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Ajetreos conyugales en la corte británica

La princesa Ana prepara su nueva boda mientras los duques de York ultiman su separación

Enric González

Los mayordomos de Balmoral, el palacio escocés de los monarcas británicos, no deben recordar un año tan ajetreado como el presente. La temporada alta se limitaba, antaño, a los tres meses de verano, durante los cuales Isabel II fijaba allí su residencia. Eso se acabó: Balmoral se ha convertido en el centro neurálgico de los tejemanejes matrimoniales de la familia, y todo es un ir y venir de hijos, nueras y aspirantes a yerno. Ana, la hija mayor, se divorció hace semanas del capitán Mark Phillips y planea una nueva boda para septiembre, esta vez con el comandante Tim Lawrence. No hay nada oficial todavía, pero los expertos en estas cosas dan por seguro el acontecimiento, y lo sitúan en Balmoral. La reina y su hija pasaron allí el último fin de semana, preparando tal vez los detalles. Y Balmoral, curiosamente, alojará también desde el próximo sábado a Andrew y Sarah Fergusson, duques de York. La inesperada reunión, anunciada por el diario londinense Daily Mail, ha avivado los rumores sobre una hipotética reconciliación tras la reciente y notoria ruptura matrimonial.

La elección de Balmoral como marco para la posible boda de la princesa Ana y su novio, el comandante, no tendría nada de casual. Si Ana se casara en Inglaterra, pondría en apuros a su madre, que además de reina es jefa de la Iglesia anglicana y debería bendecir, como tal, las segundas nupcias de una divorciada. Lo cual chocaría con las normas anglicanas, que desaconsejan el matrimonio religioso de los divorciados si su primer cónyuge sigue, vivo, como parece ser el caso de Mark Phillips. La Iglesia de Escocia, en cambio, es indiferente a estas sutilezas.

La elección de Balmoral para una hipotética reconciliación de Andrew y Fergie es mucho menos comprensible. La finca de Balmoral está bien provista de bosques, ríos y parajes más o menos bucólicos, pero el palacio, un desafortunado experimento arquitectónico a medio camino entre Disneylandia y el castillo del conde Drácula, no es precisamente un nido de amor. Sarah Fergusson acudirá a la cita con las dos hijas del matrimonio, Beatriz y Eugenia, que viven con ella en su nueva mansión de separada.

Según quienes dicen conocerla, la duquesa no tiene la menor intención de conceder una segunda oportunidad al duque. Más bien trataría, parece ser, de normalizar su relación con él para que los arreglos económicos de la separación (es decir, lo que la reina tendrá que pagarle para que no venda exclusivas a los editores norteamericanos) sean rápidos y generosos. Andrew y Fergie se reunieron la semana pasada en un pub, para gran sorpresa de los parroquianos, y alguien que afinó el oído no escuchó palabras tiernas, sino cifras y fechas, rudamente negociadas sobre un par de pintas y un pastel de riñones.

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