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El Gaudí Mujer apuesta por un invierno purista

El ecologismo de David Valls y la elegancia de Toni Miró, atracciones del certamen

Mientras el Salón Gaudí Mujer acusó un buen dinamismo en sus dos primeras jornadas, que trajeron a distintas horas del día aluviones de visitantes, dos de los tres diseñadores que conformaron el sábado el programa oficial de desfiles prefirieron desvincularse de la pasarela situada en el pabellón de Italia y trasladar sus colecciones a territorios más íntimos y vinculantes con su propia inspiración y el significado de sus propuestas. En una cuadra repleta de caballos, David Valls articuló su mensaje ecologista, seguido por las propuestas de Peter Aedo en la pasarela de Montjuïc. Por último, Antonio Miró preservó a la mujer del próximo invierno bajo el decorado clasicista y selecto de su tienda.

En esta nueva convocatoria del Salón Gaudí Mujer, que durante el fin de semana ha visto poblados sus pasillos en horas punta por distintas avalanchas de profesionales deseosos de conocer las revelaciones de tendencias para el otoño e invierno próximos, podría resaltarse de entrada un fenómeno, aquí todavía incipiente pero que en París o Milán está a la orden del día. Elegir el entorno adecuado para presentar su colección forma hoy parte no sólo del mensaje unívoco que el creador quiere transmitir, sino que también supone un acercamiento más personal y matizado a las atmósferas que envuelven su tarea creativa y que están en la base de su inspiración.Esta vez, la insistencia de Antonio Miró por mostrar sus propuestas fuera del ámbito frío de la pasarela llevó al comité organizador a respetar su deseo. David Valls es un claro exponente de esta voluntad de los diseñadores de comunicarse en un marco afín a su sensibilidad y a la filosofia de la moda que propugnan.

Caballerizas

El desfile de David Valls se desplazó ahora al barrio de Sants, concretamente al interior de unas caballerizas atestadas de percherones, yeguas y mulas. La modelo Celia Forners entró en la cuadra vestida con un enorme jersey marrón de grandes calados y tirando de Pío, un caballo altivo de raza india y piel manchada. Tras ella, distintos modelos caminaban con indolencia con ropas de punto en tonos grises y marrones y con briznas de paja en el pelo y en los labios. Todo transcurría con calma y simultaneidad, la melodía del acordeón sonaba suavemente mientras la burra Pepa vaciaba de alfalfa la pesebrera y la gente, sentada en las primeras filas sobre balas de paja y sobresaltada a veces por los relinchos de las bestias, se fijaba en la urdimbre rústica de las lanas de carda sin teñir y en el aspecto viejo y pobre del algodón. El público de detrás, más pendiente de las posibles coces y de la cercanía de las boñigas, pudo reflexionar también sobre las excreciones de estéticas pasadas que este siglo ha ido digiriendo, y entender que la moda de David Valls anuncia, entre fragancias de estiércol, lo simple y esencial.Con otra visión menos rural y primitiva, Antonio Miró quiso dirigirse a la mujer y darle lo más auténtico de sí mismo, recuperando la conciencia de sastre con trajes chaqueta jaspeados en marrones y ocres, clavados con precisión al talle, y siempre más preocupados en la armonía global femenina que en sus curvas sexi. El lenguaje costurero de Miró, aprendido del clásico, devIene moderno y casi invulnerable a las tendencias, y se revalida -y eso lo sabe bien su clientela- con el paso del tiempo.

La imitación de astracán en cuellos y puños de abrigos y chaquetones en evasé, los pantalones con vuelta de puño camisero en los bajos, las faldas largas y cortas de amplio vuelo, el punto combinando tierra, siena, verdes, arena y rosados mostraron la densa delicadeza de su paleta de colores, potenciada por la bisutería étnica en hierro viejo y dorados mate, diseñada por Chelo Sastre y Victoria Ibars.

Con una colección que exhala un aura años cuarenta de elegancia muy a lo Balenciaga, Antonio Miró reconquistó el elogio de esa misma mujer que últimamente parecía resistírsele.

Entré estos dos desfiles, el de Peter Aedo volcó en la pasarela del pabellón italiano un énfasis especial en conjuntos de calle en punto negro y botones dorados, al igual que en abrigos anchos, cortos y con vuelo en tono camel o las gabardinas con grandes solapas, que construye otros valores activos en materia de elegancia femenina.

En la tarde de sentó a los medios de comunicación del Salón Gaudí la colección que Antonio Miré ha realizado para la empresa catalana de confección infantil Lemur, que, con la intención de situarse estratégicamente en el mercado norteamericano, ha confiado a este creador el diseño de prendas infantiles y juveniles desde los 3 hasta los 12 años.

Germinal Buch, gerente de esta empresa con más de 30 años de trayectoria en la confección de niño, afirmó que "hace falta un estilo de diseño como el de Antonio Miró para los niños".

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