los dos, fue colofón de un festejo con altibajos, pero interesante.

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