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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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¿Repite Rusia el año 1917?

Hace 76 años, el 15 de marzo de 1917, según el calendario occidental, el último emperador de Rusia, Nicolás 11, renunció al trono, presionado por los acontecimientos revolucionarios en Petrogrado. Sin embargo, el hundimiento de la monarquía no supuso el fin de la revolución, sino que fue sólo su comienzo. El poder del zar fue a parar a las manos del Gobierno provisional, por un lado, y a los sóviets de trabajadores y soldados, por otro. En Rusia surgió una dualidad de poderes.El Gobierno provisional, formado por grandes empresarios y juristas de orientación liberal, intentaba encauzar al país por el camino del mercado libre y las reformas democráticas. Al frente de ese Gobierno, y hasta julio de: 1917, estuvo el poderoso terrateniente conde Gueorgui Lvov, y después el famoso abogado ruso Alexandr Kerenski.

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La composición social de los sóviets era otra cosa. En ellos dominaban los campesinos con uniforme de soldado, quienes, reacios a luchar en los frentes de la I Guerra Mundial, estaban (dispuestos a ocupar y repartir las posesiones de los terratenientes con las armas en la mano. Aliados con los campesinos estaban los trabajadores, que exigían una inmediata mejora de su nivel de vida, y la intelectualidad urbana de orientación socialista, favorable a distintas fórmulas de reparto del territorio sobre una, base igualitaria.

Dentro de esa intelectualidad de orientación socialista, los más radicales eran los bolcheviques, que comenzaron a llamarse "comunistas" a partir de 1918. Tanto el Gobierno provisional como los sóviets organizaron con gran energía su estructura de poder en el centro y en las provincias.

Se producían periódicamente entre ellos conflictos cada vez más enconados, que acabaron tiñéndose de sangre por primera vez en julio de 1917. A finales de agosto y principios de septiembre de ese año, los bolcheviques, encabezados por Vladímir Lenin y León Trotski, comenzaron a dominar en los sóviets. Esto evidenció que la dualidad de poder no podía mantenerse por mucho tiempo y que los vencedores serían los primeros que impusieran su opinión en el país.

En noviembre de 1917, la dualidad de poder concluyó con el golpe de Estado bolchevique y el advenimiento de la dictadura de los sóviets.

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La elección de una Asamblea Constituyente a finales de noviembre de 1917 fue el último intenllo de evitar la guerra civil. La Asamblea tenía que haber aprobado una nueva Constitución para el país, pero su actividad estaba abocada al fracaso. En Rusia imperaba ya un poder más fuerte que la ley.

En su prirnera sesión, la AsambleaConstituyente intentó anular varios decretos antidemocráticos de Lenin, encauzar la espontaneidad revolucionaria en un marco legal y defender el derecho a la propiedad privada. Sin embargo, los bolcheviques, que tenían tan sólo el 24% de los votos en la Asamblea Constituyente, la disolvieron con ayuda de los marineros y soldados revolucionarios. La guerra civil en Rusia se convirtió en algo inevitable.

En Rusia se observan hoy analogías preocupantes con el proceso de entonces. Como resultado de las decisiones del VIII Congreso de los Diputados Populares se ha formado una dualidad de poder en el Estado. Por una parte, todo el sistema del poder ejecutivo con el presidente Borís Yeltsin a la cabeza, y por otra, el sistema de los sóviets de diputados populares, encabezado por el Congreso y el Sóviet Supremo de la Federación Rusa."

El equipo de Yeltsin aspira a reformar el país siguiendo el espíritu de teorías liberales prooccidentales. Los representantes de la vieja nomenklatura comunista y del movimiento nacionalista ruso, que dominan en los sóviets, intentan redistribuir las competencias del presidente en provecho propio mediante la constante introducción de enmiendas constitucionales. Su objetivo es utilizar el poder así conquistado para corregir el rumbo de la reforma económica. En opinión del ministro de Justicia de Rusia,

Nikolái Fiodórov, el VIII Congreso ha transformado al presidente de Rusia en "una figura nominal y de ficción".

Fiodórov exagera, pero el desarrollo de los acontecimientos políticos en Rusia va, sin duda, por ese camino. En un intento de oponerse a esta tendencia, Yeltsin elabora febrilmente diversas alternativas de comportamiento. Las reuniones confidenciales del presidente con los altos mandos del Ejército y sus declaraciones conciliadoras demuestran que el registro de posibilidades contempladas ha sido amplio.

Entre todas, el presidente parece haberse quedado con la idea de dirigirse directamente al pueblo para que éste manifieste en un plebiscito si apoya o no al presidente. Hasta que se realice ese plebiscito, el presidente está dispuesto a actuar prescindiendo del Parlamento e ignorando los artículos de la Constitución que, en su opinión, contradicen el principio de la división de poderes.

Nos encontramos ante una dualidad de poder en la que el ejecutivo y el legislativo actúan en paralelo. La experiencia histórica de Rusia muestra que una dualidad de poder no puede existir por mucho tiempo. Tarde o temprano debe concluir con el establecimiento de alguna forma de dictadura de una o de otra de las partes en conflicto.

Serguéi Jarlámov es historiador ruso.

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