_
_
_
_
_
Tribuna:EL ENFRENTAMIENTO ENTRE LOS 'GRANDES'
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un esquimal en Jamaica

De pequeño quería que, al morir, me enterrasen envuelto en una bandera blanca. Pensé que a mi hijo le llamaría Pirri, y si tenía una hija, Amancia. A diferencia de culé, uno no nace madridista. Se hace. ¿Cómo no ser culé, siendo catalán, barcelonés? ¡Anatema, sacrilegio! Peor: traición. De niño los lunes, al entrar en clase, un coro bilioso y enloquecido, me gritaba: "¡El Madrites una mierda?" (bis). Comulgué con la situación: todos los árbitros eran sistemáticamente comprados por el Madrit, y cuando perdía era porque aquellos se habían equivocado y el Madrit (bis) era una mierda. Descubrí que Franco en persona jugaba camuflado en las filas del Real Madrid. ¿Seria Fluskas con peluca? Todavía hoy hablo con niños de cinco a 20 años y veo que sueltan el rollo aprendido de sus papás, que estos aprendieron de sus yayos: el Madrit ganaba porque Franco era del Madrit. Bajo la tromba del fanatismo la realidad no existe. Algo sí es cierto: el Real Madrid es tan sólo un gran club y el Barca es más que un club. El Barça es un Estado. El Barça es la multinacional del delirio. Tres cadenas de televisión a su servicio, varios periódicos deportivos, incontables emisoras de radio.Una Vírgen ilumina sus partidos clave y su destino, el honor de una nación depende del equipo. Si siendo de aquí no se es culé se es sospechoso de todo. ¿Cómo convencer a alguien que ser del Madrit aquí no tiene nada que ver con lo facha, sino todo lo opuesto? Es ir en contra de lo-que-se-tiene-que-ser.- No me gustan ni las Vírgenes ni los Estados, ni los pueblos-víctima que acaban sintiéndose iluminados y, a veces, haciendo limpiezas étnicas. Créanme: ser madridista en Barcelona, sobre todo si uno se siente muy barcelonés -esa es mi maldición- es como ser cerdo en Vic durante la matanza, como ser iraquí en Wyoming, esquimal en Jamaica, indio amazonio en Alaska. Es un mal viaje de láudano cruzado con whisky DYC, un suicidio mental, una Misa Solemnis masoquista. Viví 10 años en Madrid, y sé que el odio es mutuo, pero no proporcional. Aquí se odia más. He visto a la afición culé y a la masa social feliz tras lograr una copa. Pero la he visto fuera de sí, satisfecha hasta lo demoníaco, cuando el Milan apalizó al Real. Sé de colegios que cerraron vanas horas para celebrarlo. Por mi parte, la noche de luto blaugrana en Sevilla con el Steaua sentí congoja, lo reconozco. Era excesivo incluso para -el Barça. Es este un tema desquiciado en esencia. Mis mejores amigos son culés, mi mamá y mis vecinos son culés, mi hija de cuatro años es culé y, pese a que llamándose Amala García Arregui debiera ser txuriurdin donostiarra, grita "íForça Barça!" en pleno telediario, según creo, inducida por las senyoretes de su cole. ¿Qué hago? ¿Cuál es el precio que debo pagar por estar fuera de la lógica, fuera de juego?

Más información
El Madrid afronta el partido contra el Barça como un duelo por la jerarquía del fútbol español
ESTADÍSTICAS
BUTRAGUEÑO
LINEAS BLOQUEADAS
EL ALCALDE
Un ejercicio de fe
El éxito de Cruyff está a mitad de camino entre la pizarra y la jefatura de personal
Claves tácticas
Díaz Vega, un árbitro polémico
Pendientes del Bernabéu

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_