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Montjuïc volvió a vibrar con el vuelo de la flecha

La historia se repitió ayer tarde en Barcelona. Historia reciente, pero historia al fin y al cabo. El arquero Antonio Rebollo tensó de nuevo su arco, contuvo la respiración mientras el estadio de Montjuïc enmudecía, alivió entonces la presión de los dedos de su mano derecha y, iziuuu!, la flecha en llamas rasgó el cielo vespertino y prendió el fuego de los Juegos, Paralímpicos en el pebetero del estadio. Cuarenta días antes, en la inauguración de los Juegos Olímpicos, el arquero ya había asombrado al mundo entero con ese mismo y preciso tiro. Ayer Barcelona ofreció de nuevo un espectáculo inaugural de bella factura y Heno de emoción. El mundo, sin embargo, no aguardaba esta cita con la ávida expectación de la anterior.

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Los IX Juegos Paralímpicos empezaron ayer en Barcelona con una ceremonia de corte sencillo y trazos emotivos que convergieron en un mensaje omnipresente a lo largo de tres horas de espectáculo: el insospechado poder de superación del ser humano frente a la adversidad.Tres elementos alimentaban ayer la danza del fuego en el pebetero del estadio: la luz, el sonido y el movimiento. La ausencia parcial o total de estos tres elementos y la férrea voluntad de hombres y mujeres para contrarrestar las limitaciones físicas y sociales derivadas de esas carencias destilaron la esencia más profunda de la ceremonia.

El paseo de la antorcha por el estadio en manos de una corredora ciega guiada por su perro; el instante en que la flecha en llamas ascendía veloz hacia el pebetero, que no por sabido perdió emoción; el mensaje de incitación a la superación enviado por el científico británico Stephen Hawking y las acrobacias motorizadas de la mascota Petra -encarnada por un actor sin brazos-, montada en la motocicleta que pilotaba el campeón de trial Gabino Renales, marcaron los puntos culminantes de la ceremonia.

Durante tres horas horas largas, las 45.000 personas que llenaban las gradas del estadio celebraron con entusiasmo una ceremonia sobria, elegante y emocionante. De modo que la historia se repitió ayer tarde en Montjuïc. Pero no se puede decir que sucediera lo mismo de puertas afuera del estadio: los juegos que empezaron ayer en Barcelona tienen un predicamento social, económico y televisivo infinitamente inferior que los que se celebraron hace un mes.

700 millones

Si los JJ OO fueron presenciados por casi 3.500 millones de espectadores de más de 150 cadenas de televisión, los Paralímpicos sólo han merecido la atención de una treintena de televisiones, la mayoría de ellas europeas. Si las ceremonias de los JJ 00 dispusieron de un presupuesto de unos 3.000 millones de pesetas, las de los JJ PP se apañan con 700. Si 60 empresas fabricaron y comercializaron productos con la imagen de Cobi, sólo la décima parte de ellas e ha atrevido ahora a invertir en Petra, la mascota paralímpica.La ceremonia arrancó a las seis en punto con la construcción de una pirámide humana formada por 46 hombres, mujeres y niños al compás de la fanfarria de Carles Santos. Una niña se encaramó a la pirámide y lanzó un beso de bienvenida.

Aparecieron entonces las banderas de Barcelona, Cataluña y España, portadas por tres guardias urbanos a caballo. La entrada de la Reina en el palco del estadio tuvo una corrección protocolaria con respecto a la inauguración de los Juegos Olímpicos. Hace 40 días, los Reyes entraron al compás de Els Segadors. Ayer, doña Sofía anticipó su entrada en el palco, donde ya se encontraba cuando sonaron, por este orden, los himnos de Cataluña y España. Algunos medios nacionalistas catalanes criticaron. tras la inauguración de los Juegos que el Rey hubiese entrado al son de Els segadors, porque de ese modo, sostuvieron, el himno catalán quedaba reducido a una marcha introductoria.

Las banderas y los himnos precedieron a la danza de la sabiduría, mito griego encarnado para la ocasión por la bailarina Malte Bisetti. La sabiduría coronó con el olivo de la victoria olímpica la lanza de un jinete que portaba la bandera paralímpica.

Los 3.000 deportistas de élite amputados, ciegos, paralíticos o afectados por otras minusvalías, encuadrados en 85 equipos, desfilaron durante una hora bajo una ducha de aplausos del público. El graderío, integrado. por completo en el espectáculo formando parte de él, agitaba sin desmayo en el aire gigantescas manos de cartón blanco.

Ahí estaban, henchidos de orgullo, mostrando a quien quisiera verlo que lo suyo no es un circo de compasión ni una feria de los horrores, sino simplemente una cita deportiva de alta competición donde el objetivo es vencer y, al mismo tiempo, demostrar que los únicos obstáculos para la integración social plena del minusválido son los que pone la sociedad.

El equipo español cerró el desfile bajo una ovación estruendosa. Muchos de sus miembros, así como algún centenar de deportistas de otros países, saludaban al público con banderas catalanas.

El himno paralímpico, interpretado por Josep Carreras, preludió la llegada de la antorcha y el encendido del pebetero. Y el Canto de bienvenida, escrito por el poeta catalán Miquel Martí Pol -inmovilizado en una silla a causa de una enfermedad degenerativa- e interpretado por Victória Perramon, dio paso al mensaje, de Hawking: "Ya es hora de que los minusválidos consigamos que se respeten nuestras necesidades".

Montserrat Caballé y Salvador Távora cantaron a dúo por bulerías mientras tres caballos jerezanos bailaban en el escenario, y Joan Manuel Serrat rindió su homenaje a la utopía. Petra y Renales hicieron sus acrobacias encaramándose a lo más alto del estadio, la pista se llenó del más variado folclor popular catalán, 400 voces infantiles entonaron el Himno a la alegría, 200 sillas de ruedas engalanadas salieron a la pista, la grada se convirtió en un mar de cartulinas ondulantes y los fuegos artificiales reventaron la negra panza de la noche. La magia, de nuevo.

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