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Clinton promete el cambio "en 100 días"

Francisco G. Basterra

El candidato demócrata, Bill Clinton, prometió ayer a los norteamericanos, horas antes de su gran victoria en las elecciones: "Durante mis primeros 100 días en la Casa Blanca demostraré que las cosas pueden cambiar". Acababa de traspasar la invisible barrera en la que el aspirante a presidente comienza a hablar como tal y abandona el tono de candidato.

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Después, y mientras los activistas de la campaña demócrata hacían 10 millones de llamadas telefónicas para movilizar votantes a su favor, el todavía gobernador Clinton votó en Little Rock (Arkansas) y se desplomó en la cama de su residencia oficial de gobernador en la que no ha dormido desde hace meses, y esperó. Sólo sabía que había perdido en la aldea de Dixville Notch, una treintena de votantes en las montañas de New Hampshire, que históricamente vota republicano y goza de sus 15 segundos de fama cada cuatro años porque abre las urnas a las 0.01 horas del martes.Pero conocía también que serían los votos de las grandes ciudades, de las zonas industriales que se movilizan por la tarde, los que aupan tradicionalmente la presidencia a los demócratas. Y confiaba, sobre todo, en el voto de las mujeres y de los jóvenes.

Mientras, los estrategas de su campaña, realizada en zapatillas de tenis y camiseta, preparaban ya el discurso de aceptación en el que los presidentes electos ofrecen las grandes ideas que guiarán sus mandatos. Clinton conservaba la calma y prometía guardar silencio hasta por lo menos las diez de la noche (cinco de la madrugada de hoy en España), hora en la que se cerró el último colegio electoral en la costa Oeste. Sólo entonces, tenía previsto dirigirse a la nación y al mundo, enchufados electrónicamente a esta ciudad del sur de Estados Unidos que ya ha obtenido su línea en las enciclopedias.

El centro de Little Rock, una localidad que no aparecía en el mapa informativo desde 1957, cuando un gobernador racista intentó impedir la entrada de cuatro, estudiantes negros a . una escuela secundaria y el presidente Eisenhower mandó al Ejército para hacer cumplir la integración racial en la escuela, fue menos cauta que su gobernador y estalló en una gran fiesta con la llegada de los primeros datos.Explosión de alegría

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Miles de personas se lanzaron a la calle, tocados de gorritos, bufandas, chapas, o cualquier identificación que les reconociera como demócratas y como ganadores de la presidencia. Las calles de Little Rock se convirtieron en improvisados salones de baile, donde se sucedían los brindis, los abrazos y las alegrías. La ciudad era, sobre todo, un gigantesco estudio de televisión donde se amontonaban los cables, las cámaras, las paelleras para hablar a través de los satélites. En los puestos de venta de comida callejera no se encontraba, pese a la magnitud de la fiesta, alcohol, sólo sidra y chocolate caliente. Celebridades de Hollywood, como Richard Gere, Jack Nicholson y Cindy Crawford tenían anunciada su participación en la celebración del regreso de los demócratas a la Casa Blanca, hecho que no se producía desde que Jimmy Carter se la arrebató al republicano Gerald Ford en 1976.

Todo cambió de madrugada, cuando uno de los Estados industriales, pudo ser Pensilvania, Nueva Jersey o quizás Ohio, le dio al nuevo presidente la mágica cifra de 270 votos electorales.

Horas antes de conocer la magnitud de su victoria, Clinton, todavía candidato, reclamó solidaridad, prometió trabajar con la oposición y, en un claro recuerdo del discurso inaugural de Kennedy, dijo a los votantes que se preocupen por lo que pueden aportar al país y no sólo por lo que reciben del Gobierno. Claramente está preparando ya a los norteamericanos para una presidencia muy difícil: "No nos metimos en este desastre de la noche a la mañana y tampoco saldremos adelante en 15 días", advirtió Clinton.

Bill Clinton, el primer presidente de Estados Unidos nacido después de la II Guerra Mundial, va encontrar su cita con un país aplastado por la deuda pública y angustiado ante un futuro que nunca vio tan incierto. Hay un momento en todas las campañas presidenciales en las que se presiente la sensación de cambio y las cosas parecen imparables.

Con las fuerzas que da la tensión nerviosa acumulada a un cuerpo destrozado por 13 meses de dura campaña, Clinton llegó a las 10.30 de la mañana (cinco y media de la tarde en España) al aeropuerto de Little Rock. "Corno podéis ver", dijo a sus fieles, "casi he perdido mi voz intentando dársela al pueblo". Un médico ha viajado a su lado para cuidar a este caballo cansado que tiene problemas crónicos de alergia, una laringe de cristal y tendencia a cargarse con kilos de más, pero que, por lo demás, promete ser un presidente sin problemas de salud.

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