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Tribuna
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Pero, ¿dónde está' Wally?

El autor, portavoz del PSOE en el Ayuntamiento, compara en este texto al alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, con Wally, el personaje de tebeo que acostumbra a esconderse en sus viñetas. Barranco considera que en el Ayuntamiento existen injerencias de la dirección nacional del PP y discrepancias políticas ante las que se inhibe el regidor.

En el pasado mes de julio, con ocasión de cumplirse el primer año de gestión del Partido Popular en el Ayuntamiento de Madrid, el Grupo Municipal Socialista puso de manifiesto su preocupación por la situa, ción de desgobierno que atravesaba nuestra ciudad. Para nosotros, los socialistas, por encima de cualquier ideología, lo importante es que las instituciones tengan su propia personalidad y sean capaces de alcanzar estima y respeto en los ciudadanos.Desgraciadamente, con los gestores del PP esto no ha sido posible. Entonces, hace ya seis meses, lanzábamos una pregunta: ¿quién gobierna el Ayuntamiento? No se nos dio respuesta. Hoy, tal vez habría que preguntarse, como en el popular comic: "Pero, ¿dónde está Wally?".

Porque, entre nosotros, la verdad es que, al igual que el personaje de los dibujos, el alcalde de Madrid se parece cada vez más a Wally. Está des.aparecido y hay que hacer auténticos esfuerzos para encontrarle entre la maraña de las continuas y públicas discrepancias de que hacen gala los concejales populares, las cada vez más reiteradas e ineficaces interferencias en la política municipal desde la dirección nacional del PP y la manifiesta falta de liderazgo de José María Álvarez del Manzano (nuestro particular Wally) para orientar el buque insignia popular. Este buque -ay- se nos va a pique. Sin capitán, sin mando y sin Wally.

Desgobierno

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Las situaciones nunca son permanentes. Y la que vive el Ayuntamiento de Madrid se ha visto agravada. Wally no está. No se le encuentra, perdido en el bullicio de actividades sociales. Y crecen los síntomas de desgobierno. Dicen los medios de comunicación que hay crisis en el Ayuntamiento de Madrid. Hay rumores que han trascendido e incluso alcanzado al primer teniente de alcalde de la Casa de la Villa.

El Grupo Municipal Socialista ha mantenido un respetuoso silencio. Prudencia en estas cosas. Nunca es bueno agudizar los problemas de los .otros, ni siquiera para atenuar los- propios. Porque, además, yo, personalmente, siempre he pensado que nadie está libre de dolores y sufrimientos, que no se hacen más suaves porque otros a la vez los sufran.

Pero el respeto a los demás no puede llevar a la ocultación de las cosas. La situación de desgobierno es ya de tal índole que, de alguna manera, hay que denunciarlo, fundamentalmente con el fin de solucionar las cosas. He defendido siempre que por encima de los intereses de partido están los intereses de los madrileños. Y, en este sentido, me remito tanto a lo por mí escrito como a por lo nosotros hecho cuando tuvimos entre las manos el gobierno de la ciudad.

Este sentimiento es aquel que ahora me obliga a denunciar la situación. por la que atraviesa la alcaldía de Madrid. Sobre todo, porque algunos concejales populares -posiblemente también anteponiendo su respeto a Madrid a la fidelidad a su partido- me han confesado que con la gestión que ellos están haciendo no es necesaria nuestra oposición.

Vaya por delante que no comparto sus criterios, porque creo más bien que la labor de oposición es más necesaria cuanto más incompetente es el contrario. Es una de las grandezas de la democracia. Y porque, por encima de todo, un demócrata se distingue por su capacidad para estar en el poder y para perderlo y seguir en la batalla. Así que Madrid nos preocupa. Como le preocupa a cualquier ciudadano que pasee sus calles, visite sus tabernas, recorra sus museos o viva el día a día de una ciudad irreductible. Hay una situación anárquica en este Madrid del corazón que nada tiene de romántico en esos adjetivos: tráfico caótico, suciedad creciente, obras incontroladas, ausencia de cualquier política (de vivienda, de medio ambiente, de urbanismo, empleo, deporte, etcétera) medianamente progresista.

Se nos acusa de haber hecho de Madrid una ciudad alegre y bulliciosa. Abrimos Madrid al aire de la cultura, de la tolerancia, del saber y de la libertad. Pretendimos hacer de Madrid un espejo para el mundo y es preferible haber soñado una utopía que soportar hoy una ciudad intransigente y amenazadora. Esta degradación que, junto con la desaparición de Wally, ha ido experimentando la ciudad, tiene, a mi juicio, su origen en el carácter instrumental que el Gobierno municipal de Madrid tiene para los intereses electorales generales del Partido Popular su complemento en la carencia, de un modelo de ciudad.

Tratando de copiar miméticamente experiencias foráneas, el PP ha convertido el Ayuntamiento madrileño en un banco de pruebas con el que demostrar, ante unas próximas elecciones generales, la bondad de sus recetas. Pero si París bien vale una misa, Madrid es difícil de ganar con todas las bendiciones. Así que habrá que reconocer que la actuación municipal está absolutamente mediatizada, dirigida desde fuera y descoordinada desde dentro. Esta ciudad ha vuelto a sus orígenes árabes: auténticos reinos de taifas inconexos y soberbios. Y Wally, mientras tanto, escondiéndose, oculto. No hay forma de encontrarlo.

Sin Wally, los que le ocultan e ignoran han pensado en un modelo teórico de Madrid en el que todo vale porque nada sirve a los intereses de los madrileños: se predica una reducción de la presión fiscal, una disminución del sector público y una restricción de los programas sociales y culturales para ampliar el ámbito de lo privado. Luego la realidad es, además, más dura, y cuando se habla de suavizar la presión fiscal, se suben los impuestos culpando a cualquier otro de lo que sólo es responsabilidad de quienes tienen en sus manos el gobierno municipal. Pero ésa es otra.

La originalidad de los munícipes conservadores madrile¡íos es su copia de los modelos norteamericanos o ingleses: consiste en que han aplicado correctamente la última parte de sus postulados, rebajando sustancialmente en cantidad y calidad los servicios municipales, especialmente los programas culturales y los servicios sociales y de atención al ciudadano.

Pero las otras dos premisas, posiblemente por su afán de no hacer nada a derechas -quieren que se les considere progresistas-, han resultado aplicadas a la inversa. Han subido la presión fiscal, y el sector público municipal ha crecido desde los 222.000 millones presupuestados en 1989 a los 329.947 millones para 1993. Todo un récord: suben los impuestos, aumentan el sector público y rebajan la cantidad y calidad de los servicios al madrileño.

Dirección del PP

La verdad es que son demasiadas contradicciones como para que la dirección nacional del PP pueda soportarlas. Sobre todo, porque este Madrid, que había de ser el buque insignia soñado por los populares, se encuentra cada vez más a la deriva.

Mientras tanto, el Ayuntamiento, progresivamente endeudado, malvende el patrimonio municipal del suelo destinado a viviendas para tapar el agujero financiero, y convierte las inmensas posibilidades de Madrid en una frustración. Pero la culpa siempre es de otros.

Y, a propósito, ¿alguien ha visto a Wally?

es portavoz del Grupo Socialista del Ayuntamiento de Madrid.

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