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Reportaje:

El milagro de una Roma sin coches

El tráfico se para durante tres horas para contener una contaminación en niveles de alarma

Y ocurrió cuando nadie lo esperaba. A las cuatro de la tarde de ayer, hora punta de tráfico en la que, cualquier día laborable, autobuses escolares, ambulancias, policías en estampida y casi un millón de coches se disputan la preferencia a dentelladas, mientras vespas y vespinos invaden sin prejuicios las aceras, por las calles de Roma no circulaban más vehículos que en un domingo de agosto. O, según recuerdan los menos jóvenes, que en aquellos días de diciembre de hace 19 años, cuando el Gobierno prohibió circular durante jornadas enteras porque la primera crisis del petróleo había secado las gasolineras italianas.Si aquél fue el parón de la austerity, en virtud de uno de tantos anglicismos muy al uso en Italia, el de ayer fue el bloqueo de la abundancia, aunque no económica, sino del monóxido de carbono, que por seis días consecutivos había superado los niveles tolerables en Roma para aproximarse al umbral de alarma.

El fenómeno es recurrente, como las jornadas sin viento ni lluvia que se suceden en cualquier época del año bajo una humedad elevada -del 61% en estos días-, que actúa como campana de un invernadero invisible y concentra el veneno de los tubos de escape a ras de tierra. El aire se vuelve turbio, y su anomalía se siente inmediatamente en los ojos y la garganta.

Ésas eran las condiciones ambientales de ayer, y ellas explican que el Ayuntamiento haya recurrido, por primera vez, a una medida mucho más extrema que la ya habitual circulación alterna en función de las matrículas: entre las tres y las seis de la tarde, y durante tres jornadas consecutivas, se ha prohibido todo el tráfico privado de coches y motos de más de 125cc que no estén catalizados o tengan emisiones reducidas a los niveles tolerados por la Comisión Europea.

Las únicas excepciones son los médicos de urgencia y los minusválidos con carnet, que aparentemente resultaron ser, poco numerosos, ya que, junto a autobuses, taxis, coches de alquiler con chófer, bomberos, ambulancias y policías, durante las horas de bloqueo apenas si se vieron más que últimas generaciones de vehículos de lujo que proclamaban a ojos vista su naturaleza catalítica.

"Siempre nos toca la china a los pobres. Yo pago seguros e impuestos como todo el mundo, pero ahora mi coche no vale", se quejaba el portero de la casa de un conocido político, en abierto desacuerdo con la medida. No obstante, las reacciones fueron escasísimas para una decisión tan extrema, ya que la prohibición no afectaba sólo al centro, donde la circulación siempre es limitada, sino a toda la zona comprendida por la circunvalación de Roma, cuyo trazado es circular, con un radio de unos 12 kilómetros.

En una ciudad donde ayer por la mañana el tráfico era un caos que revelaba nulo respeto hacia las restricciones habitualmente impuestas, el acatamiento del bloqueo de tres horas pareció un milagro que tampoco se justificaba por las 50.000 liras (unas 4.500 pesetas) de multa para los infractores. Tal fuera la novedad, y así queda por ver tanto si el respeto se mantendrá hoy como si se aprecian los efectos descontaminantes de una prohibición nunca intentada hasta ahora.

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