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Una moda para museo

La moda tuvo su lugar de representación en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos del 92, a través de la obra de 13 diseñadores españoles que crearon 25 vestidos como homenaje a las 25 ciudades que albergaron el gran encuentro deportivo. Ayer, la pasarela oficial Cibeles mostró este legado que, después de viajar a las capitales internacionales de la moda, quedará como fondo en el futuro museo olímpico de Barcelona.

Lydia Delgado juega con la visión de un teatro del Liceo, mientras que Jesús del Pozo utiliza rafias naturales. Como contraste temático, las torres de Collserola y de Calatrava le dan a Chus Uroz un argumento de luces tecnológicas a partir -de tejidos altamente luminiscentes, que. se enfrenta de, lleno al tema de jardines y fuentes trabajado por Victorio y Lucchino. Antonio Miró hace del Mediterráneo una prenda de brillo acuoso en forma de caracola; con el modernismo Rosér Marcé construye una libélula y una reja gaudinianas. Los relojes de Dalí y el universo colorista de Miró son para Loewe pretexto para trajes museisticos, muy distintos a la idea que de un lugar para el arte como la Fundación Tápies se hace Ángel Schlesser.

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La astucia de la conservación

Adolfo Domínguez define en una alegoría de blanco y negro (sombra-luz) los avatares de la literatura catalana, mientras que Devota & Lomba miran con sutileza de volantes el ambiente ya perdido de la tradición del music-hall del Paralelo barcelonés. Roberto Verino imita la luz de la ciudad y, por último, Pertegaz, con su dama del paraguas reproduce la popular silueta que habita en el parque de la Ciudadela.

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