_
_
_
_
_

La guerra sube a los escenarios de Sarajevo

"El refugio" plantea el dilema de actuar o combatir en una ciudad sitiada

Alfonso Armada

Un tal Sekspir (Shakespeare en serbo-croata) comparte estanterías con un tal Josip Broz Tito. La habitación no tiene cristales en las ventanas, del exterior llega una magnífica sesión de efectos especiales proporcionada por la propia realidad: estruendo de ametralladoras y morteros. Pero nadie se inmuta. En el sótano del refugio, los integrantes del Teatro de Guerra de Sarajevo viven, ensayan y representan -desde esta misma tarde- El refugio, una reflexión sobre el compromiso artístico en tiempos de guerra: ¿Debe el artista tomar el fusil o combatir desde el escenario?

A un actor de la compañía le amputaron las dos piernas después de que un mortero estallara a su paso cuando volvía a casa al final de un ensayo. Una actriz también ha perdido una pierna a causa de una granada. Y el en cargado de la iluminación murió en un bombardeo. Son el parte de guerra de una compañía de teatro que forma parte del frente levantado por los artistas de Sarajevo -una ciudad sitiada desde hace cinco meses- ante la catástrofe. El Teatro de Guerra de Sarajevo es otra de las tantas paradojas de esta ciudad: serbios, croatas, musulmanes y un esloveno trabajan juntos, y un judío preside la compañía que ha acabado por convertirse en un movimiento cultural para tiempos de guerra.El refugio es obra de un director de escena, Dubravko Bibanovic, de 43 años, y un autor dramático, Safet Plakalo, de 42, y relata el debate que sostienen un director y un autor sobre el deber del artista ante una situación dramática para su país: participar en la lucha desde el escenario o combatir en primera línea. Es un debate que han sostenido en la realidad director y autor, y que les llevó a escribir la obra después de un mes de discusiones y, ahora, a representarla en un refugio. "No es un teatro de propaganda política", dice Plakalo, "sino una forma de responder a la realidad. El teatro es el lugar donde se ponen en cuestión la vida humana y el futuro del hombre, donde nos ponemos en cuestión a nosotros mismos".

Una obligación moral

Bibanovic tiene claro que el Teatro de Guerra de Sarajevo es una compañía comprometida a fondo con el tiempo que le ha tocado vivir. "Hacer teatro en estos momentos es una obligación moral, es una necesidad vital. La gente está muriendo por los bombardeos, no tiene que comer. Dos actores han sufrido en su carne la violencia de los morteros y el técnico de luces ha muerto. ¿Cómo hacer una representación después de todo eso? Esto nos obliga a tomar una decisión frente al horror. Y nuestra elección es hacer teatro".

Mientras que el autor piensa que su deber es ir a primera línea, el director cree que su obligación es poner al hombre frente a sus responsabilidades. El deber del artista es salvar el destino humano. "Si todo el mundo combatiera, se perdería la dignidad, la capacidad de pensar, de reflexionar sobre lo que se hace". Al final de la obra, llega un funcionario del Gobierno y les pregunta qué hacen. Si no escriben, si no actúan, serán enviados a primera línea. "Tenemos todo, tenemos la obra, los trajes, la escenografía, pero nos falta lo fundamental: el público", le responden. Azuzados por el funcionario para encontrar una solución, el director decide que enciendan la luz y dedica la obra a todo el público, al que se encuentre en el pat¡o de butacas y al que sufre en Sarajevo y en Bosnia-Herzegovina. "El público, es el mundo entero. De ahí que al final de la representación sean los actores los que deban aplaudir, como agradecimiento a esa parte del mundo, a los espectadores que se han jugado la vida para asistir a la representación".

El Teatro de Guerra de Sarajevo se formó con un grupo de actores que huyendo literalmente de un bombardeo se refugiaron en el sótano del Teatro de la Juventud y decidieron hacer teatro en medio del desastre. Ahora, forman parte de un movimiento cultural al que están vinculadas 170 personas y están poniendo en marcha un plan de trabajo bajo condiciones de guerra. Han recibido muchas donaciones privadas, porque "hay mucha gente en Bosnia-Herzegovina", dice Gradimir Gojer, otro de sus directores, "que piensa que no sólo se combate con las armas, sino también con el arte". La compañía no sólo pretende poner en marcha un teatro de repertorio en tiempos difíciles, sino que está elaborando un gran montaje audiovisual sobre el sitio de Sarajevo, exposiciones de pintura y conciertos de rock en los refugios.

En la ciudad había tres compañías profesionales y una Escuela de Arte Dramático. Los bombardeos afectaron seriamente a los teatros donde estas compañías trabajaban. El cabaré del Teatro de la Juventud es el único espacio de que disponen. El autor duerme en el escenario y la entrevista la sostenemos en la cama del director: uno de los alargados asientos del cabaré. La luz tiembla y acaba por desaparecer, pero hay luces de emergencia, como en todo cabaré que se precie. Rojas, naturalmente.

Cien actores, mejor que cien soldados

Miodrag Trifunov, Miki, de 46 años, serbio nacido cerca de Rumania, actor que interpreta en escena el papel del director de escena, tiene clara la respuesta al dilema que plantea El refugio: "Hay que hacer teatro". Segúrf Miki, un bosnio tranquilo de barba entrecana y pantalón vaquero con peto, "el teatro es una manera de participar en la guerra. Si 100 de nosotros tomamos las armas no contribuiríamos de forma decisiva al resultado del combate, pero si no hiciéramos lo que hacemos sería un triunfo para el enemigo. Es una manera de mantener en pie nuestra dignidad, de no rendirse al desastre"."Es muy dificil hacer teatro en todos los momentos, porque el teatro, por definición, es guerra: un conflicto constante, un rechazo, una no aceptación", dice Miki. Aunque es todavía más dificil ahora, en Sarajevo, bajo las bombas: "Porque tu vida corre peligro en la calle. Como correrá peligro la vida de los que vengan a ver la obra".

El director de escena de la obra, Dubravko Bibanovic, se impacienta con bastante facilidad y se queja de los periodistas occidentales que llegan a la ciudad de Sarajevo para observar a sus habitantes como si fueran "animales exóticos". Cuatro años antes del comienzo de la guerra reconoce que estaba "aburrido del teatro". Después de que Sarajevo fuera sitiado y comenzaran los bombardeos indiscriminados, Bibanovic se dio cuenta de que "era necesario hacer teatro".

Tabaco para la entrada

Una cajetilla de tabaco es el precio de la entrada. La obra estará en cartel durante varios días en el refugio-cabaré del Teatro de la Juventud, y después será exhibida en otros refugios, incluso en Dobrinja, próxima semana, uno de los barrios más castigados por la artillería serbia: un lugar peligroso en el que casi no queda piedra sobre piedra.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_